De cero a tres años
Cuatro meses. Ésa es la edad en que la mayoría de bebés comienza a balbucear, sonreír, emitir sonidos, y descubrir el mundo que le rodea. Sin embargo, es la barrera de tiempo que más temen padres y madres. Una vez pasadas las 16 semanas, el permiso por maternidad o paternidad llega a su fin, y es el momento en que se deben hacer piruetas, cuando no auténticos milagros, para compaginar los horarios de trabajo con el cuidado del aún bebé. Reducciones de jornada, cambiar el turno o solicitar un horario intensivo son algunas de las fórmulas a las que los progenitores se ven obligados a recurrir. En el mejor de los casos, los turnos de ambos cuadrarán, pero si trabajan en horarios similares, ¿quién cuida del bebé? En España viven 1.800.000 niños menores de tres años y sólo uno de cada cinco cuenta con plaza en centros de educación infantil autorizados.
Pese a que muchos padres ven en las escuelas una tabla de salvación para conciliar trabajo y familia, la realidad muestra que son pocos los centros que incluyen en sus proyectos educativos la escolarización de niños de entre cero y tres años, y los que lo hacen no consiguen abarcar el aluvión de solicitudes.
El Ministerio de Educación ha diseñado un plan de acciones que pretende crear, para 2012, un total de 300.000 nuevas plazas escolares para niños de entre cero y tres años. Hasta entonces, la mayoría de familias debe resignarse y buscar un “plan B” para atender y cuidar a los más pequeños durante el horario laboral. Las más afortunadas contarán con la ayuda de abuelos, tíos y demás familiares que echan una mano, y se convierten en una solución idónea, ya que resulta muy económica -en realidad, el coste es casi cero- para los padres y muy flexible, además de la tranquilidad que aporta saber que el niño está en manos conocidas; quizás no tan competentes como las de un profesional, pero…
Pero no todas las familias tienen esta suerte; muchas deben enfrentarse a la decisión de optar entre matricular al niño en una guardería o contratar los servicios de una persona que se encargue de cuidarlos y atenderlos. Los expertos de CONSUMER EROSKI en educación proponen que el precio no sea el único aspecto tenido en cuenta en la decisión: siempre que se pueda hacer el esfuerzo económico, las circunstancias particulares de cada familia y las propias características del niño deben ser los elementos que más peso tengan en la elección.
Precios muy dispares
Casi por inercia, lo primero que hacen los padres abocados a esta situación es solicitar plaza en las guarderías públicas que les correspondan por empadronamiento. Tras comprobar que, una a una les son denegadas, muchos se lanzan a la aventura de buscar guarderías privadas o encontrar la candidata ideal que ejerza de niñera, opciones significativamente más caras que las de matricularlo en una escuela infantil pública. CONSUMER EROSKI ha comprobado la disparidad de precios con que se encuentran los interesados en matricular al niño en una guardería pública y en una privada, y lo que supone optar por los servicios de una canguro que acuda a casa a cuidar al pequeño. En todas las opciones, se ha consultado la tarifa por cuidar del bebé en dos formatos: 4 horas al día y jornada completa, en ambos casos sin incluir servicio de “catering” ya que se ha partido del supuesto de que los padres proporcionaban la comida casera.
Pagar más no significa recibir mejor servicio, igual que una tarifa baja no debe hacer dudar sobre la calidad del cuidado
Si el niño acude a la guardería media jornada (hasta 5 horas diarias) los padres abonan 145 euros mensuales, y si permanece la jornada completa (máximo, 8 horas) la tarifa llega a 190 euros al mes. Una cantidad importante, sin duda, pero mucho menos onerosa que los 460 euros al mes que por término medio cobra una canguro que trabaja cuatro horas al día, importe que se multiplica por dos cuando la empleada cuida del niño una jornada completa. A mitad de camino quedarían los 280 euros mensuales que cobran las guarderías privadas por media jornada y los 375 euros que viene a costar la jornada completa; ambas tarifas medias, además de la cantidad que se abona una sola vez en concepto de matrícula: por término medio, unos 100 euros. Pero pagar más no significa necesariamente recibir mejor servicio, de la misma manera que una tarifa más baja no debe conducir a los padres a dudar sobre la calidad de los cuidados y atenciones que recibe del niño. Por ello, antes de dejar que el precio sea el que decida, los progenitores deben prestar atención a ciertos aspectos. Tomen nota.
