Hipotecas subprime, crash inmobiliario, quiebra de bancos… y también de los estados. La crisis no deja de escribir capítulos desagradables, si bien este último, el de la posible bancarrota de todo un país, es uno de los más graves y que más efectos puede conllevar para instituciones, mercados y ciudadanos en particular. Tras la quiebra que anunció Islandia en 2008, los ejemplos se han repetido en otras muchas regiones: el estado norteamericano de California se proclamó en bancarrota a finales de 2008, los países de Europa del Este, Dubai, Grecia… y ahora Irlanda también se han mostrado insolventes. Pero, ¿cuándo se registra la quiebra de un estado? Una elevada deuda pública, una abultada deuda externa y déficit fiscal son los tres principales factores que llevan a un país a la bancarrota.
Quiebra de estados
Al igual que una empresa, un estado se declara en quiebra o suspensión de pagos cuando, debido al deterioro de sus cuentas, carece de liquidez suficiente como para hacer frente a sus obligaciones financieras o de pago. En el caso de todo un país, para comprender qué es la quiebra conviene conocer tres términos económicos en particular: deuda pública, déficit por cuenta corriente y deuda exterior.
Deuda pública es el concepto que hace referencia al conjunto de deuda que mantiene un estado con particulares u otras naciones. Para poder financiarse, todos los países utilizan esta figura, ya que es una forma de obtener recursos. La deuda pública se materializa a través de emisiones de títulos de valores, que ofrecen un tipo de interés particular a sus compradores. Con la recaudación de dinero que permite la deuda pública, los estados afrontan pagos a corto o medio y largo plazo. También les puede servir para acometer inversiones.
En etapas de bonanza económica, las emisiones de deuda pública están más relacionadas con este último aspecto: intentar captar dinero para invertir y apostar por el desarrollo en infraestructuras y demás mejoras para el país. Sin embargo, en etapas de crisis, las emisiones de deuda pública tienen más relación con la necesidad de financiarse para afrontar sus compromisos de pago. Si el nivel de deuda está cercano al 100% del PIB o supera este porcentaje, el país se ve inmerso en una situación muy comprometida. Esto ha ocurrido en Grecia, cuya deuda pública alcanzaba a finales de 2009 el 99% de su PIB y era previsible que alcanzara el 135% del PIB en 2010. Un indicio de que un país puede estar a punto de la quiebra se detecta cuando en el mercado tiene que elevar de manera sustancial la rentabilidad de sus emisiones para poder captar compradores de su deuda.
Otro término muy ligado al anterior y que explica también la difícil situación de un gobierno es el déficit público. Se registra cuando los gastos realizados por las instituciones públicas superan a los ingresos. En etapas de pujanza económica, los países logran superávit en sus cuentas. Sin embargo, la situación se revierte en etapas de crisis, como la actual.
En Europa, con la firma del Pacto de Estabilidad, los países adoptaron el compromiso de no superar un déficit público superior al 3% del PIB. Sin embargo, en los últimos ejercicios casi todos los países han incumplido esta pauta.
También permite hacerse una idea de la posibilidad de que un estado se declare en quiebra su deuda externa. Este concepto hace referencia al conjunto de deudas que un país tiene asumidas con entidades extranjeras. Agrupa tanto a la deuda pública (contraída por el Estado) como a la privada (asumida por particulares, empresas o instituciones privadas). Un país comienza a mostrar indicios de alarma cuando tiene problemas para pagar su deuda, junto con los intereses pactados. Esto, sin duda, pasa factura a su desarrollo económico.
Cómo salir de la quiebra
Cuando un país se declara en quiebra, cuando se ve incapaz de captar recursos para financiarse o refinanciarse y hacer frente a sus compromisos de pago, la solución pasa por recurrir a las instituciones internacionales en busca de ayuda.
El principal organismo que gestiona las dificultades de los estados es el Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya misión es evitar las crisis en los sistemas monetarios. Para ello, presta financiación temporal a los países con el objetivo de que superen los problemas que puedan registrar en su balanza de pagos.
Para poder hacerlo, no obstante, se nutre de una serie de cuotas que los estados miembros deben pagar de modo periódico, para después, en caso necesario, poder ser «rescatados». En principio, un país miembro del FMI tiene acceso automático al 25% de su cuota si experimenta dificultades de balanza de pagos. Si necesita más fondos, lo que suele ocurrir cuando se da un caso de quiebra o bancarrota estatal, es que tenga que negociar un plan de estabilización. Cuando el FMI entra en actuación para prestar fondos a un país que se ha declarado en quiebra, se decreta el rescate económico del mismo.
