Los coches eléctricos ganan terreno. Pero ¿merece la pena decantarse por estos automóviles? Una de sus características es su alto nivel de eficiencia. Aunque no todo es blanco o negro, ni mucho ni menos. Los pequeños matices, como el precio de la fuente de alimentación energética, las reparaciones o el aparcamiento, son determinantes para decidirse sobre optar o no por un vehículo eléctrico. Los analizamos en el siguiente artículo.
¿Qué fuente de energía es más barata?
Hay varias diferencias entre los coches eléctricos y los automóviles con motor a combustión. La principal es su energía, que determinará a medio y largo plazo su rendimiento.
En este sentido, la bajada del precio de petróleo en los mercados financieros durante los últimos doce meses está suponiendo un ligero respiro a sus propietarios: hasta alcanzar la barrera de los 45 dólares el barril. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), estos ajustes no durarán toda la vida y se prevé que en 2020 los costes se eleven hasta los 80 dólares.
El precio medio de la gasolina en el mundo es de 1,02 dólares por litro. Pero está claro que su rendimiento no es el mismo en todas las latitudes, ya que mientras los conductores de Venezuela solo pagan 0,02 dólares, los holandeses tienen que afrontar importes más altos, en torno a 1,80. Como consecuencia de estas divergencias en su suministro, será más rentable comprar un vehículo eléctrico en unos lugares más que en otros.
Por lo que respecta a España, se ha convertido en el tercer país de la Unión Europea con la gasolina más cara, solo superado por Malta y Eslovenia. Según el informe mensual de Supervisión de la distribución de carburantes en estaciones y servicios, publicado por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), en la actualidad su precio medio es de 1,18 euros por litro.
Por el contrario, las tarifas eléctricas, según los datos de Eurostat, reflejan un promedio de 20,8 euros por 100 kWh. Y de nuevo, las diferencias son más que notorias entre los países, en este caso de la Unión Europea. Las más caras se registran en Dinamarca (30,4), Alemania (29,7), Irlanda (25,4) y España (23,7), mientras que Bulgaria (9,0), Hungría (11,5) y Malta (12,5) tienen la energía más barata.
El ahorro, a favor del coche eléctrico, puede llegar hasta casi 7,5 euros por cada 100 kilómetros, si nos atenemos a lo que indica Endesa, en el caso español. Para un consumo medio de 15 kWh/100 km en horario nocturno, supondrá un coste de unos 1,5 euros, frente a un mínimo de 8,45 euros de un vehículo de combustión tradicional.
La reparación es decisiva
El coche eléctrico es tan susceptible de estropearse como los vehículos recargados con otras energías. La diferencia radica en que no hay muchos talleres que se dediquen a este segmento comercial.
Ante una avería en uno tradicional, no habrá ningún problema para encontrarlos, ya que lo más seguro es que estén ubicados a pocos metros de casa o, cuando menos, en el mismo distrito o zona residencial.
En el caso de los eléctricos, su búsqueda será mucho más laboriosa, hasta detectar un profesional cualificado que atienda la petición; en algunas situaciones será preciso desplazarse a otras poblaciones que cuenten con el servicio requerido. Incluso más compleja será la tarea de hallar las piezas necesarias para reparar la avería. Y, en cualquier caso, el servicio de asistencia al cliente será más caro, debido a la menor demanda que presentan estos centros de mantenimiento.
Ayudas oficiales para la compra
Aunque las subvenciones para los coches eléctricos en la Unión Europea son una realidad, varían de unos países a otros y bajo formatos diferentes: ayudas directas, incentivos fiscales… Van desde la exención (o reducción) de impuestos de matriculación y circulación, a otros como en España, donde su compra genera aportaciones de hasta 5.500 euros. No en vano, cada uno de ellos cuenta con diferentes legislaciones sobre estas operaciones comerciales. Así se constata en el informe difundido por la Asociación Europea de Constructores de Automóviles (ACEA), en el que se reflejan los incentivos que ofrecen los países comunitarios.
Un aspecto muy interesante para cuantificar el impacto fiscal de los automóviles eléctricos es comprobar los impuestos municipales de circulación que tendrán que pagar sus propietarios. Con suerte, y según el lugar de residencia, contarán con ciertas ventajas. El motivo es bien sencillo, y se debe a que a los ayuntamientos les interesa que sus ciudades bajen su niveles de contaminación y, para ello, aplican incentivos o bonificaciones en la cuota de sus tasas. Uno de estos ejemplos está representado por Madrid, con descuentos del 75 % en sus impuestos. Por lo que respecta a los aplicados directamente en su compra, se benefician de la exención total de matriculación, mientras que se pagará el mismo IVA, como si de otro automóvil se tratase.
Gastos del aparcamiento
Uno de los principales incentivos para decantarse por los coches eléctricos se deriva de la posibilidad de contar con espacios para aparcarlos sin ningún coste económico para sus dueños. Son los parquímetros gratuitos, que están proliferando por todo el mundo y que, a diferencia de los vehículos por combustión, amplían estas zonas hasta centros urbanos, grandes superficies comerciales y hasta áreas turísticas.
No obstante, esta medida dependerá de cada ayuntamiento, y bajo zonas delimitadas, aunque ya son cada vez más las ciudades que lo permiten en zonas reguladas bajo el sistema de exención de pago. Supondrá una convincente propuesta para adquirirlos y circular por lar urbes, ya que su aplicación genera pequeños ahorros con respecto a la utilización de los impulsados por combustible.
Los vehículos eléctricos necesitan con cierta regularidad recargar la batería para su funcionamiento, y es conveniente conocer en dónde y cómo realizarlo. Su autonomía alcanza hasta los 150 kilómetros por carga, aunque la aparición de diseños cada vez más perfeccionados y potentes eleve su duración. No obstante, la escasez de instalaciones se conforma como una de las causas más determinantes para que su implantación sea menor entre los conductores, hasta el punto de que la medida más práctica consiste en instalar un punto de recarga en el propio garaje (por supuesto, homologado con todas las garantías y medidas de seguridad). Esto conllevará una pequeña inversión que encarecerá el coste final de la compra.