Una guardería limpia y segura
Delegar el cuidado de un hijo en manos de una persona suscita miedo e inseguridades en algunos padres y madres. “¿Estará a gusto el niño?, ¿será bien atendido?, ¿correrá riesgos?”, son sólo algunas de las incógnitas que asaltan a los padres en el proceso de búsqueda. La mejor forma de despejarlas es dedicar el tiempo necesario para seleccionar a la persona o centro adecuados. Si finalmente se opta por una guardería, realicemos un somero estudio sobre los centros cercanos al domicilio o lugar del trabajo de los padres. Una vez seleccionados los centros más interesantes, lo mejor es visitarlos en persona y analizar las infraestructuras con las que cuenta.
La limpieza, la iluminación natural y la seguridad deben estar garantizadas en todos los espacios
Para empezar, debe ser un espacio destinado únicamente a guardería, con acceso propio e independiente. Asegúrese de que las aulas están divididas en función de las edades de sus hijos, y de que se respeta la normativa sobre el número de niños que corresponde a cada cuidador. Si comparte aula con niños mucho mayores que él, las peleas, mordeduras y arañazos están casi asegurados, pero si lo hace con bebés más pequeños, sus compañeros de juego se encontrarán en fases distintas de desarrollo psicomotriz, por lo que el suyo puede frenarse. La ley establece que para niños menores de un año el cuidador debe hacerse cargo de un máximo de 8 bebés; para los de uno hasta dos años, el educador cuidará no más de 13 niños; y para quienes tienen entre dos y tres años, el cuidador puede hacerse cargo de un máximo de 20 niños. Además, conviene comprobar que las aulas no tienen menos de 20 metros cuadrados, y que el centro cuenta con un patio o una zona de juegos que mida al menos 30 metros cuadrados. Cada aula, a su vez, ha de tener un aseo con inodoros y lavabos adaptados. Además, la limpieza, la iluminación natural y la seguridad deben estar garantizadas en todos los espacios. Hay que asegurarse de que ventanas y puertas están protegidas con sistemas que impidan que los niños se pillen los dedos. Enchufes, cables y aparatos electrónicos, por su parte, deben encontrarse fuera del alcance de los pequeños.
Siempre, personal titulado
El personal de la guardería también ha de ser tenido en cuenta. Conviene preguntar sobre la titulación de los cuidadores. Las más adecuadas son Maestro Especializado en Educación Infantil, Pedagogía, Psicología y Técnico Superior en Educación Infantil. Pero un título no basta para garantizar que los cuidados dispensados a nuestros hijos son los adecuados; por ello se debe aprovechar la visita para observar el trato que los cuidadores dan a los niños. Comprobar un trato amable, con educación y respeto al dirigirse a los pequeños, y observar muestras de cariño y paciencia por parte del educador tranquilizará a los padres. Ponerse en contacto con otras personas que hayan llevado a sus hijos a esa misma guardería es una forma complementaria de obtener referencias valiosas sobre lo que cabe esperar del centro. Se recomienda, también, elegir guarderías en las que los educadores detallen por escrito, al término de cada día, los horarios en los que el niño ha comido, el tiempo que ha invertido en la siesta, las veces que se le ha cambiado de pañal y las posibles peleas o desencuentros que haya tenido con sus compañeros.
Igual de importante es decantarse por una guardería que tenga un proyecto pedagógico, y que a su vez éste sea expuesto detalladamente a los padres. Conocer sus objetivos y las actividades que se programan a lo largo del curso ayudará a los progenitores a decidirse por un centro u otro. Otro aspecto crucial en la elección es el de horarios de la escuela infantil. Se recomienda que el niño no permanezca en el centro más de 8 horas diarias, pero la gran mayoría de las escuelas infantiles privadas ofrece un horario ampliado. Así, el niño puede ser recogido una o dos horas más tarde de lo recomendable, lo que incrementa la cuota mensual. No obstante, conviene elegir una guardería que tenga horarios flexibles.
