El consumo de agua embotellada ha crecido de manera espectacular en los últimos años, incluso en lugares donde el suministro público garantiza agua potable de calidad. La extracción, envasado, transporte y posterior eliminación de este producto provoca diversos impactos medioambientales que los consumidores pueden evitar. Asimismo, algunos expertos recuerdan que el agua embotellada no es la solución para los problemas de escasez de agua en el mundo.
Contaminación y residuos del agua envasada
Según las investigadoras Emily Arnold y Janet Larsen, del Earth Policy Institute, una organización estadounidense dedicada a la promoción del desarrollo sostenible, el consumo de agua embotellada ha crecido incluso en lugares donde el agua del grifo es de calidad, lo que está provocando de forma innecesaria el aumento de residuos y el gasto de grandes cantidades de recursos y energía.
La extracción industrial del agua de sus lugares de origen puede provocar graves desequilibrios medioambientales y económicos, especialmente en países en desarrollo con problemas de sequía. Posteriormente, el agua embotellada se tiene que transportar a sus lugares de consumo, en ocasiones a miles de kilómetros. En este sentido, cada vez son más los consumidores que prefieren aguas envasadas procedentes de otros países, supuestamente más “puras” o cuando menos “exóticas”. El aumento del tráfico de esta mercancía no hace sino incrementar la contaminación producida por el uso de combustibles fósiles.
Cada año se utilizan en todo el planeta unos 2,7 millones de toneladas de plástico para embotellar agua
El siguiente paso es desprenderse de la botella tras haber consumido el valioso líquido de su interior. Gran parte de estos envases acaba en la basura sin que llegue a reciclarse más de un 20%. Y éste es otro de sus grandes problemas: Una botella de este plástico abandonada en un entorno natural puede tardar hasta 1.000 años en biodegradarse. Por su parte, los envases que llegan a las incineradoras aumentan los riesgos de emisiones tóxicas, ya que pueden generar subproductos nocivos como el gas clorado o ceniza similar a los metales pesados.
Por ello, la concienciación de los consumidores es fundamental, y en este caso, si se decide consumir agua embotellada, al igual que con el resto de envases, asumir la política de las tres erres (reducir, reutilizar y reciclar), es una buena recomendación. La reutilización es otra forma de alargar el ciclo útil de las botellas. Las políticas públicas de reciclaje llevan a países como Alemania o Austria a preferir el agua envasada en botellas de cristal retornable. En Barcelona, la Agencia de Residuos de Cataluña y Ecologistas en Acción están intentando llevar a cabo un programa de retorno de garrafas de plástico de entre cinco y ocho litros.
Por su parte, algunos expertos hablan de las posibilidades de los plásticos biodegradables, o bioplásticos. Por ejemplo, la marca norteamericana Biota envasa su agua mineral en envases fabricados a partir de maíz, que se descomponen fácilmente en agua y material orgánico y pueden incluso compostarse.
¿Por qué ha crecido su consumo?
La demanda de agua embotellada ha crecido a un ritmo vertiginoso en todo el mundo. Según un estudio del Earth Policy Institute, se bebieron en 2004 en todo el mundo unos 154.000 millones de litros de agua envasada, un 57% más que hace sólo cinco años. Por países, los italianos son los que más agua embotellada bebieron, con 184 litros por persona en 2004, mientras que España es el sexto país del mundo que más agua de este tipo consume, con 137 litros al año.
Un metro cúbico de agua envasada costaba en España en 2003 unos 340 euros; idéntica cantidad de agua corriente costaba no más de un euro y medio
En este sentido, sirva como ejemplo el caso de Dasani, una marca perteneciente a Coca-Cola que utiliza agua de grifo purificada por osmosis inversa. En 2004, la multinacional trató de introducir este producto en el mercado británico. Sin embargo, la opinión pública de este país provocó finalmente su retirada, tras conocerse que el agua que se cobraba a 1,40 euros el medio litro procedía de Thames Water, una de las empresas británicas de distribución que le vendía a Coca-Cola dicha agua a unos 0,004 euros por cada medio litro; el precio final era 350 veces mayor.
En cualquier caso, lo que verdaderamente encarece el producto final no es el agua. Un estudio elaborado por la investigadora de la Universidad de Ginebra Catherine Ferrier, por encargo del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), afirmaba que el 90% como mínimo del coste real de una botella de agua se lo lleva el embotellado, el transporte, la distribución o las campañas de marketing.
En opinión de Miguel Jara, experto en temas de salud y ecología, las empresas envasadoras han sabido crear y explotar sus productos en plena era de la preocupación por una mejor calidad de vida. Sin embargo, el agua del grifo de los países desarrollados no tiene nada que envidiar a las aguas embotelladas.
Por una parte, la propia legislación española advierte de que las diversas clases de aguas envasadas no tienen ventajas específicas y demostradas para la salud. Por otra parte, el suministro público de agua posee garantías y controles suficientes de calidad. En este sentido, un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizado a finales del año pasado en 50 capitales de provincia españolas aseguraba que ninguna ciudad superaba el límite legal de trihalometanos (unas sustancias volátiles peligrosas para la salud) y sólo tres (Cáceres, Ciudad Real y Lugo) se situaban por encima del límite recomendado.
Botellas en un mundo sin agua
La Organización Mundial de la Salud (OMS) asegura que más de mil millones de personas carecen de agua potable segura, a pesar de ser un derecho reconocido por Naciones Unidas.
Según Arnold y Larsen, del Earth Policy Institute, el agua envasada no contribuye a solucionar los problemas de agua mundiales. Para ello, sugieren la ampliación y mejora del tratamiento de aguas y el saneamiento de los sistemas ya creados.
Más de mil millones de personas carecen de agua potable segura, a pesar de ser un derecho reconocido por Naciones Unidas
Algunas iniciativas están intentando concienciar a los consumidores sobre las ventajas de evitar el consumo del agua envasada y decantarse por el agua de grifo. Una ONG con sede en Ámsterdam vende una botella azul vacía con la marca “Neau” a un precio aproximado de un euro y medio. Sus responsables utilizan un juego de palabras con la palabra francesa eau (agua) y su pronunciación, que suena “no”. Dentro de la botella se incluye un anuncio en el que explican que el dinero recaudado se invertirá en proyectos de suministro de agua en países en desarrollo. Algunas empresas incluyen en su política de consumo responsable este tipo de proyectos. La multinacional de cafés y bebidas Starbucks compró en 2005 a Ethos Water, una empresa norteamericana que destina 5 céntimos de dólar por cada botella de agua vendida a proyectos de agua en el Tercer Mundo.
Por su parte, Anne Le Strat, presidenta de la Sociedad municipal de abastecimiento de agua de la capital francesa y miembro del Partido Verde, quiso recordar a esa mitad de sus conciudadanos que bebían de botella que las buenas condiciones del agua de grifo de París hacen innecesaria el consumo de agua envasada. Para ello, puso en marcha en 2005 la campaña “Eau de Paris”. En este caso, se trató de botellas de vidrio vacías en las que informaba de la calidad del agua de grifo parisina y su precio, mil veces más barata que la envasada.