Con motivo del Día Mundial de la Artritis Reumatoide, la Sociedad Española de Reumatología (SER) alertó del escaso nivel de detección de esta patología. Se estima que la padecen 250.000 personas en España. Cada año, además, se detectan unos 3.600 nuevos casos. El diagnóstico temprano y tratamiento adecuado en las primeras fases de la enfermedad son fundamentales para detener su progresión. Un estilo de vida saludable puede ayudar en el cometido.
La artritis reumatoide se asocia a cronicidad y gravedad. Pero, ¿qué supone en términos físicos padecer esta enfermedad? Dolor, inflamación, rigidez y pérdida de movilidad articular son algunas señales que, si no se controlan, acaban por dañar huesos, ligamentos y tendones localizados alrededor de la articulación, con la consiguiente deformidad progresiva. Estos son, a grandes rasgos, los síntomas que sufren en la actualidad 250.000 españoles, según datos de la Sociedad Española de Reumatología (SER), y se prevé que el próximo año se detecten 3.600 nuevos casos.
Con motivo del Día Mundial de la Artritis Reumatoide, esta sociedad científica alertó del escaso nivel de detección debido, sobre todo, al desconocimiento entre la población de las características de la dolencia y de los factores que la causan. Las mujeres de 35 a 55 años deberían estar más alerta, puesto que la enfermedad es más frecuente en el género femenino. También el tabaquismo y los factores genéticos son clave en el proceso. De hecho, en el Congreso Americano de Reumatología celebrado estos días en Chicago (EE.UU.), científicos del Hospital Clínic de Barcelona han presentado los resultados de un estudio que demuestra que fumar no solo aumenta el riesgo de desarrollar la enfermedad, sino que también influye de forma negativa en su pronóstico: provoca una peor respuesta al tratamiento y una mayor destrucción articular.
Detección precoz de la artritis
La práctica deportiva, cuando no hay inflamación, ayuda a evitar la deformidad, la pérdida de fuerza y la osteoporosis asociadas a la artritis
La artritis reumatoide aún no dispone de cura. No obstante, con un seguimiento y tratamiento adecuados, se puede llevar una vida normal. Para ello, como también advierte la SER, es necesario realizar una detección temprana, con el fin de lograr un buen control de los síntomas, evitar lesiones mayores y conservar al máximo la capacidad funcional del paciente. Por este motivo, los dos primeros años son claves para su evolución a medio y largo plazo. El 37% de los afectados sufre dificultad de grado moderado a intenso, mientras que un 19% padece una discapacidad severa, por la cual necesitan ayuda de otra persona para llevar a cabo cualquier actividad. Tras 10 años de evolución, la mitad de los pacientes no puede trabajar durante una jornada completa.
En un foro sobre estrategias de tratamiento para la artritis reumatoide organizado por UCB Pharma y celebrado hace poco en Sevilla, los especialistas también destacaron el papel importante de la detección precoz. Aunque se ha avanzado mucho en cuestiones farmacológicas, aseguran que todavía se está lejos de poder optimizar las opciones de tratamiento, por lo que la mejor vía es la detección temprana.
Las investigaciones actuales relacionadas con una mejora de la detección precoz se basan en los marcadores pronóstico de la enfermedad, que en las fases tempranas, cuando los síntomas son similares a los de otras dolencias, proporcionan información valiosa para detectar quiénes desarrollarán artritis reumatoide y quiénes sufrirán una forma más grave. Esto se tendrá en cuenta en el tipo de tratamiento que se aplicará (terapias personalizadas).
Fármacos biológicos para la artritis
Los fármacos biológicos han resultado eficaces en el tratamiento de esta dolencia. Su objetivo es modificar el sistema inmunológico, que juega un papel en el proceso patológico. Esta opción terapéutica representa el mayor avance de los últimos años y puede aportar una mejora en la calidad de vida de muchos de sus pacientes. Son potentes y tienen un alto coste, de modo que expertos coinciden en establecer criterios claros para su uso racional, así como conocimientos profundos para prevenir posibles efectos secundarios. Con estos fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad, o FARME, se logra un control adecuado en la mayoría de los afectados. Muchos especialistas aconsejan integrarlos en una estrategia terapéutica global.
Su uso siempre debe estar controlado por el reumatólogo y destinado a cumplir estos objetivos: inducir o mantener la remisión de la enfermedad, reducir la frecuencia de recaídas o brotes y disminuir la administración de corticoesteroides (mientras se mantiene el adecuado control del proceso). No obstante, a pesar del avance que estos fármacos han supuesto, todavía no logran una respuesta óptima en más del 40% o 50% de los pacientes, además de dejar de ser eficaces con el tiempo.
En el Día Mundial de la Artritis Reumatoide se prestó una especial atención a la actividad física. Varios países han utilizado el lema “Muévete para mejorar” como instrumento para hacer hincapié en que la práctica deportiva ayuda, cuando las articulaciones no están inflamadas, a evitar la deformidad, la pérdida de fuerza y la osteoporosis. Los especialistas recomiendan ejercicios pasivos (elaborados por otra persona especializada) para los casos graves; ejercicios isométricos con contracción del músculo, sin mover la articulación, que ayudan a mantener la fuerza muscular y evitan la atrofia; ejercicios activos que favorecen la movilización de todas las articulaciones; y masajes, que ayudan a la relajación muscular.
También se recomiendan la natación, ir en bicicleta y caminar, y evitar los deportes que supongan sobrecarga de peso o impacto sobre las articulaciones. En los brotes de la enfermedad, no obstante, hay que disminuir la actividad habitual y dejar reposar las articulaciones afectadas. Sin embargo, no es necesario permanecer en la cama, salvo excepciones.