La población española se hace mayor. Más de 6,7 millones de personas superan los 65 años y ese envejecimiento imparable ha disparado la demanda de la asistencia a domicilio. Los servicios públicos sanitarios y sociales se enfrentan al reto de atender convenientemente a los ancianos que desean permanecer en sus hogares, pero que son incapaces de valerse por sí mismos. Ingresar en una residencia y la ayuda domiciliaria, hasta ahora las opciones más comunes, encuentran un nuevo aliado, la teleasistencia. Un servicio basado en las nuevas tecnologías de la comunicación.
Ayuda domiciliaria y teleasistencia
Cerca de 140.000 personas mayores de 65 años hacen actualmente uso del servicio público de ayuda a domicilio. Del conjunto de alternativas de atención domiciliaria, es el más utilizado por este segmento de la población, seguido del de teleasistencia. Así, de cada cien personas de 65 y más años, dos se acogen a la ayuda en el hogar y uno a la teleasistencia, según se desprende del ‘Observatorio de Personas Mayores. Informe 2002’, editado por el Instituto de Migraciones y Servicios Sociales (Imserso), del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. No obstante, conviene precisar que no se trata de sistemas excluyentes, sino complementarios.
La ayuda a domicilio cubre tareas tan variopintas como la limpieza y el arreglo del hogar, la higiene personal, la compañía dentro y fuera del domicilio o el desarrollo de diversas actividades recreativas. En definitiva, los objetivos que se persiguen con este servicio son:
- Incrementar la autonomía de la persona mayor para que pueda permanecer viviendo en su casa el mayor tiempo posible.
- Conseguir cambios en la conducta de esta persona, con la finalidad de mejorar su calidad de vida.
- Facilitarle la realización de tareas y actividades que no puede realizar por sí sola.
- Fomentar el desarrollo de hábitos de alimentación, higiene, ejercicio físico, etcétera.
- Adecuar la vivienda a sus necesidades, mediante reparaciones, adaptaciones o ayudas técnicas.
- Reforzar el desarrollo de actividades en la propia casa y en el entorno comunitario, dentro de las posibilidades reales de la persona.
- Aumentar la seguridad personal.
- Potenciar las relaciones sociales.
En el aumento de la demanda de asistencia a domicilio han influido diversos factores. El primero viene determinado por los cambios demográficos habidos en los últimos años, como el envejecimiento de la población y la disminución de la natalidad. De hecho, tal y como explica el presidente de la Asociación Andaluza de Enfermería Comunitaria, Eugenio Contreras, el índice de envejecimiento de la población crece a un ritmo “galopante” y si en 1950 el 7% de la población tenía más de 65 años y en 1998 esa cifra casi se había triplicado, para el año 2040 se prevé que haya un 29 % de españoles con más de 65 años. A esta causa se añade la cronificación de las enfermedades, los cambios en la estructura tradicional de las familias y la incorporación de la mujer a la vida laboral.
“La atención domiciliaria se está potenciando mucho. La Administración se ha dado cuenta de que es necesario apostar decididamente por ese tipo de servicios. El envejecimiento de la población trae consigo el aumento de las enfermedades crónicas y obliga a aplicar medidas para dar una atención de calidad”, según declara Contreras, quien añade que las perspectivas futuras pasan por el crecimiento inusitado de esta asistencia. “Cada vez hay más personas que requieren ese tipo de cuidados y las instituciones públicas deben velar para que los reciban en las mejores condiciones posibles”, afirma.
Perfil del usuario
El perfil tipo de una persona usuaria de la ayuda domiciliaria o de la teleasistencia es el de un anciano pluripatológico crónico, es decir, que sufre varias enfermedades (demencia senil y problemas de huesos son las más frecuentes) que le impiden ser autosuficiente, además de padecer aislamiento social y falta de relaciones sociales y familiares. El grupo de edad predominante supera los 80 años; mayoritariamente -en torno a un 87%- de mujeres, que, además, viven solas -el 80%-, según informa la responsable del Programa de Personas Mayores de Cruz Roja, María Jesús Gil.
Esa ayuda viene a aliviar la carga diaria que ha de soportar la persona encargada de atender al anciano, puesto que en el 80% de los casos (por regla general, mujeres) no son profesionales, y de ese porcentaje, el 40% lleva más de diez años ejerciendo de cuidador. Asimismo, según el responsable de la Asociación Andaluza de Enfermería Comunitaria, el 51% de los que se encargan de forma habitual del cuidado de una persona mayor sufre cansancio físico; el 32% dice que está deprimido, y el 29% que padece un deterioro de su salud a causa de los cuidados prestados.
Animados por la intención de descargar de trabajo a estos cuidadores no profesionales, algunas comunidades autónomas han creado la figura de las enfermeras de enlace. Andalucía, con la aprobación del Plan de Ayuda a la Familia, está a la cabeza de España en esta materia y cuenta, por tanto, con personas cuya misión es velar para que los mayores, los discapacitadas o los enfermos crónicos reciban en sus domicilios la atención que necesitan.
Respecto a la teleasistencia, Cruz Roja fue pionera en su implantación, ya en 1989. Más tarde, en 1993, el Instituto de Migraciones y Servicios Sociales y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) firmaron un convenio-marco para la puesta en marcha de este servicio, al que se adherían las entidades locales y por el que el Imserso se comprometía a abonar el 65% del coste total del sistema, disponible las 24 horas de los 365 días del año.
Este sistema posibilita la estancia en el domicilio de las personas que no precisen de cuidados permanentes y persigue mejorar su calidad de vida, generándoles tranquilidad al saber que ante cualquier necesidad, ya sea sanitaria o social, serán atendidos con sólo pulsar un botón. Se trata de una especie de ‘manos libres’, que no precisa, por tanto, descolgar el teléfono. Este dispositivo inalámbrico está perfectamente preparado para poder mojarse, con el objeto de que pueda ser llevado en situaciones de alto riesgo para los mayores, como puede ser el ducharse o bañarse.