En busca de la superniñera
Se trata de la opción más cara pero recurren a ella un gran número de familias. En la práctica, en las familias en que trabajan los dos progenitores es bastante común contratar a una niñera que, además de cuidar de los más pequeños, echa una mano en las labores del hogar. De cualquier modo, antes de formalizar esta relación laboral conviene seguir una serie de pautas para dar con la persona adecuada para este desempeño tan importante y que tanto cuesta delegar.
Antes de empezar, se debe tener en cuenta que no es fácil seleccionar a la persona que se va a encargar de esta tarea. Por eso, hay que establecer un pequeño filtro que ayude a acotar la búsqueda. Se puede, por ejemplo, descartar aspirantes en función de la edad, de la experiencia profesional que demuestre en el campo, de los estudios que tenga, de si sabe o no un segundo idioma… En fin, todos los aspectos que los padres consideren útiles para el cuidado de un hijo. Una vez seleccionados los candidatos, y aunque pueda resultar un poco incómodo, se entrevistará en profundidad a todos ellos. Lo primero es pedir referencias a los aspirantes, que deberemos verificar al detalle antes de tomar cualquier decisión. No lo olvidemos: dejamos en sus manos lo que más queremos, nuestros hijos.
Debe haber un periodo de prueba en que los padres permanezcan junto al cuidador para orientarle sobre las rutinas del niño
Durante la entrevista personal, es interesante que el hijo o hijos que se tengan que cuidar estén presentes al menos durante un cierto tiempo. De esta manera, se puede comprobar si hay química entre el niño y su posible cuidador. Además se pone a prueba la actitud cariñosa, la madurez y la iniciativa del entrevistado. Una vez que la persona ha sido elegida, procede establecer un periodo de prueba de entre una semana y un mes de duración. En ese periodo, es importante que los padres atiendan un poco al cuidador y le guíen sobre las rutinas y los hábitos de cuidado que acostumbran seguir. Ello ayudará a que el pequeño acepte a su niñera con normalidad. Igual de importante es formalizar la relación entre la familia y el cuidador mediante un contrato en el que se detalle el salario, los horarios y el periodo de vacaciones de esta empleada. Puede parecer una nimiedad, pero evitará posibles situaciones desagradables.
Cómo saber si algo va mal
La principal preocupación de los padres -tanto si está al cuidado de una niñera como si acude a una guardería- es comprobar que el niño está bien atendido y que los cuidados que recibe son correctos, es más, satisfactorios. El mejor consejo: ser cauto y no permitir que el sentimiento de duda crezca sin tener pruebas de que algo no va realmente bien. No se debe disparar ninguna alarma si el niño llora al despedirse de sus padres o camino de la guardería. Es muy normal, y más cuando el pequeño es primerizo en el centro infantil o lleva poco tiempo con su cuidadora, que el niño muestre tristeza o extrañe a sus padres, y que lo manifieste con llantinas.
No obstante, los expertos recomiendan estudiar el comportamiento del pequeño. Sus reacciones son puras y verdaderas, ya que un bebé no es capaz de disimular sus sentimientos, y en el momento que tenga un problema no siempre sabrá comunicarlo. Por eso, deviene esencial que los padres presten atención al comportamiento general del niño: si algo va mal, será distinto al habitual. Si se muestra agresivo, si pierde el apetito, si sus ojos se ven tristes o la actitud se revela asustadiza puede que esté intentando avisar de que algo no marcha bien. Además, el propio cuerpo del bebé delata si no está recibiendo los cuidados que merece. Hematomas cuya causa se desconoce, eccemas y rozaduras en la zona del pañal, o unos análisis de sangre que indican una inadecuada nutrición deben poner en alerta a los padres. Ante la menor sospecha o la más insignificante de las pruebas, los padres deben entrevistarse con el personal del centro o con el cuidador y manifestar abiertamente lo que sucede. Detectar el problema, y adoptar las medidas necesarias son las mejores decisiones para poner freno a una situación en la que el pequeño está sufriendo.