Los bancos han puesto de moda en sus sucursales un nuevo producto al que no tenían acostumbrados a los pequeños inversores: el pagaré bancario. Hasta hace poco, el depósito se comercializaba como el instrumento “estrella”, adecuado para los usuarios de más bajo perfil de riesgo. Sin embargo, desde finales del año pasado, muchas de las nuevas promociones tienen como protagonista al mencionado pagaré bancario, que brinda una elevada rentabilidad. En muchas ocasiones, se coloca como sustituto del depósito. No obstante, sus riesgos son mayores, lo que hace fundamental conocer bien su funcionamiento antes de suscribirlo. A continuación relatamos sus principales puntos débiles… y sus puntos fuertes.
Debilidades de los pagarés
Es un producto de renta fija.
El pagaré bancario es un producto de renta fija, en este caso privada, ya que el emisor es una entidad bancaria. Su funcionamiento, por tanto, se parece más al de una Letra del Tesoro, que al de un depósito bancario. Ser un título de renta fija implica que, tras su emisión en el mercado primario (es decir, después de colocarse en las sucursales bancarias), pasa a negociarse en el mercado secundario de renta fija (denominado AIAF). Si el inversor decidiera rescatar su dinero antes de vencimiento, debería acudir a este mercado, de dinámica similar al de la Bolsa. Pero en ese caso, deberá atenerse a los precios de cotización de su título, que pueden ser inferiores a los de la compra, esto es, asumiría pérdidas.
El mercado secundario de renta fija es similar a la Bolsa, lo que implica que los activos que cotizan en él (pagarés, Letras del Tesoro, bonos, cédulas hipotecarias…) reflejan continuos altibajos. Puede subir y también bajar.
El apellido «renta fija» puede resultar confuso. En realidad, muchos inversores consideran que si invierten en un título de esta categoría, no perderán dinero. Pero no es así. No perderán si se mantienen a vencimiento. Si deciden o necesitan recuperar su dinero antes de tiempo, las posibilidades de pérdida son elevadas, sobre todo en estos momentos de continuos vaivenes e incertidumbres económicas.
Buena prueba de ello está en los ejemplos actuales: varias emisiones de pagarés de Banco Popular, Banco Sabadell y CaixaBank cotizan en el mercado secundario al 98% de su valor nominal, lo que implica que el inversor debería asumir una pérdida del 2%. Sin embargo, también puede ocurrir lo contrario: algunos pagarés de Santander cotizan en estos momentos al 101% de su valor nominal, por encima de su valor de colocación en el mercado primario. En cualquier caso, hay que tener en cuenta las comisiones de venta anticipada.
Baja liquidez.
El pagaré cotiza en el mencionado mercado secundario. No obstante, es un mercado con baja liquidez y escasa negociación en el ámbito de inversores particulares. Esto implica que si un inversor necesita el dinero antes de vencimiento y acude al banco a vender su pagaré, lo más frecuente es que no le garanticen la contrapartida para ese mismo día de solicitud, sino para pasados varios días o, incluso, semanas. En los depósitos, sin embargo, no sucede esto. Si un inversor decide reembolsar su dinero antes de tiempo, el banco solicita la cancelación de forma instantánea.
Para solicitar el reembolso anticipado, la única opción que puede contemplar el inversor es acudir a su entidad para que actúe como intermediario y le encuentre contrapartida (comprador) para sus títulos. No obstante, esto es difícil. Los pagarés se negocian en el mercado bilateral AIAF, que no cuenta con un sistema electrónico de precios que registre periódicamente los potenciales compradores o vendedores y los precios a los que están dispuestos a hacer las operaciones. Al ser un mercado bilateral, la entidad deberá buscar comprador mediante llamadas de teléfono, contactos… La venta de un pagaré antes de tiempo podría compararse con la venta de un piso.
A expensas de la economía.
Al cotizar los pagarés en el mercado de renta fija, la fluctuación de precios está a expensas de la actualidad económica. En las subidas o bajadas de sus precios influyen los incrementos o decrementos de los tipos de interés, los datos macroeconómicos publicados y las perspectivas futuras y, también, la prima de riesgo. En los últimos dos años, este factor ha tomado relevancia en el mercado. Tanto la Bolsa como los títulos de renta fija caen casi siempre que sube la prima de riesgo española (que mide la diferencia entre lo que el mercado exige pagar al Tesoro Público por colocar sus activos de deuda y lo que pide al alemán, considerado de referencia en Europa).
Comisiones de cancelación.
En los pagarés, las comisiones son otro inconveniente cuando se decide rescatar el dinero antes de tiempo. Si se mantiene a vencimiento, las entidades no cobran nada ni por mantenimiento ni por suscripción o reembolso. Sin embargo, si el cliente quiere su capital antes de vencimiento, pueden aplicar varias tarifas: por la venta del título en el mercado secundario y por la cancelación anticipada.