La única condición para su puesta en marcha es tener línea telefónica en el domicilio; el equipo que se instala es de fácil manejo: un teléfono de alarma y un mando a distancia, en forma de medallón o reloj, que activa dicha alarma. Una vez que se envía la señal, ésta se recibe en la central receptora en menos de 20 segundos, lo que permite una rápida intervención, que no sólo tiene por qué deberse a caídas o accidentes domésticos, sino también a crisis de angustia o de soledad. Asimismo, este sistema permite también recordar citas, tomas de medicamentos, felicitaciones de cumpleaños, además de hacer el seguimiento oportuno desde la central. El teléfono en cuestión suele ser un 902, por lo que el coste, que dependerá del operador telefónico que tenga el usuario, se comparte entre éste último y la entidad que presta el servicio.
Servicios
Los servicios prestados a través de la ayuda a domicilio pueden ser básicos o complementarios. Dentro de los primeros encontraríamos los domésticos, es decir, hacer la compra, cocinar, limpiar el hogar, lavar la ropa o plancharla, así como la atención personal, que incluye el aseo, la ayuda para acostarse y levantarse y, en ocasiones, también aspectos relacionados con la podología y la peluquería. Respecto al otro tipo de asistencia, hace referencia básicamente al acompañamiento y a la realización de gestiones.
En la ayuda domiciliaria, predominan las tareas domésticas, con un 60% de los casos, mientras que el 40% corresponde a los cuidados personales. Desde luego, hay diferentes concepciones de este servicio, y frente a algunas comunidades, como pueden ser Asturias, Cataluña, Navarra o País Vasco, que priorizan claramente los cuidados y la atención a la dependencia, la mayor parte de las restantes mantiene una filosofía no tan atenta.
Los servicios básicos los realizan normalmente auxiliares del hogar, que son profesionales capacitados técnicamente para desempeñar con eficacia su trabajo y que, generalmente, han realizado un curso de ayuda a domicilio, mientras que los complementarios los llevan a cabo voluntarios, estudiantes en prácticas, etcétera.
En cuanto al número medio de horas de atención al usuario, se sitúa en 16,01 mensuales. Una vez más, la desigualdad territorial es la tónica dominante en el sistema de servicios sociales. Así, Galicia tiene una media de 34 horas, seguida de País Vasco, Castilla y León y Castilla-La Mancha, con intensidades horarias en torno a las 20 horas. En el otro extremo, aparecen Cataluña, Andalucía, Extremadura y Cantabria, que no llegan a ofrecer 10 horas mensuales a los usuarios de este servicio. Por todo ello, la ayuda domiciliaria en España, a pesar de haber experimentado un importante incremento (26.587 usuarios en dos años), todavía está lejos de representar una alternativa real al sistema institucional ante situaciones de necesidad de ayuda importante.
El coste medio por usuario se sitúa en aproximadamente 9 euros la hora para el servicio de ayuda a domicilio, oscilando entre los 5,56 euros por hora de Extremadura y los 15,32 euros de Navarra. Lo cierto es que la diferente situación socioeconómica de las comunidades autónomas y su nivel de vida condicionan de formar definitiva este aspecto. Lo mismo sucede con la teleasistencia (servicio que en los últimos años ha experimentado un incremento significativo, con 27.404 usuarios), con un coste en torno a los 246,41 euros. En la gran mayoría de los casos, ambos servicios están financiados por las administraciones, si no en su totalidad, sí en parte.
¿Quién presta estas ayudas?
Normalmente, las instituciones responsables de la prestación del servicio de ayuda a domicilio son los ayuntamientos, o en su defecto, otras corporaciones locales de mayor ámbito territorial, como las diputaciones provinciales. Tras transferir el Estado las competencias en materia de asuntos sociales a las comunidades autónomas, éstas encomendaron la gestión de determinados servicios a los consistorios. En ocasiones, ese desarrollo práctico lo llevan a cabo mediante alguna entidad prestataria como puede ser una institución sin ánimo de lucro (Cruz Roja) o una empresa privada (Eulen, Mapfre, Quolitae…). En cualquier caso, cuando se trata de un servicio público la responsabilidad corresponde siempre a la administración que lo presta, ya sea local, autonómica o estatal, mientras que si es ofrecido directamente por una empresa, las leyes que rigen son las del mercado y serán los clientes quienes, en función de la oferta, decidan con libertad sobre lo que les resulta más conveniente.
Por comunidades autónomas, el índice de cobertura del servicio de ayuda a domicilio más elevado lo tienen Extremadura, con un 4,8%; Ciudad de Melilla, con un 3%; Navarra, con un 3%; País Vasco, con un 2,8%, y La Rioja, con un 2,8%. según el Informe sobre las Personas Mayores en España, editado por el Imserso.
Sin duda, los cambios socioeconómicos acaecidos en los países europeos (la incorporación de la mujer al mundo laboral o la nueva valoración del tiempo libre) han influido en las preferencias de los ciudadanos, determinando la aparición de un conjunto de “nuevas necesidades” y, por tanto, de nuevos yacimientos de empleo, como es el cuidado de las personas mayores, ya sea a través de la ayuda a domicilio o de la teleasistencia. Por último, destaca ese intento de mejorar la calidad de vida de los ancianos, teniendo en cuenta sobre todo que, según informan desde el Imserso, el 33,9% de los españoles percibe a estos mayores como un “estorbo”, un 23% como individuos inactivos y un 12,5% como personas tristes.