Los niños de la actualidad pasan la mitad del tiempo jugando al aire libre que sus padres cuando tenían su edad, según un estudio reciente. Varios expertos apuntan las consecuencias negativas para la salud del denominado “déficit de naturaleza” que sufre en la actualidad la población, en especial los más pequeños. Este artículo señala que los niños están cada vez menos en la naturaleza, por qué esto no es bueno y cómo evitarlo.
Los niños están cada vez menos en la naturaleza
Los niños actuales juegan de media unas cuatro horas a la semana, en comparación con las 8,2 horas semanales de sus padres en su infancia. Así lo señala un estudio publicado por la National Trust, una fundación británica creada en 1895 para conservar y revalorizar los lugares de interés histórico y natural.
«Vivimos con un trastorno por déficit de naturaleza», reconocen los expertosLa investigación, en la que participaron 1.001 padres con hijos de edades entre 4 y 14 años, destaca también que mientras más de cuatro quintas partes (83%) de los encuestados piensan que es importante que sus vástagos aprendan a utilizar la tecnología, nueve de cada diez reconocen que lo es que sus pequeños tengan una conexión con la naturaleza y que jugar al aire libre lo es para su desarrollo.
«En los últimos 15 o 20 años no han dejado de publicarse estudios que alertan sobre este alejamiento de la naturaleza en la infancia: el 76% de su tiempo pasan sentados o acostados, unas 20 horas diarias en lugares cerrados, entre cuatro y siete horas diarias enchufados a las pantallas, etc.», apunta Heike Freire. Esta psicóloga, filósofa y autora del libro ‘Educar en verde’, afirma que «en mis talleres, cuando los padres toman conciencia de las diferencias entre la mayor parte de sus infancias y las de sus hijos, la primera reacción es desear ofrecerles esas vivencias».
José Antonio Corraliza, catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad de Córdoba, subraya que «la agenda infantil está muy cargada de actividades en interiores y descienden alarmantemente en exteriores, no solo en la naturaleza, sino también en parques y otros espacios verdes cercanos».
Por qué no es bueno
«Vivimos con un trastorno por déficit de naturaleza», asegura Corraliza. «Se ha estudiado en especial en niños y está vinculado a varios problemas de salud y bienestar, como el incremento de la obesidad, enfermedades neumónicas y respiratorias, trastornos por déficit de atención e hiperactividad o falta de vitaminas esenciales«, describe.
Freire explica que «como especie hemos surgido de un medio natural al que nuestros organismos se han adaptado a lo largo de cientos de miles de años. La naturaleza no es un decorado en el que nos movemos, es un medio vivo e inteligente que está también dentro de nosotros. Es el entorno que mejor nos ayuda a crecer. Pero en los últimos 50 o 60 años nos hemos alejado de manera progresiva y hemos construido ambientes cada vez más artificiales que obstaculizan nuestro desarrollo en lugar de apoyarlo».
Cómo evitar el trastorno por déficit de naturaleza
Los expertos consultados ofrecen varios consejos para evitar las consecuencias negativas de vivir alejados de la naturaleza:
- Acercarnos a la naturaleza en un doble sentido. Freire propone salir más al campo, pero también acercar más la naturaleza a las ciudades de diversas formas, como favorecer la conexión con los ciclos naturales (el día y la noche, las estaciones), cuidar de plantas y animales en casas y barrios, pasar más tiempo al aire libre en parques y jardines cercanos, renaturalizar los espacios urbanos y los patios de las escuelas con huertos, granjas, etc., sustituir los «tóxicos y artificiales» parques infantiles por espacios de juego espontáneo al aire libre «donde los niños puedan mancharse, explorar, construir cabañas, tener secretos y crear sus propios mundos a distancia de los adultos». Corraliza pide devolver la importancia de los espacios públicos cercanos al domicilio y para ello solicita reconfigurar los planes urbanos.
- Promover cambios en las agendas infantiles. En opinión del catedrático de la Universidad de Córdoba, «es más importante programar pequeñas actividades diarias que organizar una gran excursión una vez al año a un gran espacio natural». Asimismo, exige acabar con la sobrecarga de los niños, «una de las posibles causas del actual fracaso del sistema educativo. No hay que fatigarlos, sino promover experiencias positivas, se aprende más haciendo que adoctrinando».
- Fomentar hábitos de vida más saludables. Para ello, la autora de ‘Educar en verde’ sugiere adoptar formas de crianza y educación que favorezcan el juego espontáneo al aire libre, la socialización con el grupo natural de niños de distintas edades, la autonomía, el placer de descubrir y aprender por uno mismo en lugar de la continua monitorización y control del aprendizaje, etc.
- Acabar con el «síndrome de los padres paranoicos». José Antonio Corraliza señala a los progenitores que superprotegen a sus pequeños y les alejan del contacto con el exterior: «No se puede garantizar el futuro de los hijos, hay que ir viendo lo que pasa».
- Generar un debate público en torno a la cuestión «¿queremos el estilo de vida actual para los niños?». Según Corraliza, no se está hablando de ello y es algo «que no se puede improvisar».