Evaristo José Fernández Ruiz es jefe del Servicio de Nefrología del Hospital Universitario Clínico de Puerto Real y profesor titular de nefrología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz. Hace escasas semanas presidió en esta ciudad el encuentro anual de la Sociedad Española de Nefrología, SEN, que aglutinó a casi un millar de especialistas del riñón.
El riñón es, seguramente, el órgano más genuinamente nuestro. Es el que acapara mayor riego sanguíneo y el que mejor informa de nuestro estado general de salud.
Ésta es una creencia muy difundida pero errónea, la de pensar que la orina más clara es la más ‘sana’. En realidad, la orina de una persona sana debe presentar ese tono dorado y translúcido propio de todo buen jerez. La responsabilidad del riñón no se limita al filtrado, también debe velar por el equilibrio líquido del organismo y la eliminación de los residuos propios del metabolismo. La hipertensión es un ejemplo excelente de la influencia que el riñón puede ejercer sobre la salud cardiovascular del individuo.
El esfuerzo principal de la medicina se basó primero en salvar vidas, evitar que las víctimas de un infarto sucumbieran a una presión sanguínea excesiva o que un ictus acabara desahuciando el cerebro de las personas hipertensas. Una vez se dispuso de tratamientos capaces de salvar vidas, se estudió cómo evitar el deterioro del riñón hasta el temido estado de insuficiencia renal crónica. De hecho, hay aún grandes estudios internacionales en curso que tratan de dirimir qué estrategias protegen mejor a los riñones de personas hipertensas y diabéticas.
«La orina de una persona sana debe presentar ese tono dorado y translúcido propio del buen jerez»
Algo parecido. A fuerza de salvar vidas y alargar la supervivencia de nuestros limitados organismos, hallamos que esos dos fantásticos laboratorios que llevamos alojados en la zona lumbar acaban colapsándose y claudicando. La solución no es otra que recurrir a aparatos de hemodiálisis [riñones artificiales] o buscar un donante para trasplantar el órgano maltrecho. Se ha avanzado mucho en esa última faceta, puesto que antes había muchos problemas de histocompatibilidad que se han solventado también con tratamientos más eficaces y, hoy día, crece la opción de trasplantar de donantes vivos [personas que donan uno de sus dos riñones a quien ha perdido ambos].
En el congreso de Cádiz hemos abordado el rechazo mediado por anticuerpos, la evaluación del estado de sensibilización inmunológica en el pre-trasplante renal y se ha presentado un estudio, ‘SYMPHONY’, con el que se pretende remediar el problema de la incompatibilidad de grupos sanguíneos (ABO) y establecer el tratamiento inmunosupresor de referencia en el trasplante de órganos sólidos. No obstante, la creciente prevalencia de enfermedades como la diabetes mellitus, la obesidad o el síndrome metabólico están poniendo en un brete a muchos más riñones de los que seremos capaces de hemodializar o trasplantar. Es por este motivo que expertos de todo el mundo trabajan para frenar un auténtico ‘tsunami’ mundial de insuficiencias renales crónicas.
Lo grave es que los epidemiólogos advierten de que tal vez no haya aparatos de diálisis para todo el mundo. En cualquier caso, sí se han movido fichas importantes en el ámbito del trasplante y lo mismo ha sucedido con la hemodiálisis. Nuestro hospital es pionero en España en la indicación de un régimen de diálisis que soluciona a los pacientes con insuficiencia renal un problema matemático: se dializan cada dos días, pero la semana tiene siete y les cuesta mucho pasar un fin de semana sin eliminar líquidos que, además, puede agravar su riesgo cardiovascular. Ahora, el paciente se dializa cada dos días con independencia de la fecha, sea sábado o domingo.
Otro problema de estos enfermos son los desequilibrios iónicos derivados de su insuficiencia renal, lo que puede redundar en riesgo de episodios cardiacos o déficit mineral óseo. Mediante nuevos quelantes [grupo de medicamentos que reducen la absorción de fosfato], podemos también paliar ese estado.
El congreso de la SEN ha incidido este año, en temas como la diálisis peritoneal automática, la prevención y tratamiento de la peritonitis esclerosante [intensa fibrosis de los componentes de la membrana peritoneal que provoca una adhesión de los órganos intraabdominales], la importancia de la conservación de la función renal residual en diálisis o la diálisis peritoneal como puente para la hemodiálisis. También en este apartado se ha presentado un estudio, el ‘ANSWER’, dedicado a la situación de aquellos pacientes que regresan a una hemodiálisis desde un trasplante renal anterior. La calidad de vida de los pacientes hemodializados pasa hoy por las expectativas depositadas en la diálisis peritoneal como futuro de la diálisis domiciliaria y la importancia de los cuidados prediálisis.
El ‘tsunami’ apuntado por Evaristo José Fernández Ruiz resume uno de los principales quebraderos de cabeza de la Sociedad Española de Nefrología. «La SEN lleva años luchando por la situación de la enfermedad renal terminal, con el fin de mejorar la diálisis y el trasplante», comenta Ángel Luís Martín de Francisco, presidente de la sociedad. «Todas las enfermedades renales crónicas suponen un riesgo cardiovascular considerable y si esperamos a que se exprese pasados los episodios cardiovasculares, resulta mucho más complejo detener el proceso».
Para este especialista se hace indispensable una detección de la población con enfermedad oculta y evitar o retrasar al máximo su progresión. Según datos preliminares del estudio ‘EPIRCE’, promovido por la SEN, existe una prevalencia de la enfermedad renal del 10% en España. Factores como el control de la obesidad, el consumo moderado de alcohol, la ausencia de tabaco, la actividad física o una correcta dieta, son determinantes para conseguir una vida renal saludable. «Los esfuerzos para controlar la epidemia de la enfermedad renal crónica y sus complicaciones cardiovasculares se han enfocado tradicionalmente en el tratamiento farmacológico de la diabetes, de la hipertensión en el control de los lípidos y de la proteinuria o eliminación de la albúmina por la orina», se indica.
La población de riesgo la componen pacientes mayores de 65 años, diabéticos, hipertensos y supervivientes de enfermedad cardiovascular fundamentalmente. Martín de Francisco concreta que nuestros riñones actúan a modo de ovillos de vasos sanguíneos que filtran la sangre formando la orina que contiene los desechos, fundamentalmente los derivados del metabolismo de las proteínas. «En otras palabras, el riñón es el centinela del corazón y precede en muchas ocasiones a la lesión cardiaca», explica el experto.
También concreta las bondades de la dieta mediterránea, «constituida por un consumo abundante de cereales y sus derivados (pasta, arroz), legumbres, frutas y frutos secos, verduras y hortalizas; con menores cantidades de pescado, aves, huevos y derivados lácteos y aún menor proporción de carne». Estos alimentos, condimentados habitualmente con aceite de oliva y regados con una moderada cantidad de vino tinto (un vasito junto con la comida y la cena) proporcionan, según Martín de Francisco, una adecuada protección renal.