Transformar las ciudades para que reduzcan su huella ecológica, sean más habitables y sus ciudadanos más felices, pero sobre todo, para hacer frente a los problemas que se avecinan en los próximos años, especialmente el pico del petróleo (el momento en el que la producción mundial comenzará su declive irreversible) y el cambio climático, es el objetivo principal de las “ciudades de transición”, un concepto que ya se está siguiendo en diversas poblaciones de todo el mundo.
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Las actuales ciudades han crecido espectacularmente en las últimas décadas gracias principalmente a un petróleo barato y al aprovechamiento exhaustivo de la naturaleza a escala mundial. Sin embargo, este modelo no es sostenible porque dichos recursos son finitos y su sobreexplotación está provocando graves impactos ambientales.
Basándose en esta premisa, el movimiento de las ciudades de transición, creado en 2005 en el Colegio para Adultos de Kinsale (Irlanda), defiende que las urbes pueden reducir su gasto energético y aumentar la producción local de recursos. De esta manera, al ser más autosuficientes, sus habitantes podrán resistir y recuperarse con más garantías de cualquier crisis energética, alimenticia o económica, como la escasez repentina de alimentos, el fuerte incremento de los precios de los bienes de primera necesidad o de los combustibles, o los efectos del calentamiento global. Además, podrán vivir de manera menos estresada y en un medio ambiente más cuidado y armónico.
Los habitantes de Totnes tienen una moneda complementaria, promueven el comercio local, plantan árboles productivos o asumen medidas de eficiencia energéticaLa idea fue llevada a la práctica en 2006 por el experto en permacultura Rob Hopkins, que logró en su ciudad natal, Totnes (Inglaterra) convencer a sus dirigentes de las ventajas de asumir este nuevo modelo. De hecho, en la actualidad esta localidad británica cuenta con varios grupos de trabajo y proyectos en marcha, entre los que destacan una moneda complementaria (la libra de Totnes) para promover el comercio local, la plantación de árboles productivos por sus habitantes, la asunción de medidas para mejorar la eficiencia energética en los hogares, o una red de productores de alimentos locales.
En este sentido, Hopkins destaca la importancia fundamental de los consumidores para el éxito de esta transición, ya que en su opinión los movimientos ambientalistas de las últimas décadas, basados en las protestas, son inadecuados e insuficientes para el reto actual de la energía y el calentamiento global. Y también apela a aprender de la historia y de las generaciones más veteranas: en el pasado, antes de la era de petróleo barato, la gran parte de los bienes de primera necesidad se producían en la mayoría de las propias ciudades o sus alrededores, y sus habitantes eran conscientes de que hacer un uso eficiente de los recursos locales les permitía defenderse de desastres naturales, escasez de bienes o guerras.
Por otra parte, sus impulsores asumen que la mayoría de las personas viven y vivirán en los grandes y pequeños núcleos urbanos, por lo que es en ellos donde hay que buscar soluciones. Por ello, aunque pudiera parecer que este modelo sólo es viable para pequeños pueblos o aldeas, algunas grandes ciudades, como la británica Bristol, con sus 400.000 habitantes, también forman parte de la Red. Para ello, sus impulsores consideran a esta gran urbe como una red con sus diferentes barrios, cada una con su propio proceso de transición, de manera que puedan llegar a ser localmente autosuficientes. Por su parte, estos barrios o «aldeas de transición» aportan su contribución de un plan para toda la ciudad, la cual, a su vez, dará apoyo a dichas «aldeas».
Un movimiento local que ya es mundial
Hoy por hoy, el movimiento se ha consolidado en la Red de Transición que agrupa a 126 ciudades, barrios e islas de Reino Unido, Irlanda, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Australia, Chile, Japón, Italia, Alemania, Holanda y Canadá. Además, según sus responsables, más de 600 comunidades de todo el mundo se han puesto en contacto con ellos para formalizar su adhesión a la red.
La Red agrupa a 126 ciudades de todo el mundo, y más de 600 comunidades se han puesto en contacto con ellosEn España, todavía ninguna ciudad forma parte de esta red, pero varios colectivos de Gijón, Oviedo, Girona, Sabadell, Barcelona, Tarragona, Las Rozas (Madrid), Sevilla, Estepona (Málaga) y Cádiar (Granada) han hecho saber su interés por integrarse en esta transición. Asimismo, diversas personas han puesto en marcha una red social en Internet para impulsar este movimiento en España, y por ejemplo, ofrecerán una conferencia en la Plaza María Pita de A Coruña a finales de enero.
Por su parte, como organización independiente aunque con objetivos similares, el Post Carbon Institute defiende en Estados Unidos las denominadas «ciudades post carbono«, y ha publicado un libro, «Ciudades Post Carbono: Planeando la incertidumbre de la Energía y el Clima» con el que insta a las instituciones locales a tomar decisiones en este sentido.
Hopkins propugna que cualquier comunidad humana, ya sea una ciudad, un municipio, un pueblo, una isla, etc., puede disminuir su gasto de energía y recursos mediante un adecuado plan para ello, lo que le permitirá ser más resistente a posibles problemas externos y convertirse en un lugar más agradable donde vivir. En este sentido, denomina más genéricamente a este movimiento “iniciativas de transición”.
El plan consiste en lo que denomina Hopkins “12 pasos hacia la transición”, que pueden resumirse de la siguiente manera: para empezar, se crea un grupo de trabajo organizado que se responsabilice de la puesta en marcha de la idea y sensibilice al resto de la población. Dentro de este grupo se formarán equipos que puedan llevar a cabo proyectos concretos centrados en diferentes aspectos del proceso, como alimentación, transporte, energía, residuos, etc. Posteriormente, una vez de que estén consolidados los grupos, contactarán con la Administración local, para que colabore y forme parte de la iniciativa, y crearán un “Plan para el Declive Energético” para reducir la huella de carbono.