Es uno de los elementos del hogar sobre el que recae cierto protagonismo. Las puertas dan la bienvenida a una casa, o a cualquiera de las estancias que la componen, y son las últimas que se contemplan cuando ésta se abandona. Por este motivo, merecen ser atendidas. No hacerlo contribuye a dar una imagen de abandono y deterioro, aunque no siempre sea real. Cuando una puerta recibe los cuidados necesarios, dura más tiempo e incluso aumenta su belleza natural.
Puertas limpias
La limpieza de las puertas es el primer mandamiento para su correcto cuidado. Para mantenerlas como el primer día, es clave conocer qué tipo de productos están recomendados y cuáles no para el material en el que están fabricadas:
Lacadas: no se deben utilizar productos de limpieza abrasivos. Una bayeta de celulosa humedecida con agua tibia y jabón neutro es suficiente para retirar la suciedad. Conviene secarla a fondo con una gamuza de algodón o con un paño muy suave para no rallar la superficie.
Chapa de madera: detergente, aguarrás y disolvente son productos prohibidos para este tipo de material. Un paño o esponja mojada con agua templada basta. No se aconseja dejar que la puerta se seque al aire. Lo apropiado es hacerlo con una gamuza limpia en el sentido de las vetas de la madera.
Madera maciza: los consejos de limpieza son similares a los que se deben aplicar en las puertas de chapa de madera. En este caso, para nutrir y alimentar la madera se puede aplicar cera virgen para muebles. Hay que distribuir por toda la superficie una fina capa y, sin dejar que seque demasiado, abrillantar con un paño suave y limpio.
PVC y cristal: en el mercado abundan productos de limpieza específicos para el PVC, pero si la suciedad no es profunda, una bayeta de celulosa humedecida con agua tibia y jabón neutro da también buenos resultados. Para el secado, conviene utilizar una gamuza limpia. Si las puertas incluyen cristal, el producto apropiado es un limpiacristales suave sin agentes abrasivos que puedan dañar la puerta.
Rozaduras
Las puertas, aunque estén en el interior de las viviendas, están expuestas a un número considerable de amenazas. El exceso de humedad es una de ellas. Cuando esto ocurre, la puerta se abomba o se hincha y cierra mal. Antes de comenzar a repararla, hay que determinar cuál es la zona que roza con el marco y produce el atasco.
Para volver a instalar la puerta, conviene colocar en primer lugar la bisagra superior y después la inferior
Una vez que se conoce el punto exacto que origina el problema, se debe desmontar la puerta. Conviene hacerlo, al menos, entre dos personas. Mientras una sujeta, la otra debe quitar, en primer lugar, la bisagra inferior y luego la superior. Para facilitar el trabajo, al instalar de nuevo la puerta, habrá que colocar primero la bisagra superior.
Serán necesarios también dos caballetes para colocar debajo de la puerta y realizar el arreglo en una posición adecuada. Por último, hay que lijar unos milímetros el borde de la puerta que roza con el marco. La herramienta recomendada para hacerlo es el cepillo de carpintero.
Las bisagras sueltas son un problema frecuente en la conservación de las puertas. En la mayoría de las ocasiones, se mueven debido a los “portazos”. Arreglarlas es sencillo, siempre y cuando el problema se detecte a tiempo. Por esta razón, como parte de los trabajos de limpieza, conviene vigilar el estado en el que se encuentran las bisagras de las puertas.
Cuando el diagnóstico se efectúe antes de que el problema sea grave, con apretar los tornillos que incluye la pieza será suficiente. Si mientras se realiza esta operación se comprueba que todavía giran y no terminan de introducirse en la madera, es necesario cambiarlos por otros más largos. Si estos tampoco funcionan, será preciso rellenar los agujeros de los tornillos con cola de carpintero o con masilla de madera. Para ello, conviene quitar las bisagras (una a una), aplicar el material elegido y colocar los tornillos, antes de que la cola o la masilla se sequen.