Elevar de manera sustancial la rentabilidad de sus emisiones es un indicio de que un país está a punto de la quiebra
Además del FMI, en el rescate pueden participar otras instituciones como los bancos centrales, que también pueden destinar un porcentaje de sus fondos a salir en ayuda de estados en problemas. En Europa, el Banco Central Europeo ha adoptado la figura de rescatador de Grecia e Irlanda, con la aprobación de sendos planes de ayuda para ambos países. Lo deseable, no obstante, es que cuando un gobierno recibe una inyección de dinero por parte de cualquiera de estas instituciones, lo pague lo antes posible, para no limitar el acceso al crédito a otros países. Para acceder a la ayuda, por tanto, estas instituciones solicitan al país en quiebra un plan de actuación o de emergencia, en el que deberá detallar de qué manera se propone resolver los problemas y la forma de reducir su deuda pública, exterior y su déficit fiscal o presupuestario.
Otros países pueden salir en ayuda de un gobierno en quiebra con sus propios fondos públicos. Esto se da, sobre todo, entre países con acuerdos de cooperación internacional, acuerdos bilaterales o importantes alianzas comerciales.
La situación de España
Desde el rescate de Grecia, España, al igual que el resto de los denominados países periféricos (Portugal, Irlanda e Italia), ha estado en el punto de mira por la posibilidad de tener que solicitar ayuda internacional para evitar una bancarrota.
En España el déficit es cercano al 5%, la deuda pública alcanza el 74% del PIB y la externa sobrepasa el 90%
La comparación es inevitable, dado que las cifras públicas y el estado de la economía nacional son también muy flojos. El déficit por cuenta corriente es cercano al 5%, la deuda pública alcanza el 74% del PIB y la deuda externa sobrepasa el 90%. Las opiniones respecto a si habrá o no rescate a la economía española son dispares. Desde el propio Gobierno aseguran que las cifras de ejecución de los Presupuestos ponen de manifiesto que el país cumple con los objetivos de déficit, que la economía se recupera, aunque de manera muy lenta, y que no hay indicios que apunten a que España vaya a ser la próxima economía rescatada. Los analistas de Saxo Bank, sin embargo, sí estiman que nuestro país se verá inmerso en una situación similar a la de Irlanda. En su opinión, ello acontecerá en 2011.
En Europa, el primer país en declararse en quiebra en la actual crisis fue Islandia, que a finales de 2008 admitió el derrumbe total de su sistema bancario (al que había inyectado importantes cantidades de dinero el Estado), registró una fuerte crisis de liquidez y una importante devaluación de su divisa (la corona islandesa).
Grecia, por su parte, se declaró en suspensión de pagos en 2010 al admitir que su déficit por cuenta corriente superaba el 15% del PIB, su deuda exterior el 144% y su deuda pública sobrepasaba el 100%. Irlanda se ha unido hace escasas semanas al grupo de países rescatados.
Fuera de Europa, fue sonada la declaración de insolvencia de Dubai, que a finales de 2009 solicitó un aplazamiento de seis meses para pagar la elevada deuda que acumulaba Dubai World, el gran ‘holding’ estatal responsable de algunos de los proyectos inmobiliarios más ambiciosos del mundo. Este estado aprovechó la etapa de bonanza que se vivió desde mediados de la década de los noventa del siglo pasado para experimentar un espectacular crecimiento basado en las construcciones inmobiliarias. Sin embargo, tras el pinchazo de la burbuja de este mercado en el ámbito mundial, Dubai se vio incapacitado para asumir todos los requerimientos de deuda, que ascendían a un total de 80.000 millones de dólares.
En el este de Europa, además, varios países han tenido que pedir ayuda y créditos para evitar la quiebra. Uno de los ejemplos con más impacto en los mercados fue el de Hungría, que también a finales de 2009 recibió créditos del FMI y de la Unión Europea por valor de 20.000 millones de euros para evitar el colapso. Por su parte, el Banco Nacional de Ucrania también anunció en 2009 vivir una situación cercana a la bancarrota, por lo que solicitó un crédito de 16.400 millones de dólares al FMI para apuntalar su economía.