Especies de gran interés comercial y alimenticio como el bacalao, el besugo o la gamba, y otras no tan conocidas como el brosmio, la brótola de fango, la cherna, la gallineta, el granadero, la maruca o el pez reloj, comparten una cualidad. Viven en aguas profundas y podrían desaparecer ante amenazas como la pesca de arrastre o la contaminación. Y no son las únicas. Los millones de especies abisales, que los científicos empiezan a descubrir, también se encuentran en peligro.
La pesca de arrastre se considera la principal amenaza para estos ecosistemas de las profundidades, sin olvidar la contaminación, la construcción de infraestructuras o la minería en alta mar. Las embarcaciones de arrastre utilizan redes enormes que se llevan todo a su paso. Algunas de ellas son capaces de alcanzar cualquier tipo de lecho marino profundo por muy escarpados o inaccesibles que resulten. Para ello, cuentan con resistentes placas de acero y pesados rodillos. La destrucción del fondo marino deja sin hogar ni recursos a las especies oceánicas que pueblan sus aguas.
Se capturan no sólo las especies comerciales, sino todas las que se encuentran en la zona de arrastreCon esta práctica, la superficie abisal queda dañada y se capturan no sólo las especies comerciales, sino todas las que se encuentran en la zona de arrastre. Se habla de la pesca accidental, o «by catch», como otro de los grandes problemas que afectan a la biodiversidad marina.
Los corales, uno de los seres vivos marinos más amenazados, sufren con especial intensidad este problema. Se calcula que las dos terceras partes de todas las especies de corales conocidas viven en aguas frías profundas. Miles de años de historia de formaciones de arrecifes de corales pueden desaparecer en cuestión de segundos ante el paso de uno de estos buques de arrastre profundo. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha estimado que entre 1990 y 2002, la pesca de arrastre capturó sin ser su objetivo más de dos millones de kilos de corales y esponjas.
En la actualidad, la utilización de este sistema de arrastre profundo representa una pequeña parte con respecto al resto de sistemas de pesca. Se estima que de los más de tres millones de embarcaciones que faenan en todo el mundo, apenas unos centenares de ellas lo utilizan. De los 84 millones de toneladas de peces capturados al año en el mundo, el 0,25% provienen del arrastre en profundidad. Sin embargo, la intensidad y extensión de estas redes provoca que el daño sea muy elevado. Además, a medida que los caladeros mundiales más accesibles disminuyan o se colapsen, el número de este tipo de embarcaciones podría aumentar.
Según Greenpeace, los países implicados en la pesca de arrastre de fondo en alta mar son once, incluido España: Dinamarca (Islas Feroe), Estonia, Islandia, Japón, Letonia, Lituania, Nueva Zelanda, Noruega, Portugal y Rusia.
Los fondos abisales también en peligro
Hasta no hace mucho se pensaba que las zonas marinas más profundas, las abisales, eran un desierto sin vida. Sin embargo, a medida que los avances científicos han permitido su exploración, se ha descubierto que es más bien todo lo contrario. Se calcula que las zonas abisales podrían albergar entre 500.000 y 10 millones de especies, una cantidad comparable a la de las selvas tropicales más ricas del mundo.
Las estructuras geológicas que dan cobijo a esta rica biodiversidad son otro de los grandes tesoros ocultos que empiezan a descubrirse. Se estima que los fondos oceánicos de todo el mundo podrían tener entre 30.000 y 100.000 montes submarinos con alturas iguales o superiores a las de sus homólogas de la superficie terrestre. La dorsal Medio Atlántica, que cruza el planeta desde el Océano Ártico hasta el Atlántico, tiene una extensión cuatro veces mayor que los Andes, las Montañas Rocosas y el Himalaya juntos.
Las especies abisales son más vulnerables a las amenazas que se ciernen sobre ellas: viven en un medio ambiente que apenas sufre alteraciones, su crecimiento suele ser lento y su maduración tardía. Además estas especies suelen ser endémicas (únicas en un sólo lugar): la destrucción de su hábitat puede provocar su desaparición, y con ello, su extinción definitiva.
El reto de descubrir las especies de las profundidades
Las amenazas que se ciernen sobre estos seres podrían acabar con ellos antes de que los científicos puedan llegar a descubrirlos. El estudio de estos ecosistemas ha comenzado hace pocos años y requiere de complejos y caros equipos tecnológicos que no siempre están al alcance de los investigadores. Los expertos señalan que el mar profundo es el mayor ecosistema continuo de la Tierra y el mayor hábitat para la vida, y también el menos estudiado: la gran mayoría de las especies abisales se encuentran sin clasificar.
Es 500 veces más barato conservar un fondo submarino que recuperarloEl Censo de la Vida Marina, una iniciativa en la que participan más de 300 científicos de todo el mundo, incluye entre sus objetivos el acabar con este desconocimiento. En octubre de 2010 se dará por concluido este Censo, tras una década de trabajo. En el mismo se han realizado cinco proyectos en el mar profundo que habrán culminado un total de 210 expediciones. Algunas de ellas serán pioneras, como el primer viaje del mundo para explorar la Cresta Media del Atlántico, al sur del ecuador.
Algunos datos empiezan a conocerse ya y reflejan la enorme biodiversidad que se oculta en aguas profundas. Edward Vanden Berghe, director del Sistema de Información Biogeográfica del Océano (OBIS), ha compilado registros de 5.722 especies a partir de observaciones a profundidades mayores de 1.000 metros, y 17.650 especies de profundidades mayores de 200 metros (límite a partir del cual ya no hay luz para producir fotosíntesis). De los más de 680 especímenes recogidos al sureste del Atlántico, sólo siete se han identificado, es decir, el 99% de ellos fueron nuevos hallazgos para la ciencia.
La recuperación de esta riqueza subacuática es posible, pero para ello hacen falta medidas de restauración muy costosas. La ONG Oceana y la Fundación Banco Santander llevan a cabo en las costas de Almería un programa de regeneración de praderas submarinas, otras de las grandes víctimas de la pesca indiscriminada: se estima que cada año se destruyen entre 3.000 y 5.000 hectáreas.
La iniciativa consiste en recolectar y sembrar semillas de Cymodocea nodosa, más conocida como “prado del caballito de mar” en una extensión de diez hectáreas. Según sus responsables, el coste de esta acción ha supuesto 7,2 millones de euros, el equivalente a la vigilancia y protección de un área de 5.000 hectáreas durante siete años. Por ello, calculan que es 500 veces más barato conservar que recuperar. Los expertos señalan, incluso, que las labores de recuperación no son efectivas si no se instauran unas medidas eficaces de protección de estos fondos marinos.
Para contribuir a su cuidado, se ha creado la Coalición Para la Defensa de las Profundidades Marinas (Deep Sea Conservation Coalition, DSCC). En ella participan más de 40 ONG y sus responsables exigen a la ONU que imponga una moratoria inmediata al arrastre de fondo en alta mar.
Los consumidores también pueden contribuir a combatir este problema. Al elegir y exigir productos pesqueros capturados y elaborados de forma sostenible, incentivan a que la cadena productiva y comercial realice su labor de una manera más respetuosa con el medio marino. Los consumidores pueden elegir en su compra diaria las especies cercanas que cuenten con mayores recursos y evitar las más amenazadas. Por otra parte, pueden tomar parte en organizaciones en defensa del mar y reclamar a las instituciones que apliquen medidas para la defensa del patrimonio marino.