Entrevista

Rosa Fernández-Arroyo, presidenta de la Asociación RedMontañas

Proteger las montañas es cuidar nuestro futuro
Por Alex Fernández Muerza 19 de septiembre de 2014
Img rosa fernandez montanas hd

Conservar las montañas no es un lujo, sino una necesidad para nuestro futuro. Sus ecosistemas y los servicios que estos nos deparan son vitales, y lo serán cada vez más en los próximos años ante amenazas como el cambio climático. Así lo destaca Rosa Fernández-Arroyo, presidenta de la Asociación RedMontañas. Desde esta ONG trabajan para dar a conocer la importancia de estos espacios naturales y contribuir a protegerlos. Fernández-Arroyo comenta los problemas ambientales y el grado de deterioro que sufren las montañas españolas, y señala cuáles debieran ser las estrategias para combatirlos.

¿Por qué hay que proteger las montañas? ¿Qué servicios ambientales nos aportan?

Las montañas aportan a la sociedad extraordinarios valores. En España, segundo país más montañoso de Europa, ningún lugar está tan lejos de alguna montaña como para que no constituya un referente para la gran mayoría de nosotros. Las áreas de montaña, que ocupan un 40% del territorio español, nos abastecen de agua limpia y energía hidroeléctrica, y sus suelos dan soporte a los bosques y pastos que nos brindan materiales, combustibles, alimentos de calidad y recursos genéticos. En los países secos mediterráneos, hasta un 90% de los recursos hídricos dependen de las montañas. Por todo ello, es evidente que una gran parte de nuestro sistema productivo, nuestro bienestar y nuestra subsistencia dependen de la salud de sus ecosistemas.

¿Cuáles son las principales amenazas que sufren las montañas?

“Algunos expertos apuntan a una pérdida de hasta el 60% de la biodiversidad de montaña de aquí a 2080”
En el Año Internacional de las Montañas, en 2002, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) alertó acerca de dos grandes riesgos: la tendencia a convertirlas en un inmenso parque de atracciones, y a considerarlas un espacio susceptible de explotación económica. Más de 12 años después, la sobreexplotación de las montañas continúa generando daños muchas veces irreversibles, a los que se suman los efectos de los cambios de usos del suelo, el cambio climático, los incendios catastróficos y, quizás en menor grado, otras amenazas comunes a todos los sistemas ecológicos como la contaminación y las especies invasoras. Algunos expertos apuntan a una pérdida de hasta el 60% de la biodiversidad de montaña de aquí a 2080.

¿En qué estado de conservación se encuentran las montañas en España?

Uno de los mejores estudios sobre el estado de los ecosistemas españoles, la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio en España (EME), advertía ya en 2011 que, a pesar de encontrarse entre los mejor conservados, los ecosistemas de montaña y, por tanto, sus servicios ambientales están sufriendo ya graves deterioros debido al cambio climático, la variación de usos del suelo, la sobreexplotación de recursos como agua o madera, el exceso de desarrollo urbanístico y la presión turística y recreativa. La EME nos alerta de que el 45% de los servicios de los ecosistemas de la montaña alpina española y el 27% de los de montaña mediterránea se están degradando o se emplean de manera insostenible. En relación con algunos de estos servicios ambientales, los expertos realizan las siguientes advertencias:


  • Sobre el abastecimiento de energías renovables: son una gran oportunidad, pero hay que evitar las ampliaciones hacia tramos de ríos aún naturales y el exceso de minicentrales hidráulicas, así como las instalaciones eólicas en lugares no adecuados.

  • Sobre el abastecimiento de agua: las previsiones del cambio climático hacia una pluviosidad menor y más irregular hacen que los recursos hídricos de las montañas sean clave para una España cada vez más seca y más poblada.

  • Acerca de los recursos genéticos: la biodiversidad de las especies silvestres y de las razas ganaderas y agrarias de montaña son un colchón genético para la conservación de los territorios. Las razas ganaderas autóctonas aprovechan con eficacia los recursos de las montañas, produciendo alimentos de calidad y contribuyendo a la prevención de incendios.

  • Los servicios de regulación climática local y regional quedan gravemente comprometidos a consecuencia del cambio climático y los grandes incendios. Pueden mejorar con una adecuada gestión de los bosques de montaña, cuyo papel como almacén de carbono es un servicio ecológico fundamental. Sería preciso mejorar la participación de la población local en la gestión forestal y controlar la presión turística y recreativa para evitar incendios. A nivel institucional, hace falta mejorar la cooperación entre los sectores de la protección ambiental y de la promoción cultural y turística, para que una parte de los ingresos del turismo se reinviertan en conservar el bosque.

¿Las montañas sufren la presión urbanística?

“Las estaciones de esquí destruyen los ecosistemas de montaña y la mayoría son inviables económicamente”
En la mayor parte de nuestras montañas se están incrementando las superficies urbanas y los espacios relacionados, como vertederos, espacios industriales, comerciales, infraestructuras de transporte, etc. En algunas zonas de la alta montaña, el proceso de urbanización de segundas residencias asociado a la construcción de estaciones de esquí y centros de invierno constituye el factor más negativo.

¿Qué impacto ambiental tienen las estaciones de esquí?

De forma muy resumida, destruyen los ecosistemas de montaña afectando a su biodiversidad y calidad paisajística, y degradando y consumiendo los recursos agua y suelo. La mayoría son demostradamente inviables desde el punto de vista económico, al depender de operaciones urbanísticas vinculadas a la especulación del suelo, focalizando el desarrollo sobre la opción turística en detrimento de otros sectores y actividades menos impactantes.

