Si las gallinas viven y se alimentan bien, los huevos tendrán mejor calidad y sabor, nos decimos. De hecho, el bienestar animal es una demanda creciente entre los consumidores, que cada vez valoran más estos productos. “Un animal goza de buenas condiciones si está sano, cómodo, bien alimentado, se siente seguro, puede expresar formas innatas de comportamiento y no padece sensaciones desagradables de dolor, miedo o desasosiego”. Así define la Organización Mundial de Salud Animal el trato digno en las explotaciones ganaderas. Preguntamos a los expertos para entender qué es el bienestar de los animales de granja y cómo identificar alimentos que lo respeten.
No se trata de un concepto nuevo. Desde principios del siglo XXI, el bienestar animal se contempla en la legislación española, que establece medidas concretas en instalaciones, habitabilidad, alimentación, trato, transporte y sacrificio. Según el Consejo General de Colegios de Veterinarios, la normativa española está a la altura de los países europeos más avanzados en la materia. Este mensaje tiene su peso, ya que organismos especialistas como el Instituto de Investigaciones y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) o NEIKER-Tecnalia recuerdan que, en cuestión de seguridad alimentaria y bienestar animal, Europa es la región más avanzada del mundo.
Sin embargo, la normativa va por detrás de una conciencia social cada vez más sensible con el derecho de los animales a una vida digna. El 94 % de los españoles considera importante o muy importante el bienestar de las especies de granja, según el último Eurobarómetro (2016).
En ese contexto, la Unión Europea ha desarrollado proyectos como Welfare Quality (WQ) y Animal Welfare Indicators (AWIN) para impulsar tanto la investigación sobre bienestar (más de 40 universidades y laboratorios integrados) como medidas que van más allá de la legislación en toda la cadena alimentaria. Cada vez más empresas se suman a esta tendencia, que incluye certificaciones como Certicar y AENOR. «El sello acredita la preocupación de un ganadero por el cuidado de los animales y las buenas prácticas, en sintonía con los actuales valores sociales», explica David Verano, director de Industria Agroalimentaria y Distribución de AENOR.
¿Así estaría una vaca en el campo?
Los protocolos como WQ y AWIN parten del mismo principio recogido en las leyes española y comunitaria: asegurar una correcta alimentación, una buena salud, un alojamiento adecuado y un comportamiento apropiado. Pero pone el foco en este último como medida de los anteriores. Es decir, no solo inspecciona las instalaciones y su habitabilidad, sino que analiza en detalle el estado físico y emocional de los animales junto con la forma en que interactúan, para comprobar que esas instalaciones en realidad facilitan una buena calidad de vida. Según especialistas como NEIKER-Tecnalia y el IRTA, las granjas que aplican estas medidas reducen la necesidad de usar medicamentos para prevenir o curar enfermedades. Un menor nerviosismo en los animales mejora sus sistemas inmunitarios y su estado físico general.
Con ese objetivo, los auditores de los protocolos analizan parámetros como la calidad de pasto, piensos y agua y el porcentaje de animales que están fuera del área de descanso (lo que podría indicar que no cumple su cometido), el nivel de suciedad o si existen heridas, inflamaciones, diarreas, tos o secreciones, así como la ausencia de parásitos y depredadores en la zona.
Resulta fácil pensar que especies con miles de años de producción y selección genética muestran una conducta domesticada, pero en realidad es parecida a la que expresarían en libertad. Por eso, el protocolo analiza gestos como la jerarquía entre individuos, si se molestan entre ellos o hay enfrentamientos, cómo responde el instinto de una gallina ante ruidos desconocidos e incluso el tiempo que tarda un animal en tumbarse, pues si una vaca emplea más de seis segundos, es señal de alarma.
Imagen: Pixabay
Publicidad y envases
La creciente sensibilidad de los ciudadanos ante el maltrato animal ha hecho que muchas marcas incorporen en sus envases y anuncios eslóganes sobre esta materia. Muchos de estos mensajes están avalados con los distintos certificados y organismos de control, sin embargo, otros se reducen a una simple estrategia de márketing.
«No me gustan los que hablan de animales felices, sean gallinas o koalas, pues primero deberíamos definir qué es la felicidad y después objetivizar su evaluación, cosa que no hemos conseguido todavía ni en humanos», opina Antoni Dalmau, doctor en veterinaria e investigador del IRTA.