La muerte de un familiar, un amigo o alguien querido abre heridas que tardan mucho en cicatrizar. El estado de alarma decretado para hacer frente al coronavirus ha privado a muchos familiares de decir adiós con los rituales de despedida de nuestra cultura, esos actos sociales que nos permiten expresar nuestras condolencias. El impacto emocional de este hecho está produciendo traumas de gran calado. Tres especialistas nos dan consejos para consolarnos con pequeños gestos en nuestros hogares durante este tiempo de recogimiento y confinamiento.
Según la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen, cada persona experimentará el duelo a su manera, en función de la vinculación que mantenía con el fallecido. La personalidad de cada individuo es determinante para afrontar el dolor, por lo que es una decisión y un proceso íntegramente individual. Estos son sus consejos:
- Mantener los hábitos diarios, no abandonarse. Permitirse tiempo de soledad para procesar lo sucedido, para sentir la pérdida, pero sin aislarse. Habrá personas alrededor que quieren estar con nosotros. Decide qué personas quieres que te acompañen emocionalmente y mantén contacto con ellas.
- Aunque el dolor por la pérdida va a estar, intenta distraerte con las tareas domésticas y los entretenimientos habituales como la televisión, aunque es recomendable evitar programas acerca del coronavirus. Estar informado en exceso no aporta valor, sino que aumenta la inquietud y el malestar.
- Si te están llamando muchas personas para darte el pésame, y prefieres dejar eso para más adelante, pídelo; lo entenderán.
- En casa, tanto si vives solo como si vives con tu familia, cuando estéis preparados podéis realizar algún tipo de ritual. Es bueno que los niños también participen en los mismos. Por ejemplo, escribir una carta —leyéndola (o no) luego delante de los demás— nos permitirá expresar nuestras emociones. Que cada familiar aporte algo (una foto, un recuerdo, algo que le haya dado esa persona a su vida…). Los más pequeños pueden realizar dibujos y, si quieren, ponerlos en la ventana, en el salón.
Imagen: Dean Moriarty
Por otro lado, el psicólogo Vicente Prieto, director técnico del Área Clínica del Centro de Psicología Álava Reyes, recomienda tener contacto físico con las personas que conviven con nosotros, si no están contagiadas: «Tenemos que expresar las emociones, compartir recuerdos de la persona fallecida, hablar de ella, comprender sin exigir las emociones del otro. Es muy importante conectar con las nuevas tecnologías con el resto de familiares y amigos, al menos para tener contacto ocular, compartir preocupaciones y las emociones, facilitar el consuelo, es la mejor manera de sentirnos arropados emocionalmente».
Asimismo, «es importante acompañarnos con los teléfonos, ajustándonos a la medida en que pueda y desee la persona, porque también demasiada comunicación abruma y no deja tranquilidad«, añade José Carlos Bermejo, director del Centro Asistencial y de Humanización de la Salud San Camilo de Tres Cantos (Madrid). «Es mejor permitir al otro que marque el ritmo y la intensidad, no imponer. Y, por supuesto, no regodearse en la lamentación que tanto daño hace. Tampoco es conveniente buscar culpables… ni culpabilizarse a uno mismo. Si hubiera alguna responsabilidad, hay que perdonarse», concluye.
Los tres especialistas coinciden en que cuando todo termine, si queremos, podremos realizar las despedidas pendientes con todos los familiares y amistades de la persona que falleció, con rituales religiosos o laicos, que permitirán cerrar definitivamente este proceso y continuar con un duelo adaptativo y normalizado que nos permita retomar, poco a poco, nuestra vida.