La lucha para eliminar los llamados fatberg -acrónimo formado por la palabra inglesa fat (grasa) y berg (que hace referencia a un iceberg)-, la masa grasienta que atasca el sistema sanitario de las ciudades, está a punto de recibir un empujón definitivo. La mala práctica de tirar las toallitas húmedas al inodoro está causando un problema ambiental de primer orden y genera pérdidas de 200 millones de euros en las redes depuradoras de España. Pero a partir de 2020 este asunto cambiará a mejor. ¿Cómo? Sigue leyendo.
Hace apenas un mes, el Ayuntamiento de Valencia tuvo que gastarse más de ocho millones de euros en desatascar sus colectores. Y a finales de 2017, una bola de toallitas húmedas bloqueó el sistema de depuración en Ibiza, que acabó vertiendo las aguas fecales directamente en el mar. Estos casos son dos ejemplos de la magnitud de este problema medioambiental y económico.
Pero, por fin, los fabricantes de papel higiénico húmedo y productos de higiene personal similares se han comprometido a identificar con un sello distintivo qué productos podemos echar al váter sin causar estragos en el entorno y cuáles, por el contrario, deben desecharse en la papelera porque, como las toallitas, tardan cerca de 100 años en degradarse.
El sello para identificar a unos y otros irá en el envase en un lugar visible y tendrá dos colores: verde y rojo. De este modo, aquellos artículos higiénicos y cosméticos que sí puedan arrojarse al WC, como ya hacemos con el papel higiénico tradicional, estarán señalados con un círculo verde y un logotipo en el que veremos a alguien arrojar papel al inodoro. Por el contrario, los productos identificados con un círculo rojo, y el mismo símbolo tachado, informarán al consumidor de que no resultan aptos para arrojarse al váter y que, por tanto, hay que desecharlos siempre en la papelera.
De esta forma, se despejan finalmente las dudas del consumidor: de una vez por todas sabremos qué hacer con estos artículos tras utilizarlos y podremos escoger de un modo mucho más sencillo los productos que no dañan el entorno ni el sistema sanitario de la ciudad.
Quién es quién: ¿rojo o verde?
El 63 % de los paquetes de toallitas que compramos tienen uso infantil, mientras que el 9 % se utilizan como desmaquillantes o para la higiene y cuidado corporal. «Como regla general, la mayoría de las toallitas húmedas que existen ahora en el mercado irán identificadas con el símbolo rojo y, por tanto, siempre deben tirarse a la papelera; mientras que el llamado papel higiénico húmedo sí estará marcado con el símbolo verde, que informa de que sí puede desecharse tanto en la papelera como por el inodoro», explica Val Díez, directora general de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa). Esta asociación engloba a los fabricantes que comercializan estos productos en nuestro país y es una de las entidades promotoras de esta iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento (AEAS).
El icono rojo o verde aparecerá en los paquetes de toallitas, papel higiénico húmedo y otros artículos similares en un plazo de 18 meses, en 2020. Para lograr que toda la industria utilice el mismo logotipo, la Asociación Española de Normalización ha aprobado la norma UNE 149002:2019, pionera en Europa, que determina el diseño exacto del logo que irá en el envase de las toallitas. Además, la norma irá acompañada con el Código de Buenas Prácticas de Etiquetado de Toallitas y Papel Higiénico Húmedo para ponérselo más fácil a los fabricantes.
Con el fin de lograr el logotipo verde, o «apto para tirar al inodoro», las toallitas deben superar cinco pruebas de laboratorio: composición, sedimentación de los materiales (con una muestra), dispersión, desintegración y biodegradación. La clave reside en que no contenga materiales sintéticos ni plásticos en su composición. De este modo, el logo verde garantiza que, tras su uso una vez en el inodoro, la toallita o papel húmedo se romperá en trozos lo suficientemente pequeños como para atravesar las tuberías y desagües sanitarios, en lugar de obstruir el alcantarillado y contribuir a la creación de una masa grasienta fatberg.
Toallitas y papel húmedo: no son lo mismo
Aunque el papel higiénico húmedo (adecuado para desechar por el inodoro) se parece mucho a las toallitas húmedas (en general, no apropiadas), no resultan iguales. Basta con echar un vistazo a su composición, que aparece desglosada en la etiqueta del envase, para encontrar la diferencia: mientras que las toallitas húmedas contienen fibras naturales, la mayoría también incluye compuestos artificiales que añaden al producto resistencia y suavidad. Y ahí reside el problema, en la resistencia, porque estos tejidos artificiales tardan años en degradarse.
Aun así, tampoco desaparecen por completo. Según un estudio realizado en 2016, tras pasar dos días en el agua, las toallitas solo se disgregan un 36 %, mientras que el papel higiénico desaparece casi por completo (95 %) cuanto se tira por el inodoro. En definitiva, tardan casi un centenar de años en desintegrarse de verdad.
Esto no ocurre con el llamado papel higiénico húmedo que, como el papel higiénico de toda la vida, contiene exclusivamente fibras naturales celulósicas, de origen vegetal. Por ello, resultan menos resistentes y, en definitiva, más disgregables una vez que entran en contacto con el agua del sistema sanitario. En síntesis: mientras que la mayoría de las toallitas no se deshacen en años, el papel higiénico húmedo sí se disgrega casi al momento.
Imagen: Stanpa
Biodegradable no es lo mismo que desechable
El quid de la cuestión se esconde en la diferencia entre dos palabras: qué es biodegradable y qué «dispersable», un vocablo usado en el entorno científico del medio ambiente para denominar a los materiales que se diluyen con rapidez al entrar en contacto con el agua. Por el contrario, un material biodegradable implica que puede ser desintegrado por la acción biológica, es decir, con la intervención de seres vivos como plantas, animales, microorganismos y hongos. Pero el tiempo que estos tarden en completar su tarea constituye otra cuestión, porque pueden dedicar a ello meses, incluso años.
En otras palabras, las toallitas húmedas pueden ser biodegradables, pero tardan años en desaparecer: el ritmo de descomposición de los materiales resulta tan lento -precisamente, por culpa de las fibras sintéticas plásticas que contienen- que, en la práctica, no resulta sostenible. Para entendernos, Val Díez termina con un ejemplo muy gráfico: «Las toallitas húmedas se comportan como una manzana: aunque sean biodegradables, si las echas al inodoro, este se atasca». Si no tirarías esta fruta por el retrete, tampoco deberías arrojar una toallita húmeda marcada con el icono rojo.