Las tarjetas bancarias llevan casi 100 años entre nosotros. Esta curiosa forma de pago surgió en 1920, cuando la compañía financiera Western Union entregó a un pequeño grupo de clientes vips una placa de metal que permitía diferir el abono del establecimiento directamente al banco. Para llevar a cabo la transacción, como no existían los datáfonos, se utilizaba una placa que calcaba el relieve de esta placa metálica para su posterior identificación. Por eso, hoy en día casi todas las tarjetas bancarias siguen teniendo sus números en relieve, aunque no sea necesario. Desde aquel año los “plásticos” no han parado de evolucionar hasta ofrecer las formas de pago más sofisticadas, como veremos a continuación.
El olvido que popularizó a las tarjetas bancarias
En sus primeros 30 años de historia estas tarjetas parecían destinadas a los clientes más exclusivos. No fue hasta 1950 cuando un olvido fortuito cambió el rumbo de este método de pago.
En una cena de negocios Frank McNamara, director de la Corporación de Crédito Hamilton, se olvidó su cartera, lo que hizo que tuviese que llamar a su esposa para que acudiese a su rescate. Tal fue la vergüenza que pasó, que se dispuso a buscar un método de pago que le permitiese usarlo en varios establecimientos sin tener que llevar encima el efectivo o la cartera.
Nació así la Diners Club, cuyos socios fueron los dos acompañantes de McNamara a esa cena. Resultó todo un éxito: a final de año, ya alcanzaban los 20.000 socios. Esta fue la primera tarjeta que funcionaba como una línea de crédito en más de una tienda en particular. Diners Club hacía de intermediario, cobrando una comisión por transacción a los restaurantes adheridos y una comisión de mantenimiento de tres dólares al año a sus clientes. Y ese mismo año más entidades financieras comenzaron a ofrecer servicios similares.
Durante los siguientes 20 años, American Express, BankAmeriCard (de Bank of America) y Master Charge (ahora MasterCard) iniciaron alianzas para brindar sus tarjetas. A finales de la década de los 60, más de 1.400 bancos ofrecían alguna. A España este método de pago no llegó hasta 1978 de la mano del actual Banco Bilbao Vizcaya Argentaria.
La historia moderna de las tarjetas de crédito
Los «plásticos» han pasado del calco del relieve de la tarjeta para que quedase constancia de la compra a la banda magnética en 1970, cuando se empezaron a utilizar los datáfonos. La banda magnética ha sido la forma de hacer la transacción más común hasta hace pocos años.
En 2002 comenzó la normativa EMV (Europay, MasterCard, Visa) para implantar un microchip como nueva fórmula para realizar las transacciones con tarjetas, una fórmula mucho más segura cuya completa implementación en toda la Unión Europea era 2010.
En 2015 empezó a implementarse el pago sin contacto en las tarjetas bancarias de nuestro país. Esto consiste en poder llevar a cabo un abono tan solo acercando la tarjeta al TPV, sin tener que introducirla dentro. En estos últimos tres años el uso de las tarjetas contactless ha crecido de manera exponencial. España está entre los países que con más rapidez se ha adaptado a este nuevo modo de pago y donde más usuarios lo emplean.
El presente de las tarjetas
El abono a través del chip EMV o del contactless es la forma más utilizada de realizar transacciones sin efectivo en España, donde más de la mitad de los pagos con tarjeta (57 %) se hace de manera contactless, de acuerdo con un estudio de MasterCard.
No obstante, en la actualidad, las tarjetas se están quedando obsoletas. Con la implementación de la tecnología NFC (necesaria para los pagos sin contacto) a los teléfonos móviles se ha comenzado a popularizar el pago a través del smartphone o bien a través de las aplicaciones bancarias o asociando las tarjetas a Apple Pay o Google Pay, entre otros sistemas.
Esta tecnología también se ha trasladado a infinidad de objetos cotidianos como joyas, pegatinas, relojes, ropa o pines, entre otros, que se ofrecen hoy en día en el mercado.
Además, últimamente también podemos ver cómo la tecnología biométrica se abre paso en el mundo de los pagos sin efectivo. Parece, incluso, que poco a poco sustituirá a las tarjetas bancarias. El pago con la cara, con la huella dactilar o hasta con los latidos del corazón son nuevas tecnologías que ya se implementan en algunos países asiáticos y que están en fase de prueba en España.