Las compras a plazos se han convertido en un mecanismo habitual para la compraventa. Lejos quedó el tiempo en que esta modalidad servía únicamente para adquirir artículos onerosos como coches o inmuebles; hoy en día, mediante el pago a plazos se puede comprar casi cualquier cosa. Por eso, cada vez son más frecuentes casos como el del ayuntamiento de Baracaldo (Vizcaya), que facilita a los vecinos el pago a plazos de los impuestos municipales u otros como el de Murcia, donde cerca de un centenar de autoescuelas permiten que sus alumnos paguen la matrícula, las clases teóricas y prácticas a razón de 85 céntimos al día.
«Se fía»
En épocas de penuria económica la necesidad de pagar a plazos se hace aún más necesaria, y son muchos los que recurren a modelos de pago si no desaparecidos, sí en desuso. Uno de ellos, un procedimiento informal de otorgamiento de crédito sin ningún tipo de garantía ni reconocimiento por parte de la ley, es el tradicional “fiado”, que sigue vigente en comercios pequeños de barrio.
La supervivencia de su uso (intensificado en épocas de crisis) se debe a que es tanto una transacción comercial como la expresión de un vínculo entre vecinos, basado íntegramente en la confianza mutua entre vendedor (que se arriesga a no cobrar) y comprador (que puede dejar la cuenta de la deuda en manos del comerciante).
Letras de cambio y pagarés
Otra modalidad para comprar en plazos es la letra de cambio, un documento mercantil emitido por el Estado mediante el cual una persona o entidad (el librador) ordena a otra (el librado) el pago de una suma de dinero en un determinado plazo.
Durante cientos de años (comenzó a utilizarse en la Edad Media) fue el principal instrumento financiero, y continúa utilizándose para transacciones entre empresas ya que una de sus características es que opera sin intervención bancaria. Actualmente existen comercios que permiten a sus clientes pagar los productos en varias letras, una por cuota.
El fiado es tanto una transacción comercial como la expresión de un vínculo entre vecinos que se basa en la confianza mutua
La información que debe consignar la letra de cambio para ser considerada válida incluye los datos del librador, el librado y el avalista (la persona que oficia de garante, aunque no es obligatorio que haya una) la suma a pagar, la fecha de vencimiento y el lugar de pago (generalmente, la dirección del comercio o entidad que figura como librador). Desde el momento en que firma la letra, el librado se convierte en “aceptante”, es decir que asume un compromiso legal para con la deuda contraída.
Hay diferentes tipos de letras, en función del día en que vence la obligación. Las más utilizadas son las letras “a día fijo” (deben ser pagadas en el día exacto que se indica en el documento); también pueden ser “a un plazo desde la fecha” o “a la vista” (vencen en el momento de su presentación al pago, que deberá hacerse dentro del año siguiente a su libramiento). En caso de no cancelarse la deuda en fecha, la ley prevé procedimientos para el pago de la obligación y, eventualmente, habilita el inicio de acciones legales, en las que el librado tiene todas las de perder.
El pagaré es un documento que consiste en la promesa pura y simple de pagar una determinada suma de dinero a su tenedor en un futuro determinado (generalmente a corto plazo). Las diferencias con la letra de cambio radican en que no es emitido por el Estado sino por empresas y particulares, y quien lo emite es el deudor y no el acreedor. Por lo demás, las figuras que intervienen (librador, librado, avalista), los datos a consignar y el procedimiento en caso de no concretarse el pago son los mismos que en la letra de cambio.
La normativa que regula la utilización de los pagarés y letras de cambio es la Ley Cambiaria y del Cheque.
El socorrido dinero de plástico
El mayor incentivo para usar tarjeta de crédito es que brinda la posibilidad de fraccionar el coste del producto adquirido y pagarlo en varios meses (2, 3, 6, 12, 24, 36, y más), siempre y cuando el importe no supere el límite mensual establecido en el contrato. La otra gran ventaja de la tarjeta es que se pueden realizar compras y disponer de efectivo en cualquier país en que opere la compañía que la emite.
El principal incentivo para usar tarjeta de crédito es que brinda la posibilidad de fraccionar el coste del producto adquirido y pagarlo en varios meses
El uso de la tarjeta de crédito se ha extendido tanto que mucha gente no sabría administrarse sin ella. Para algunos productos o servicios, como los vuelos de bajo coste o el alquiler de automóviles, resulta indispensable. De todos modos, en España el índice de uso de tarjetas de crédito es uno de los más bajos de Europa, y las compras con tarjeta representan sólo un 16% del consumo en los hogares, a pesar del alto número de tarjetas activas en el país”. En Francia, por ejemplo, el mismo indicador asciende al 60%. Una de las causas radica en que España cuenta con el índice más alto de cajeros por habitante de Europa, y la mayoría de la población prefiere extraer efectivo antes que pagar con la tarjeta porque así controla mejor sus gastos.
En todo caso, los bancos procuran estimular su utilización, ya que perciben comisiones con cada pago que se hace con ellas. El principal riesgo que supone la tarjeta de crédito es que resulta demasiado fácil gastar: hay usuarios que pierden de vista el hecho de que el dinero del que disponen no es suyo, lo que les lleva a realizar compras por encima de su capacidad económica. Esta circunstancia también puede ser un negocio para los bancos, que cobran intereses por las demoras en los pagos (entre 12% y 25% anual), y que aumentan exponencialmente mientras la deuda no sea cancelada.
A la hora de elegir una tarjeta, no conviene aceptar la primera que a uno le ofrecen. Es preferible estudiar las ofertas del mercado y comparar los siguientes indicadores:
- Comisiones (emisión, renovación y tenencia de la tarjeta, retirada en efectivo y transferencia de fondos, etc.).
- Intereses (sobre las compras y sobre demoras en el pago).
- Periodo de gracia (en el que se puede realizar cargos sin que se cobren intereses).
- Descuentos y beneficios.
Para tener una idea general del coste de una tarjeta de crédito conviene averiguar su índice TAE (Tasa Anual Equivalente), un porcentaje que se calcula teniendo en cuenta comisiones, gastos e intereses.