Con el paso del tiempo, los suelos de barro o de terracota adquieren a menudo cierta fragilidad. Esto se debe a que tienden a perder humedad, lo que provoca cambios en su color y que se vuelvan más quebradizos. Hasta hace algún tiempo se recomendaba el uso de aceite de linaza, pero hoy en día se desaconseja ante el desarrollo de sustancias que respetan más las materias naturales.
La manera de cuidar un suelo de barro o terracota consiste en aplicar sobre él, de forma periódica, alguna sustancia protectora. Esta lo debe impermeabilizar lo suficiente como para reducir las pérdidas de humedad de las arcillas que lo componen, pero sin que a su vez cree una barrera que impida purificarlo y quitar las posibles florescencias.
La costumbre de utilizar aceite de linaza, extendida hasta la actualidad, se considera ya algo anticuada por los expertos. Estos califican su aplicación como «manchar ahora, para que no se manche después».
Protectores modernos
El aceite de linaza aporta una buena terminación al suelo, con un tono oscuro que, en general, resulta agradable pero problemático cuando la inevitable pérdida de humedad torna quebradiza la superficie. En algunos casos también se utilizaban barnices muy resistentes, los mismos que se emplean para calafatear barcos de madera. Al resquebrajarse y estropearse, la reparación cuesta mucho más. Hay que quitar el aceite o barniz de tratamientos antiguos, una tarea para la cual se emplean disolventes que, a menudo, no alcanzan para retirar la totalidad de las sustancias anteriores, aunque sí lo bastante como para someter el suelo a una nueva protección.
Los productos modernos protegen frente a toda clase de manchas, resisten las heladas y no son tóxicos
En la actualidad, se recomienda utilizar los productos antimanchas que se comercializan en el mercado, compuestos en general por una mezcla de resinas de síntesis dispersas en disolvente hidrocarbúrico. Las ventajas de estos preparados son varias: protegen frente a toda clase de manchas (comidas, bebidas, grasas, etc.) sin cambiar el color ni la textura del material y no crean películas superficiales. Si son de buena calidad, además, son resistentes a las heladas -sin alterar la resistencia de los materiales que protegen- y no son tóxicos.
Estas protecciones, por lo general, se venden listas para usar. Se deben aplicar con una brocha grande sobre el suelo limpio y seco. En interiores, hay que ventilar bien el local para garantizar que la humedad sea la mínima posible. El rendimiento dependerá del grado de absorción del suelo y del grosor de la capa que se realice, pero en general, con un litro se puede cubrir una superficie de entre 5 y 10 metros cuadrados.
Además de suelos de barro y terracota, muchas de estas sustancias también sirven para proteger suelos de piedra natural, mosaico hidráulico y gres extrusionado. Para este último material, el rendimiento es similar al previsto para el barro, mientras que para la piedra y el mosaico se duplica: se calcula que se pueden cubrir entre 10 y 20 metros cuadrados con un litro de protector.