Las aguas minero-medicinales son un complemento a la medicina tradicional que se ha empleado desde la antigüedad hasta nuestros días para tratar multitud de dolencias y reducir la dosis de medicación que deben tomar los pacientes. Se trata de una terapia que cada vez se emplea más, ya que en la actualidad su utilización se rige por los criterios de la hidrología médica, una rama de la medicina que se encarga de estudiar cómo actúa sobre el organismo y de fijar sus formas de administración y contraindicaciones.
Composición del agua
Las propiedades curativas de las aguas minero-medicinales se deben a su composición química y a los agentes biológicos que contienen. Este agua procede de la lluvia, que al infiltrarse en el subsuelo atraviesa rocas y materiales sedimentarios, obteniendo así las sales minerales y los iones que van a definir sus características curativas. A lo largo de este proceso el agua se enriquece también con sustancias orgánicas que le confieren efectos terapéuticos para la salud de las personas.
El doctor Juan Carlos San José, del balneario murciano de Fortunaleana, explica que las aguas minero-medicinales deben ser empleadas directamente en los manantiales, ya que su almacenamiento y transporte pueden modificar su composición y reducir su efectividad.
Para que un agua sea reconocida como minero-medicinal debe contar con un informe favorable del Ministerio de Sanidad, así como pasar diversos controles químicos y biológicos. Estos análisis son realizados por cada comunidad autónoma, y no existe una normativa nacional que los regule. Sin embargo, Juan Muerza, médico hidrólogo del balneario de Panticosa, apunta que anualmente se celebran congresos de hidrología médica en los que se alcanzan acuerdos en cuanto a la proporción de elementos químicos que deben estar presentes.
España cuenta con más de 1.200 manantiales de agua minero-medicinal, que son más abundantes en las provincias de Guipúzcoa, Málaga, Granada, Gerona y Ciudad Real. Sin embargo, para que un manantial sea considerado un balneario debe contar no sólo con las aguas, sino también con profesionales sanitarios e instalaciones adecuadas que permitan aplicarlas para tratar distintas dolencias. Además, factores inherentes a los balnearios, tales como los cambios en la alimentación, el reposo y el ejercicio programado contribuyen también a aumentar la efectividad de las curas termales.
La duración aconsejada para estas terapias es de tres semanas, aunque el doctor Muerza afirma que basta un fin de semana en contacto con el agua para combatir el estrés, por ejemplo.
Un factor importante a la hora de decidirse por un balneario u otro es la composición de sus aguas, ya que en función de la misma y de cómo se apliquen servirán para tratar diferentes enfermedades.
Técnicas de aplicación
La hidrología médica comparte sus técnicas con la hidroterapia, pero se diferencia de ella en que esta última utiliza agua normal en sus tratamientos, que resultan beneficiosos por las propiedades físicas del agua, pero no cuentan con las virtudes que los minerales aportan al agua de manantial.
La profesora Carmen San José, de la Universidad de Sevilla, detalla las distintas formas de aplicación de las aguas minero-medicinales: beberla, inhalarla y la balneación, es decir, bañarse en ella.
Este último método es el que cuenta con más variantes, ya que se puede aplicar en forma de baños y duchas, ya sea de cuerpo entero o de una sola parte; de chorros, que combinan las propiedades terapéuticas del agua con un efecto de masaje y en una piscina con chorros subacuáticos. En estas aplicaciones externas también influye mucho la temperatura del agua, que incide en el aspecto relajante o vasoconstrictor de la técnica.
En este sentido, las aguas se clasifican en:
- Frías, aquellas que emergen a menos de 20ºC.
- Hipotermales, entre 21º y 35ºC.
- Mesotermales, que oscilan entre los 36º y los 44ºC.
- Hipertermales, con una temperatura superior a los 45ºC.
El doctor Juan Carlos San José, del balneario de Fortunaleana, apunta que otra forma de aplicar las aguas minero-medicinales son los peloides, denominación científica de los barros o lodos. Estos peloides son la mezcla de un mineral sólido y un agua minero-medicinal clorurada o sulfurada y se obtienen de los cauces de diversos ríos. El componente sólido suele estar formado por silicio, aluminio, calcio y otros compuestos químicos. También tienen cierto contenido orgánico por la presencia de humus en su composición.
Según las características de cada peloide se someten a procesos de impregnación, maceración o maduración en agua minero-medicinal para alcanzar la mayor homogeneidad y plasticidad.
