La braquiterapia forma parte de los planes terapéuticos de algunos tipos de cánceres, sobre todo, de mama, ginecológicos y de próstata. Sin embargo, una de sus principales limitaciones es el peligro de radiación, que obliga a trasladar a los pacientes a un búnker especial para que se sometan al tratamiento. Ahora, la construcción de un nuevo quirófano en España, que se prevé el más grande y moderno de Europa, superará ésta y otras limitaciones.
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La braquiterapia es un tipo de radioterapia en la que la fuente de irradiación se coloca cerca del tumor, en su interior o en contacto estrecho. Es un tratamiento óptimo para algunos tumores muy pequeños, ya que permite administrar dosis muy altas con mínimos efectos secundarios y una máxima calidad de vida. La radiación que emite destruye «in situ» las células cancerosas sin dañar órganos sanos y en un número mínimo de sesiones, en ocasiones, incluso una.
El primer paso consiste en obtener imágenes de planos y cortes del tumor mediante la realización de una tomografía (TAC). La prueba permite a los radioterapeutas delimitar el lugar exacto en el que se encuentra el tumor y calcular el número de semillas (cápsulas de titanio selladas con láser, cuyo interior contiene una resina de un material radiactivo) que deberán depositarse para lograr su destrucción. El tamaño de estas semillas se asemeja a un grano de arroz.
Los centros europeos tratan con braquiterapia a una media de 130 pacientes anuales. Hace años que se utiliza para superar tumores ginecológicos, de mama y de próstata. Diversos estudios han constatado su mayor eficacia frente a la radioterapia externa o, como en el caso del cáncer de próstata, ante la extirpación. La técnica se usa de forma permanente, cuando las semillas se dejan en el interior del organismo, y temporal, cuando se retiran una vez efectuado el tratamiento (en muchos tipos de cáncer ginecológico).
Primordial en cáncer de próstata
En España, uno de cada seis hombres desarrollará cáncer de próstata a lo largo de su vida
El tratamiento del cáncer de próstata mediante la braquiterapia puede alcanzar un elevado éxito de curación. En pacientes favorables, asciende al 90%, mientras que en enfermos intermedios la cifra oscila entre un 66% y un 70%, y en hombres de alto riesgo llega a un 55%. Así lo aseguró recientemente en Vigo el doctor Álvaro Martínez, del Hospital William Baumont de Detroit (EE.UU.), durante su participación en unas jornadas internacionales sobre esta técnica. En su opinión, los resultados que se obtienen con la braquiterapia son «excelentes a diez años».
Datos recientes avalados por la Sociedad Española de Oncología Radioterápica aseguran que uno de cada seis hombres desarrollará cáncer de próstata a lo largo de su vida. Estas cifras lo convierten en el segundo tipo de cáncer más frecuente entre la población masculina. Es una enfermedad cuya tasa de incidencia aumenta debido, sobre todo, al envejecimiento de la población y al desarrollo de técnicas diagnósticas que permiten la detección de tumores antes de que aparezcan los síntomas.
Superar limitaciones
El principal requisito de la braquiterapia es la necesidad de usar un búnker especial para la colocación de las semillas radiactivas. Se prepara al paciente en un quirófano, se traslada hasta la cámara donde se le aplican las semillas y se le reubica en el quirófano. El inconveniente es la manipulación de material radiactivo, que podría poner en peligro a quienes llevan a cabo la intervención y al propio paciente.
Uno de los centros referentes en braquiterapia de Europa, el Institut Català d’Oncologia (ICO), acaba de inaugurar el quirófano de braquiterapia más moderno de todo el estado, en el que por primera vez se manipula el material radiactivo en la misma sala de operaciones. Es un quirófano radioprotegido que cuenta con uno de los circuitos de esterilización más modernos. De esta manera, se reduce el tiempo de intervención y, al no haber desplazamientos en camilla, se disminuye el movimiento del paciente y del material radiactivo en su interior. Se minimizan los riesgos y se aumenta la precisión del tratamiento.
El nuevo quirófano cuenta con 14 habitaciones en las que los pacientes pueden quedar ingresados en función de sus necesidades, hasta completar el tratamiento. A mediados de 2008, el Ministerio de Sanidad acreditó al Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona) y al ICO como centros de referencia en el tratamiento de tumores intraoculares del adulto. Esto significa que los centros cumplen las condiciones necesarias para recibir pacientes de otras comunidades autónomas de España.
Una técnica antigua
A pesar de que en la segunda mitad del siglo XX la braquiterapia se empleó menos debido, sobre todo, a problemas asociados con la exposición a la radiación, en los últimos tres decenios se ha renovado el interés por esta técnica. El descubrimiento de los radioisótopos artificiales y las técnicas de carga diferida remota han reducido los riesgos de exposición, al tiempo que las nuevas modalidades de imagen han logrado una mayor precisión de posicionamiento.
Aunque en principio se utilizaba sólo para el tratamiento del cáncer, ahora se ha comprobado también su utilidad en enfermedades no malignas, como la prevención de la reestenosis vascular (reproducción de un estrechamiento en un vaso sanguíneo).
En el caso del cáncer de próstata, justo después del procedimiento, la braquiterapia puede provocar cierto dolor e hinchazón en el área de tratamiento, además de moretones. Son, en general, consecuencias leves que sólo duran un par de días. Es posible que también haya sangrado leve en orina o ardor debajo del escroto. Los expertos recomiendan beber mucha agua para disminuir estos efectos. Ante un sangrado severo o coágulos en la orina, hay que acudir al especialista, ya que hay una pequeña posibilidad de que el paciente desarrolle impotencia, en especial, en el caso de hombres mayores de 70 años. No obstante, varios estudios aseguran que las tasas de incidencia de estos efectos adversos a largo plazo son menores con braquiterapia que con la extirpación de la próstata (prostatectomía).