En los últimos años se han creado muchos espacios protegidos. ¿Cuáles están siendo sus resultados?

Están sirviendo para conservar especies amenazadas, hábitat y espacios de alto valor ecológico, aunque no siempre son muy efectivos para contener la expansión urbanizadora. En otros casos, como en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, declarado hace un año, se está potenciando la masificación por actividades de ocio y deporte, con efectos que es previsible que sean adversos. Cuanto más generalizado sea el deterioro de las montañas en sus diversos aspectos, tanto más se reducirá la capacidad de producir los servicios ambientales que tanto valoramos.

¿Se hace lo suficiente por conservar estos espacios naturales?

“Se está haciendo demasiado poco por conservar las montañas”
Se está haciendo demasiado poco. Todo parece indicar una disminución futura de la capacidad de los ecosistemas para producir algunos de los servicios que sustentan nuestro bienestar. Sería básico partir de una perspectiva global, basada en los límites biofísicos de los ecosistemas, para conservar su integridad y mejorar su capacidad de adaptación, empleando para ello todo tipo de herramientas, desde legislación ambiental específica hasta incentivos económicos e instrumentos de mercado, pasando por tecnologías apropiadas, planificación y ordenación del territorio, gestión adaptativa y educación para la sostenibilidad.

¿Qué habría que llevar a cabo para mejorar la capacidad de adaptación de los ecosistemas en general, y los de montaña en particular, al cambio climático?

Es obvia la necesidad de adoptar un marco amplio, supraautonómico, para las estrategias y políticas de conservación y de espacios protegidos, así como de avanzar institucional y socialmente hacia un compromiso colectivo para financiar los bienes y servicios de los ecosistemas. Además, sería fundamental:


  • Integrar en las políticas de ordenación del territorio criterios eficaces para minimizar los factores que desequilibran los ecosistemas y que comprometen su regeneración.

  • Enfatizar la mejora de la conectividad a todas las escalas.

  • Considerar las interacciones entre los efectos ambientales de los proyectos y los impactos derivados del cambio climático.

  • Apoyar prácticas agrícolas, ganaderas y forestales en las que la conservación de los suelos, la protección de la biodiversidad y la regeneración después de incendios cobren primacía.

  • Controlar los usos del suelo en las zonas de recarga de los acuíferos, así como la utilización de las aguas superficiales y subterráneas.

  • Mejorar la participación de la población local en la gestión forestal y controlar la presión turística y recreativa para evitar incendios. A nivel institucional, hace falta mejorar la cooperación entre los sectores de la protección ambiental y de la promoción cultural y turística, para que una parte de los ingresos del turismo se reinviertan en conservar el bosque.

¿Qué podemos hacer los ciudadanos para protegerlas y conservarlas?

Comportarnos como usuarios conscientes y responsables, evitando abandonar residuos, molestar a los animales, gritar, hacer fuego o usar detergentes. Pero también es posible dar un paso más y participar en acciones de voluntariado para la conservación, educar en valores a nuestros hijos, permanecer informados y asociados o reclamar de forma constructiva a nuestros representantes. Como señala la EME, la conservación de los ecosistemas y la biodiversidad no es un lujo, sino una necesidad básica para garantizar el bienestar humano. Por ello, el futuro del capital natural de España debería convertirse en una cuestión de Estado. Esta labor tiene dos grandes enemigos, la amnesia ecológica, que nos hace olvidar que formamos parte de los sistemas ecológicos; y la anestesia tecnológica, que nos hace confiar de manera ciega en las tecnologías para solucionar los problemas de la humanidad.

Disfrutar las montañas con seguridad y responsabilidad

A fin de evitar accidentes o mitigarlos, la Guardia Civil, responsable de la mayor parte de los rescates en montaña de España, ofrece los siguientes consejos:

– Planificar la actividad con información adecuada (mapas, libros, reseñas, predicción meteorológica, etc.).

– Si es la primera vez, contratar un guía o ir con alguien más experto.

– No empezar la actividad tarde y planificar el horario con un margen adecuado al más lento del grupo.

– Procurar no ir solo, y avisar dónde se va y los detalles de la actividad a alguien cercano.

– Llevar un equipo adecuado y mantenerlo en buenas condiciones. Incluir siempre linterna, impermeable, chaleco reflectante y manta térmica, aunque esté anunciado buen tiempo y no se tenga previsto finalizar de noche.

– Mantener la preparación física adecuada, y elegir una actividad acorde con el nivel físico y técnico.

– Federarse en un club de montaña en el que se adquirirán conocimientos sobre cómo moverse en el medio y técnicas para aumentar la seguridad.

– Obtener conocimientos en primeros auxilios.

– Si el estado anímico no es el más adecuado o no se está predispuesto, no hay que emprender actividades de cierta complejidad técnica.

– Llevar teléfono móvil y comprobar que la batería está cargada. Si se tiene licencia, se puede llevar también una emisora conectada a la red REMER (146,175 Mhzs) en la que funciona la mayor parte de los refugios de montaña.

Desde RedMontañas añaden las siguientes reflexiones:

– Trata las montañas como si fuera la estancia más valorada y querida de tu casa.

– Piensa que mucha más gente tiene el mismo derecho a disfrutar de lo que te gusta, y que muchas especies de animales y plantas vivían allí antes de que llegaras y tienen derecho a seguir haciéndolo.

– La clave es que tu huella sea lo más leve posible, o tu salón acabará por estropearse y ya no serás igual de feliz.

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