Durante muchos años, el plomo fue el material más utilizado en las instalaciones de agua de los hogares. Debido a eso, muchas de esas tuberías de plomo aún permanecen en uso, lo cual representa un auténtico riesgo para la salud y, además, contamina el medio ambiente. En este artículo se destaca la importancia de renovar estas tuberías lo antes posible, otros factores que exigen renovar las tuberías (como fugas, goteos o corrosión), y cuáles conviene elegir entre las de cobre o plástico.
Renovar las tuberías de plomo
Las edificaciones construidas en las últimas décadas incluyen, en general, tuberías hechas con materiales que se pueden clasificar en dos grupos: distintos tipos de plástico (como polietileno, polipropileno o PVC), por un lado, y cobre, por el otro. Sin embargo, aún persisten en España bloques de pisos o casas con conductos de agua de plomo o de hierro galvanizado. Estas instalaciones deben ser sustituidas, debido a que contaminan el agua y representan un peligro para la salud.
Las tuberías de plomo fueron muy utilizadas hasta la década de 1970. A partir de esa época se reemplazaron por las de hierro galvanizado (también desaconsejadas ahora), plástico y cobre. El motivo fundamental es que la corrosión en las conducciones de plomo y hierro (y también en las de bronce, que es una aleación de cobre y estaño que a veces incluye un porcentaje de plomo) ocasiona la contaminación del agua. Esto constituye un riesgo no solo por el líquido que se bebe, sino porque también afecta a los alimentos que se ingieren y, cuando el agua sigue su curso, al medio ambiente en general.
Las instalaciones no deben «contaminar o empeorar la calidad del agua procedente de la captación»
El Real Decreto 140/2003, del 7 de febrero, regula las características del agua de consumo humano y las instalaciones de aguas sanitarias en España. Establece que «el material de construcción, revestimiento, soldaduras y accesorios no transmitirán al agua sustancias o propiedades que contaminen o empeoren la calidad del agua procedente de la captación». Las tuberías, según la misma legislación, deben ser de materiales resistentes a la corrosión interior, a temperaturas de hasta 40ºC y a las temperaturas exteriores de su entorno inmediato.
El Anexo I del decreto determina los valores máximos de una serie de parámetros tanto microbiológicos como químicos y de radiactividad que se permiten en el agua para consumo humano. En el caso concreto del plomo, el registro máximo permitido hasta el final de 2003 era de 50 microgramos por litro (un microgramo es la millonésima parte de un gramo). Ese tope permitido se reduce a la mitad durante una década, hasta finales de 2013, y llega a 10 microgramos por litro a partir del 1 de enero de 2014.
Otros factores que exigen renovar las tuberías
Dadas estas condiciones, si las cañerías en el hogar son de plomo o bronce, su sustitución deberá realizarse lo antes posible. Si son de otros materiales, cada usuario debe prestar atención a diversos factores, en particular que no haya fugas, goteos o corrosión y que todos los accesorios de la instalación estén limpios. Otros «síntomas» que se deben vigilar son la aparición de humedad en la pared, el desprendimiento de pintura o azulejos, debido a la propia humedad, e incluso la reducción del caudal de agua que llega al grifo. Todos ellos pueden ser consecuencia de fugas de agua. Los expertos aconsejan que un profesional revise el sistema cada dos años y recomiendan realizar una prueba de estanqueidad y funcionamiento cada cuatro.
Si se observa humedad en la pared o una reducción del caudal de agua que llega al grifo, es probable que haya que renovar las tuberías
El mismo Real Decreto señala, en su artículo 20, que para las aguas de consumo humano será el municipio el que «tomará las medidas necesarias para garantizar la realización del control de la calidad del agua en el grifo del consumidor y la elaboración periódica de un informe sobre los resultados obtenidos». La Disposición Transitoria primera, por su parte, ponía el 1 de enero de 2012 como fecha límite para realizar «las reformas y adaptaciones necesarias en las redes de distribución públicas o privadas y las instalaciones interiores de edificios públicos y establecimientos con actividad pública o comercial».
Plástico y cobre son los materiales más recomendados en la actualidad para las instalaciones de agua en los hogares, pero ¿cuál es más conveniente? Ambos presentan varias ventajas similares, como su carácter ligero, su bajo coste y su buena resistencia al paso del tiempo. También se parecen mucho en cuanto a los modos de unión y adaptación a los ciclos de dilatación. Estas similitudes hacen difícil la decisión entre uno y otro material.
De todos modos, existen defensores y detractores para cada uno de ellos. Desde un sector, hay profesionales que prefieren el cobre, ya que sostienen que aguantan mejor el paso de los años y los procesos de dilatación y, además, que las uniones -por soldadura o mediante accesorios- son más estables y duraderas. Desde la óptica contraria, se debe considerar que el cobre también forma parte de la lista de parámetros químicos regulados por el Real Decreto 140/2003. En esta cuestión, establece un máximo de 2 miligramos por litro.
En cualquier caso, si se opta por el plástico, los materiales más recomendables son el polipropileno, el polibutileno o el polietileno, en lugar del PVC, cuya fabricación es mucho menos sostenible. Estos tres materiales aseguran conducciones estables, flexibles, duraderas y silenciosas.