Todos ellos tienen en común un índice de enfriamiento muy bajo que permite aplicarlos a altas temperaturas durante tiempo prolongado. Su efecto terapéutico depende tanto del calor como del agua minero-medicinal de la que está embebido. Las principales indicaciones de los peloides son los reumatismos crónicos, las rigideces articulares y determinadas neuralgias.
Tipos de agua
Las aguas minero-medicinales se suelen clasificar en función del mineral que se encuentra presente en mayor proporción, aunque todas ellas contienen más elementos químicos, lo que hace que la misma agua sea indicada para tratar diversos trastornos.
Aguas cloruradas. Son las que contienen cloruro, indicadas para tratar enfermedades de la piel y trastornos del aparato locomotor, ya que ejercen un efecto analgésico y antiinflamatorio y aumentan el flujo sanguíneo. Se emplean también en casos de estrés y para aumentar el número de glóbulos rojos y estimular las funciones endocrinas y metabólicas.
Aguas ferruginosas. Aquellas que contienen hierro. Suelen consumirse bebidas, y se usan en casos de anemia, obesidad, reumatismo y trastornos del hígado y la piel, así como en trastornos de desarrollo infantil.
Aguas bicarbonatadas. Suelen ser de baja mineralización y regulan el pH gástrico, ya que disminuyen la acidez. Asímismo, estimulan el páncreas y tienen funciones diuréticas. En combinación con minerales como el azufre o el sodio, se utilizan también para tratar diarreas, estreñimiento, úlceras duodenales y trastornos renales, hepáticos y reumáticos.
Aguas sulfurosas. Se encuentran en suelos fangosos y tratan reumatismos y procesos post-operatorios del aparato locomotor, así como anemias, neuralgias, inflamaciones alérgicas y enfermedades respiratorias como el asma. Estas aguas están contraindicadas en casos de hipertensión y hemoptisis.
Aguas sulfuradas. Son otro tipo de aguas que también contienen azufre. Destaca su olor, que se semeja a huevos podridos y que suelen tener materia orgánica, ya sean algas o bacterias. Están indicadas principalmente para procesos reumáticos, dermatológicos y respiratorios crónicos como la laringitis, la rinitis, la bronquitis y el asma. Se emplean además en traumatismos y post-operatorios del aparato locomotor y en las afecciones hepáticas.
Las sulfatadas se dividen a su vez en tres grandes grupos:
- Las sódicas y magnésicas, que tienen una gran acción laxante. Están indicadas también para las afecciones dermatológicasy en algunos casos de intoxicación medicamentosa o alimenticia.
- Las cálcicas, que se emplean en trastornos gastrointestinales, hepáticos y biliares, así como para eliminar el ácido úrico.
- Las cloruradas, útiles en caso de afección digestiva, gastritis, estreñimiento e insuficiencia hepática.
Aguas radiactivas. Contienen radón-gas, un derivado del radio que no resulta perjudicial para la salud. Al contrario, están indicadas en afecciones del sistema neurovegetativo, endocrino y para alteraciones en el sistema autoinmune, así como trastornos respiratorios crónicos, reumatológicos y dérmicos. Se suelen tomar en baños o inhalaciones y resultan muy beneficiosas en tratamientos antiestrés, depresiones y alteraciones del sistema nervioso, ya que el radón tiene características sedativas y analgésicas.
Aguas oligometálicas o de mineralización débil. Es el último gran grupo de aguas medicinales. Muchas se emplean como agua de mesa y su principal característica es la de favorecer la eliminación de toxinas a través de la orina.
Una terapia en auge
El tipo de agua, la dosis y su forma de aplicación deben ser decididas por un médico hidrólogo, que es un licenciado en medicina que ha cursado la especialidad en la Escuela Profesional de Hidrología Médica e Hidroterapia de la Universidad Complutense de Madrid, único centro de España acreditado en esta formación.
Este centro imparte estudios en hidrología médica desde 1912 y admite a veinte alumnos cada año, que deben haber superado previamente el MIR. Además, otras universidades también imparten cursos sobre esta materia, tanto a alumnos de primer y segundo ciclo como a postgraduados.
Este hecho, unido al mayor número de personas que acuden cada año a los balnearios, ya sea a recibir tratamiento durante tres semanas para curar alguna dolencia, o tan sólo durante un fin de semana a relajarse y luchar contra el estrés – que afecta a más de cuarenta millones de personas en la Unión Europea – augura que la utilización de las aguas minero-medicinales seguirá en aumento. Sin embargo, en España aún nos queda un largo camino por recorrer hasta llegar al nivel francés, donde la cura por aguas minero-medicinales está incluida en el sistema público de salud