Los socorristas son una figura indispensable para el funcionamiento de la mayoría de los centros de ocio veraniegos, aunque cada comunidad autónoma regula las dimensiones y condiciones de las piscinas para requerir de modo obligatorio su presencia. Sus funciones no se ciñen al salvamento en situaciones de riesgo o vigilancia. Sus atribuciones incluyen, además, velar por el cumplimiento de los reglamentos de seguridad, controlar el estado de las instalaciones y hacer valer las reglas de convivencia tanto en piscinas públicas y de comunidades de vecinos, como de hoteles, campings o complejos de apartamentos de alquiler.
Obligatorio tener socorrista
Contratar un socorrista con titulación válida puede implicar una inversión de unos 8.000 euros mensuales. Ocurre que estos profesionales (cuyo título es el de técnico deportivo en salvamento o socorrismo), expedido por las Federaciones Nacional o Autonómicas de salvamento y socorrismo o por Cruz Roja Española, son una pieza fundamental de la vida veraniega.
Hay que contar con un socorrista para piscinas cuya superficie de agua oscila entre 200 y 500 metros cuadrados
Aunque cada comunidad autónoma regula la cantidad de metros de espejo de agua obligatorios para contratar personal especializado, en general, es imprescindible contar con un socorrista para piscinas cuya superficie de agua oscila entre 200 y 500 metros cuadrados. El número de profesionales se incrementa en función de la superficie: dos en piscinas entre 500 y 1.000 metros, y por encima de estas dimensiones se añade uno por cada 500 metros, en la mayoría de los casos. En ocasiones, la profundidad de la piscina también es parte del cálculo para establecer la necesidad de contar con personal especializado.
Amplias funciones
La tarea del socorrista garantiza, además de la seguridad de los bañistas, el funcionamiento del lugar de ocio. Su eficacia en la observación de las normas de seguridad y el reglamento es una pieza clave para aclarar las responsabilidades y resolver los posibles conflictos a causa de accidentes.
Por ejemplo, en caso de daños físicos a usuarios de las piscinas, la ley impone distinguir los daños causados por caso fortuito o por culpa exclusiva de la víctima. De ahí que evitar estas situaciones de riesgo y estar al tanto de los acontecimientos diarios sean parte indispensable de su trabajo, para discernir qué responsabilidad cabe a los propietarios o a los bañistas cuando se presentan problemas por lesiones, secuelas, incapacidades, días de baja o gastos médicos, entre otros.
Por lo general, las funciones propias del puesto superan el salvamento o la vigilancia, en una tarea que demanda un amplio criterio para regular la convivencia de las personas. Sus atribuciones son, de manera habitual, las siguientes:
Permanecer en la zona de baño durante el horario de funcionamiento de la piscina y ser reconocible con facilidad.
Vigilar de manera permanente el vaso de la piscina y sus cercanías para prevenir accidentes.
Aplicar técnicas de primeros auxilios.
Garantizar y colaborar en el traslado de accidentados.
Comprobar el correcto estado de los vasos de agua y de los elementos que afecten al baño (salvavidas, camillas…)
Supervisar que se haga un buen uso de las instalaciones.
Controlar el aforo máximo.
Hacer cumplir de forma rigurosa las normas de seguridad y de comportamiento.
Informar a los superiores de todas las incidencias que afecten a la actividad.
Observar en todo momento el necesario decoro personal y la corrección en la conducta de los usuarios.
Examinar el estado y disponibilidad del botiquín, haciendo un control diario de los elementos que los componen.