Las fobias a los perros son miedos irracionales e intensos. También se puede tener fobia a alguna situación o a otro ser vivo. La teoría más actual sobre el origen de estas se centra en el factor aprendizaje. Es posible que, aunque una persona no haya vivido una experiencia negativa con perros, haya habido a quien, en su infancia, le hayan inculcado un miedo irracional.
En ocasiones, las madres advierten a sus hijos: «Como no te portes bien, el perrito te va a comer». Estas frases, en principio intrascendentes, tienen como fin que el niño obedezca a través del miedo, pero dejan su semilla en el inconsciente. El pequeño no tiene la mente formada y asimila las vivencias de una forma más intensa e irracional.
Cuando se tiene miedo, el cuerpo genera adrenalina y los perros la huelen
Cuando se convierta en adulto, el niño será candidato a tener miedo y animadversión hacia los perros, a menos que, a través de una experiencia personal, compruebe que no hay razón para que sea así. La psicóloga Begoña Gállego cree diferente decir al niño «si no te comes la comida, vendrá el perrito y se la comerá», que «si no haces tal cosa, vendrá el perro y te morderá o se enfadará contigo».
El excelente olfato de los cánidos les permite captar las feromonas olfativas a grandes distancias. Cuando se tiene miedo, el cuerpo genera adrenalina y los perros la huelen. Con gran habilidad, saben descifrar los gestos. Cuando una persona está asustada, sus posturas corporales delatan esta sensación y el perro capta su temor. Entonces se pone nervioso porque se siente amenazado ante la incertidumbre de la reacción de una persona temerosa. El nerviosismo del animal es proporcional al que siente la persona atemorizada frente al perro, y viceversa.
Hay que respetar el miedo de la persona y procurar que se acerque a los perros de forma paulatina para que compruebe que el peligro exagerado e irreal que percibe no es racional. Una buena manera de aplacar el miedo a los perros es conocer la labor social que hacen: ayudan a personas con discapacidad, hay perros de salvamento o canes que sirven como terapia a personas enfermas o ancianas. ¿Cómo podemos sentir miedo de un animal que, en un momento dado, nos puede salvar la vida o procurarnos bienestar?
Diferencia entre miedo y fobia al perro
El miedo es diferente a la fobia. En el primer caso, es una respuesta lógica a un estímulo externo: el hecho de haber tenido una mala experiencia con un perro que nos haya agredido. Esto genera una sensación de inseguridad.
En el caso de la fobia, Begoña Gállego explica: «Es una reacción irracional, que no responde a un proceso lógico, porque no hay una causa que lo desencadene». Indica que algunas personas, incluso, con solo ver la foto del animal del que tienen fobia sienten rechazo y miedo».
Lo mejor, si se puede hacer, es tener un perro desde cachorro. De este modo, la persona con fobia o miedo puede participar en su evolución, cuidarlo, convivir y encariñarse con el perro. El animal pasa de ser un extraño al que temer, a ser un miembro más de la familia a quien querer, apreciar y respetar. Gállego añade: «Los cachorros causan reacciones diferentes porque despiertan el instinto de protección, incluso, en personas a quienes no les gustan los perros».
Si se aportan refuerzos y experiencias positivas con los perros es posible que, con tiempo y paciencia, se disipen los temores. Aunque conseguirlo es un proceso y requiere paciencia, esfuerzo y capacidad de superación.
La educación de los niños
La más recomendable para evitar el miedo a los perros es prevenir su desarrollo desde la infancia a través de una correcta educación de los niños.
La mejor forma de evitar el miedo a los perros es prevenir su desarrollo desde la infancia
Hay que enseñar a los más pequeños a acercarse a los perros sin miedo, pero con información sobre cómo hacerlo. De esta manera, cuando sean adultos podrán disfrutar de la relación con unos animales que les pueden aportar experiencias muy positivas.
Cómo acercarse a un perro
Lo niños deben saber cómo acercarse a un perro. Es un aprendizaje que podrá aplicar el resto de su vida en lo que respecta a la relación con los perros. Hay que seguir ciertas pautas como:
- No acercarse corriendo o gritando, sobre todo, si el perro no nos conoce. El can se puede asustar y no saber cómo reaccionar frente a una persona que se acerca así.
- Antes de acariciar a un perro que no se conoce, pedir permiso al dueño para hacerlo. Él mejor que nadie nos podrá decir si el perro es tolerante con los extraños.
- La forma de aproximarse a un perro es: con la palma de la mano extendida hacia arriba, agachado, hablarle con suavidad y sin mirarle de manera directa a los ojos. Se puede dejar al perro que nos olisquee unos segundos antes de entablar contacto.
- Si se desconoce al perro, no se le deben acariciar las orejas, el cuello, el morro o la cola, ya que son los puntos débiles donde su enemigo atacaría. Lo recomendable es acariciarle el lomo con suavidad.
- Si se pretende huir de un perro, lo último que se debe hacer es correr delante de él. El animal perseguirá a la carrera a quien huye de él. Esta reacción se puede deber, sobre todo si es un cachorro, a que quiere jugar a alcanzar a quien corre delante de él.
Intentar racionalizar el miedo y detectar de dónde proviene.
Procurar tener un acercamiento progresivo a los perros para superar barreras.
Si hay posibilidad de atenderlo bien y no es un miedo insuperable, conviene lanzarse a tener un perro, siempre que se pueda cuidar junto con otros miembros de la familia.
Educar a los niños en el respeto y tolerancia con los perros. No utilizar a los animales para inculcarles miedo o amenazarles.
Informarse sobre cómo son los perros: las labores sociales que realizan, cómo se relacionan o cuáles son sus necesidades.