Las moquetas acumulan mucha suciedad, sobre todo polvo, pero también otras partículas que las suelas del calzado arrastran al andar. Para la limpieza más frecuente una aspiradora normal es suficiente, pero para garantizar el buen estado de la superficie a largo plazo conviene emplear limpiadores de moqueta específicos, que pueden funcionar sobre la base de detergente, vapor o polvos disolventes. Una ventaja: no es necesario adquirir una de estas máquinas, ya que se alquilan en tiendas especializadas.
La limpieza de la moqueta
La moqueta es una de las superficies más cálidas y confortables para los suelos de una estancia. Anima a andar descalzos o solo con calcetines y otorga una sensación de comodidad que no ofrece ninguna otra clase de suelo. Por algo es el tipo de superficie que eligen los hoteles para casi todos sus espacios, desde la recepción y los pasillos hasta, por supuesto, sus habitaciones.
Sin embargo, la moqueta tiene una desventaja importante: la gran cantidad de suciedad que acumula y lo difícil que resulta limpiarla. Es una superficie propensa a reunir polvo y a la que se adhiere cualquier sustancia líquida, grasa, etc. Para un buen mantenimiento, es conveniente pasar la aspiradora con asidua frecuencia, que dependerá del tránsito que la moqueta soporte (no es lo mismo el dormitorio de una casa donde algunas personas pasan pocas horas al día que el vestíbulo de un hotel). Pero solo con la aspiradora no es suficiente.
Tipos de limpiadores de moqueta
Para una higiene profunda, se requiere la utilización de elementos especiales. Existen toda una gama de aparatos desarrollados con el exclusivo fin de limpiar a fondo estas superficies. Según su tipo de funcionamiento, estas máquinas se dividen en tres grupos:
Máquinas de detergente: aplican sobre la moqueta una mezcla de agua y una especie de jabón o detergente especial para estas superficies, y luego la cepillan para quitar a fondo las manchas y la suciedad más profunda. Exigen aclarar bien la moqueta después de cepillar, para que no queden restos de detergente que podrían dañar el material.
Máquinas de vapor: los sistemas de limpieza basados en el vapor han ganado mucho terreno en los últimos tiempos, no solo para moquetas y alfombras sino también para muchas otras superficies, tanto en suelos como paredes. Emplean -en general- pistolas que disparan un chorro de vapor, el cual afloja las briznas del tejido, las desenreda y permite su limpieza en profundidad.
Máquinas de polvo: su sistema es de creación bastante reciente; su mayor ventaja, que realizan la limpieza en seco, sin mojar la superficie. El funcionamiento es simple: el aparato suelta sobre la moqueta unos polvos granulados impregnados de sustancias disolventes, que son las que eliminan las manchas. Luego, a través de unos cepillos y una especie de aspiradora que el dispositivo incluye, retira el polvo y deja la moqueta limpia.
Si se usa una máquina de polvo, es recomendable que los disolventes sean naturales, para evitar daños en la moqueta y la piel
Este último sistema ofrece varias ventajas en relación con los anteriores, en particular su carácter seco, que evita la tarea a veces engorrosa de quitar por completo la humedad de moquetas y alfombras. Lo que conviene observar es que los disolventes incluidos en los polvos sean sustancias naturales, para evitar la presencia de agentes corrosivos o abrasivos que pudieran causar daños en la moqueta o la salud de las personas que luego andarán sobre ella. Existen polvos compuestos en un 99% por sustancias naturales.
No hace falta comprar uno de estos limpiadores de moquetas, ya que hay empresas y tiendas especializadas que los alquilan por días o incluso por menos tiempo (como una mañana o una tarde). Esta es otra ventaja que hace más asequible la limpieza profunda de la moqueta.
Además de la suciedad normal que se acumula en la moqueta debido al propio uso de andar sobre ella, están las manchas producidas por el derrame de algún líquido u otro fluido, o incluso sustancias sólidas (como un chicle). En estos casos, lo recomendable es actuar sobre la mancha de inmediato, para evitar que se seque, se impregne en el tejido y luego sea mucho más difícil de eliminar.
En general, más allá de cuál sea el agente derramado, conviene emplear lo antes posible papel absorbente (del tipo de servilletas y rollos de cocina) para secar y quitar la mayor cantidad posible de la sustancia. En ciertos casos -si la sustancia es muy abundante y lo permite- se puede emplear también una cuchara. Después, sobre las sustancias cuya base es el agua es aconsejable aplicar champú, mientras que para las más grasas o sintéticas habrá que utilizar algún disolvente más específico.
Un último consejo: para no extender la mancha al intentar limpiarla, los movimientos deben ser desde el perímetro hacia el centro de la mancha; en caso contrario, el intento de quitarla puede contribuir a empeorar el problema.