Estas comisiones pueden suponer hasta un 2% de lo invertido. En los depósitos, sin embargo, el Banco de España prohíbe a las entidades que sus comisiones superen a los intereses pactados. Es decir, si un cliente quiere su dinero antes de vencimiento, nunca le podrán cobrar en comisiones más de lo que haya ganado en rentabilidad. Con un depósito clásico (no estructurado), el cliente nunca puede perder dinero. En pagarés, sin embargo, sí.
Sin garantía de ningún Fondo público.
Otro de los principales inconvenientes de los pagarés es que no están adheridos a ningún Fondo de Garantía de Depósitos ni de Inversiones. En caso de quiebra de la entidad, los inversores serían acreedores ordinarios, pero su inversión no estaría cubierta en ningún porcentaje.
Los depósitos, sin embargo, están garantizados hasta 100.000 euros por titular y entidad por el Fondo de Garantía de Depósitos.
Fortalezas de los pagarés
Los pagarés también registran diversas ventajas, que pueden atraer a los inversores. Veamos algunas:
Rentabilidad.
Es, sin duda, el aspecto más llamativo y que más puede inclinar a un inversor hacia estos activos. Los grandes bancos españoles están inmersos en una gran batalla por captar ahorro de particulares, que se libra, en particular, en el ámbito de los pagarés. Hoy se brindan productos con tipos de interés anuales de hasta el 4,5%, una rentabilidad muy atractiva, que supera con creces a la Letra del Tesoro (al 1,89%, según datos de la última subasta) y a los depósitos bancarios (que de media ofrecen un rendimiento del 2,7%, según los últimos datos del Banco de España).
La rentabilidad es real, siempre que el inversor se mantenga a vencimiento. En ese caso, se recogería el capital invertido más los correspondientes intereses. Una inversión en pagarés de 10.000 euros al 4% supondría unas ganancias brutas de 400 euros para el inversor. A esta cantidad habría que restarle la retención de Hacienda (del 21% en el territorio general, es decir, de 84 euros en el caso comentado). Si se mantiene el dinero a vencimiento, sí pueden considerarse como un producto de bajo riesgo. La rentabilidad y devolución del capital están en ese caso garantizados por la solvencia de la entidad.
Producto a corto plazo.
Los pagarés son instrumentos bancarios que se emiten con plazos de inversión relativamente cortos, desde un día hasta 18 meses. Los más habituales y contratados son los pagarés a seis meses o un año. Esta característica los convierte en otro producto interesante para el momento actual. Lo mejor, en cualquier caso, es ajustar las necesidades de liquidez al plazo del pagaré.
Pocas cláusulas.
Los pagarés son un producto bastante transparente. En la renta fija, figuran como los más recomendados, por detrás de las cédulas hipotecarias. En particular, los pagarés no cuentan con cláusulas enrevesadas, como sí tienen las participaciones preferentes o la deuda subordinada.
En los contratos de pagarés bancarios no figuran cláusulas que limiten el reparto de la rentabilidad pactada si, entre otros casos, la entidad no alcanza un determinado nivel de beneficios o si entra en pérdidas. Esto sí sucede, sin embargo, en las participaciones preferentes. En los propios folletos de admisión de las entidades, los pagarés se califican como instrumentos de riesgo bajo o medio, pero no alto.
La explicación a la venta actual de pagarés por parte de los bancos hay que buscarla en la entrada en vigor del Real Decreto de junio de 2011, que incluyó modificaciones en los recursos propios y en las aportaciones al Fondo de Garantía de Depósitos (FGD) que deben realizar las entidades financieras españolas. Por aquel entonces, la banca estaba envuelta en una fuerte batalla por captar dinero de depósitos, con rentabilidades que superaban el 4%. Con el ánimo de frenar esta guerra que, por otro lado, podía debilitar financieramente a las entidades y desembocar en problemas de solvencia, el Gobierno decidió poner coto a los extratipos. Desde entonces, todas las entidades que sobrepasaran unos límites fijados en la remuneración de sus depósitos deben pagar más al Fondo de Garantía de Depósitos.
El Gobierno fijó unos baremos en función del euríbor y del periodo de vigencia del depósito. Si una entidad lanza un depósito por encima de estos umbrales, deberá hacer aportaciones extra al FGD. Para los depósitos a tres meses, el límite es igual al euríbor a tres meses más 1,5 puntos. Hoy en día, el límite sería un 2,48%. Para los depósitos desde tres hasta 12 meses, el umbral máximo se coloca en euríbor a seis meses, más 1,5% (hoy, en el 2,77%). Para los depósitos a un año, el límite está en euríbor a 12 meses más un punto porcentual (ahora queda en el 2,83%).
Los pagarés, sin embargo, al no estar adheridos al Fondo de Garantía de Depósitos, no están afectados por la anterior normativa. Por eso, las entidades apuestan ahora por ellos. Hoy, casi todos los grandes bancos españoles comercializan pagarés para particulares. Ofrecen estos instrumentos desde 1.000 euros, a distintos plazos, con rentabilidades que oscilan entre el 3% y el 4,5%.