Endeudamiento máximo
No hace muchas décadas, solicitar un préstamo al banco era casi una deshonra familiar. Así, cuando alguien mayor relata cómo compró su primera casa o su primer coche lo primero, o quizá lo segundo, que dice es: “Y se pagó al contado, nada de pedir créditos”. La solución era sencilla: cada persona compraba lo que podía pagar. Sin embargo, con el tiempo la mentalidad ha cambiado casi al mismo ritmo en el que los créditos se pedían y se concedían.
Al término de 2007, la deuda por tarjetas de crédito y créditos rápidos representaba el 27% del pasivo total de los hogares, según cifras del Banco de España. El Servicio de Estudios de Caixa Catalunya prevé que el endeudamiento de las familias españolas alcance el 143% de su renta disponible en lo que resta de año. La entidad catalana considera que estar por encima del umbral del 140% es un valor de endeudamiento máximo. El índice sitúa a nuestro país casi al mismo nivel de la deuda asumida por los hogares de Gran Bretaña y Estados Unidos, donde la crisis está mostrando peores perspectivas, con un porcentaje que oscila entre el 140% y el 145% de la renta disponible.
Al término de 2007, la deuda por tarjetas de crédito y créditos rápidos representaba el 27% del pasivo total de los hogares
Los datos del paro no son mejores. El número de desempleados ha experimentado un repunte casi histórico -según la última actualización del INEM 2.625.368 de personas forman parte de sus listas-, y la calidad de los contratos empeora. Así es que, endeudados, con no muy buenas perspectivas laborales y sin visos de que el fin de la crisis se encuentre a la vuelta de la esquina, ¿cuál es la solución para muchos hogares? Tirar de tarjeta de crédito ante la falta de liquidez de sus bolsillos y de sus cuentas. Pero, aunque utilizar la tarjeta para pagar a plazos es una opción tentadora, es necesario conocer los intereses que aplicará la entidad en caso de que haya retrasos en algún pago
Más tarjetas que nunca
Existen dos grandes familias de tarjetas bancarias, y prácticamente tan sólo un dato las hace diferentes: la posibilidad de financiar los pagos que con ellas se hacen. Por un lado, están las tarjetas de débito que se emplean para sacar dinero en metálico, preferiblemente, de los cajeros de la propia red de la entidad emisora. Además, con ellas se puede abonar el importe de las compras que se realicen en cualquier establecimiento. De esta manera, las tarjetas de débito vienen a sustituir el dinero que el titular tiene en la cuenta asociada a la tarjeta y, en ningún caso, se puede pagar una compra con ellas si el saldo de la cuenta está agotado ya que, como tal, la tarjeta no tiene asignada ninguna cantidad a crédito. Por el contrario, las tarjetas de crédito sí lo permiten; su entidad emisora concede un importe de crédito al titular para que éste disponga de ese dinero cuando así lo desee.
Por lo tanto, este tipo de tarjetas permite financiar a plazos las compras que se realicen a través de ellas en diferentes modalidades. El titular ha de elegir entre una cuota fija o una variable al mes para hacer frente a los pagos fraccionados. La entidad que emite la tarjeta responde económicamente a esos pagos y más tarde se los cobra al titular de la misma, según la modalidad de pago convenida entre ambas partes, más un interés variable en un plazo determinado. En la mayoría de los casos, lo que se gasta en un mes se repone al empezar el otro sin hacer frente a los intereses.
El número de tarjetas de crédito que circulan asciende a los 44,78 millones, casi un 10% más respecto al mismo periodo del año pasado
No es del todo descabellado pensar que la crisis económica podía haber parado en seco la emisión de tarjetas de crédito, o que su uso podía ser más moderado. Sin embargo, el boom que ha ido experimentando la emisión del dinero de plástico en los últimos años no es que no se haya visto refrenado, sino que continúa su trayectoria ascendente. Según los últimos datos del Banco de España, proporcionados por las redes de tarjetas, en el segundo trimestre del año el número de tarjetas de crédito que circulaban ascendía a los 44,78 millones, casi un 10% más respecto al mismo periodo del año pasado. Mientras, las de débito presentan desde el año 2005 un crecimiento que se ha estancado en los 31 millones. Si la progresión de crecimiento de las tarjetas de crédito sigue como hasta ahora, al término del año habrá tantas tarjetas circulando como habitantes censados tiene España, es decir unos 46 millones. Su uso, obviamente, también ha aumentando, ya que el número de operaciones que se han realizado con ellas en lo que va de año es de 964.545, cifra que supone un crecimiento interanual del 10,47%.
Evitar situaciones «incómodas»
Lo más peligroso es emplear las tarjetas de crédito obviando que, al igual que todo dinero prestado, hay que devolverlo, y que cuanto más se aplace su devolución más grande será el agujero en la economía doméstica. Para que la tarjeta de crédito no condene al consumidor a vivir en una espiral de números rojos, lo más recomendable es hacer un uso racional de este instrumento de pago.
- Antes de contratar cualquier tarjeta de crédito o de utilizar la que tiene, debe conocer qué tipo de interés se aplicará ante un retraso en los pagos mensuales de la tarjeta.
- Más importante aún es que el consumidor sea cauteloso en su uso y tome conciencia de que tener una tarjeta de crédito no equivale a una hucha. Por eso, si se tiene la necesidad verdadera de adquirir un artículo, lo mejor será hacerlo a medio plazo para que en ese tiempo se pueda ahorrar parte del importe total o pagarlo al contado.
- Otra de las medidas preventivas que se aconseja tomar es la de limitar o rebajar la disponibilidad mensual de crédito de parte o de todas las tarjetas que se posean.
- También es recomendable conocer que en el mercado existen tarjetas de crédito que se bloquean y no se pueden utilizar si no se pagan a tiempo los impagos retrasados que se hayan originado con ella.
¿Qué hace el banco?
Todas estas medidas son aconsejables para evitar entrar en un círculo de impagos y retrasos. Y es que, tal y como reflejan los últimos datos publicados por el Banco de España, lo más normal es que se tenga más de una tarjeta de crédito. Las posibilidades de caer en la tentación de pagar algo con las tarjetas aun no teniendo ese dinero se multiplican, como aumenta el riesgo de que la deuda contraída con ellas aumente hasta que la situación sea asfixiante.
Un crédito se contabiliza como moroso en el momento en el que han transcurrido 90 días desde el primer impago
De acuerdo con los criterios del Banco de España, un crédito se contabiliza como moroso en el momento en el que han transcurrido 90 días desde el primer impago. Pero las tareas de recuperación del dinero comienzan mucho antes de que ese periodo de tiempo se agote. Lo más usual es que la propia entidad, a través de llamadas telefónicas, se ponga en contacto con su cliente deudor para informarle de la situación. Una de las soluciones es “que el propio banco o caja confeccione con su cliente un plan escalonado para la recuperación de su deuda”, como aconsejan desde la Asociación de Usuarios de Bancos y Cajas (ADICAE).
Otra fórmula que se emplea cuando existen diversos créditos pendientes -no sólo de las tarjetas, sino también de préstamos personales o al consumo-, y ante el riesgo de que los impagos se produzcan, es la de la reunificación de deudas. Lo que se hace es sumar el capital total que se debe y se contrata una primera o segunda hipoteca con su correspondiente plazo de amortización. De esta forma, se pone freno a los intereses que se producen cada mes que el impago tiene lugar y se pone, al menos, un fondo al pozo de la deuda contraída.