Cuando un paciente presenta una enfermedad en fase avanzada y sin la certeza de cuánto tiempo le queda, los profesionales de la salud deben dar a conocer los elementos existentes para una atención de calidad en esta etapa que permita al paciente seguir con su actividad diaria. No obstante, las unidades específicas todavía no llegan por igual a toda la población. Además, según señalan diferentes estudios, el control del dolor de los pacientes oncológicos en las etapas finales de la enfermedad sigue siendo una asignatura pendiente.
En ocasiones, en pacientes con una enfermedad cuya curación es improbable, se puede retrasar de forma inadvertida su admisión a un programa de cuidados paliativos. La línea que separa determinar el final de un tratamiento curativo que ya no surge efecto y reconocer estar ante una enfermedad terminal es, a veces, muy fina. Para que el paciente cumpla los criterios de admisión en un programa de este tipo, el médico de familia debe certificar que su esperanza de vida es posiblemente menor a seis meses. Sin embargo, debido a lo imprevisible de la evolución de la enfermedad, esporádicamente, se pospone hasta que la muerte está muy cerca.
El equipo asistencial que atiende al enfermo y a la familia debe valorar los conocimientos que tienen sobre la función de los cuidados paliativos y aclarar dudas y conceptos que retrasen la decisión de empezar con el programa. El 90% de los cuidados se realizan en el propio domicilio del paciente, proporcionando bienestar y alivio del dolor, de forma que puedan seguir con sus actividades diarias. Aunque la mayoría de pacientes presentan un estado avanzado de enfermedades asociadas al cáncer, también se benefician pacientes con enfermedad respiratoria, cardiaca o neurológica.
La medicina paliativa debe ser considerada como un servicio sanitario básico y necesario en una sanidad universal y pública. En el caso de los cuidados paliativos, esta condición no se cumple totalmente pues no todas las áreas sanitarias disponen de unidades específicas y, por tanto, la calidad de la atención prestada a un paciente en fase terminal dependerá de la existencia de una unidad de cuidados paliativos que cubra su área de salud.
Muerte digna
Según la OMS, hasta el 95% de los pacientes oncológicos en las etapas finales de la enfermedad sufren dolor
Lejos de la controversia de la eutanasia, el término muerte digna o buen morir no está relacionado con la posibilidad de escoger el momento de la muerte. Según se desprende de un estudio efectuado por Javier Vega Gutiérrez, de la Universidad de Valladolid, realizado entre unos 800 médicos y enfermeras, la mayoría relacionaba morir con dignidad a hacerlo rodeado por el apoyo de los seres queridos, sin dolor ni sufrimiento, sin manipulación médica innecesaria y aceptando el proceso con serenidad y con el apoyo médico y espiritual acorde con sus creencias.
Para conseguir el objetivo de una muerte digna, los expertos recomiendan dar una veraz y clara información al paciente para que pueda tomar sus propias decisiones e intervenir de forma autónoma en todo el proceso. La pérdida de independencia y del control de las funciones orgánicas es uno de los aspectos que da más sensación de pérdida de dignidad. Por este motivo, hay que intentar proteger la imagen corporal tanto como sea posible. También es importante tener en cuenta el sentido espiritual que el paciente tiene de su vida, proporcionándole la posibilidad de que se le asista según sus creencias. Y, ante todo, mantener siempre que sean posibles sus relaciones familiares y sociales.
¿Manejando el dolor?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta el 95% de los pacientes oncológicos en las etapas finales de la enfermedad sufren dolor. Según señalan diversos estudios epidemiológicos, entre el 60% y el 80% de los pacientes tienen dolor entre moderado y severo y el 35% tienen dolor de grave a muy grave, aunque solamente la mitad de ellos reciben el tratamiento adecuado, y se considera que alrededor de un 30% fallecen con dolor. El dolor oncológico puede ser debido a efectos directos del tumor, al mismo tratamiento antitumoral o, incluso, no tener relación alguna con el proceso.
El uso de opioides o drogas es frecuente en estos casos, aunque genera algunas dudas en la familia y, a veces, en el mismo equipo asistencial. Se teme que sus efectos adversos como la hipotensión, disminución de la frecuencia respiratoria u obnuvilación aceleran el proceso, que en estos casos es una muerte próxima inevitable. Para aplicar el tratamiento más adecuado en cada caso es imprescindible una valoración específica que comprenda aspectos físicos, psíquicos y sociales de la persona.
Asimismo, habrá que tener en cuenta, en aquellos pacientes que no puedan comunicarse adecuadamente, la presencia de expresiones faciales, posturas antiálgicas, irritabilidad o manifestaciones del sistema nervioso autónomo como taquicardia y exceso de sudoración, entre otras. En ocasiones, el dolor oncológico, que puede ser somático, visceral o neuropático según el punto de vista fisiológico, está relacionado con depresión y alteraciones psicológicas por lo que un abordaje mediante psicoterapia contribuye a un mejor control del síntoma.
El término bioética, del griego bios (vida) y ethos (comportamiento), define un área de investigación que, mediante metodología interdisciplinar, tiene por objeto el examen sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y de la salud, relacionada con valores y principios morales. En el campo de las ciencias de la salud, como la medicina y la enfermería, la bioética es esencial ya que el ser humano es el objeto y el sujeto de estas profesiones y tiene como objetivo abarcar a la persona en todos sus aspectos: físico, psíquico, social y espiritual.
En el marco de los cuidados paliativos, los profesionales de la salud se enfrentan a una enfermedad incurable que terminará con la muerte y, muchas veces, invaden dudas sobre qué es lo que más beneficia al paciente. Los expertos recomiendan, para estos casos, que las soluciones o respuestas a las innumerables dudas que van surgiendo en el día a día sean consecuencia de una reflexión prudente, informada y discutida por todos los miembros del equipo de cuidados y teniendo en cuenta la opinión y preferencias del paciente. En ocasiones, estas preferencias puede que no coincidan con las del equipo que le atiende, por lo que se hace necesario respetar su autonomía e intimidad, su criterio y concepción de la vida y su escala de valores personales.