El 30 % de los ingresos de las farmacias corresponde, de media, a artículos de autocuidado como leches solares, tintes, desodorantes o anticelulíticos. La tendencia indica que seguirá creciendo. También se venden productos de parafarmacia y de medicamentos que no precisan receta. Estos centros son atendidos por profesionales sanitarios, pero el interés comercial de los productos hace preguntarse por su verdadera capacidad sanadora o paliativa. La eficacia de muchos carece de evidencia científica y, sin embargo, siguen a la venta. En las próximas líneas vemos ejemplos de estos productos, qué se exige para su comercialización en farmacias y la labor del farmacéutico en estos casos.
En las farmacias, además de medicamentos y otros productos sanitarios (desde jeringuillas hasta aparatos de electromedicina), se venden champús, repelentes de mosquitos, anticelulíticos o cremas hidratantes. Este segundo grupo se engloba dentro del concepto genérico de «autocuidado«. En los fármacos, antes de su comercialización, se testan su eficacia y seguridad, pero ¿ocurre lo mismo con los productos de consumo? ¿Qué tipo de control de los productos de venta en farmacias se sigue? ¿Aporta un valor diferencial el asesoramiento del farmacéutico en el caso de un producto de autocuidado?
El papel de los profesionales farmacéuticos
Los farmacéuticos y la Administración no dejan lugar a la duda: el usuario encuentra en la farmacia un profesional sanitario cualificado que desempeña un papel clave en el sistema sanitario. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social confirma a EROSKI Consumer que “la labor del farmacéutico a través de su consejo y asesoramiento profesional asegura la correcta utilización de los productos de venta en farmacias”. Sin embargo, la portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), Ileana Izverniceanu, explica que los datos apuntan, en algunos casos, lo contrario: «El año pasado publicamos un estudio que puso de manifiesto cómo una mayoría de establecimientosdispensaban ibuprofeno 600 sin receta, incurriendo en una mala praxis farmacéutica».
Más allá de esta atención sanitaria, en la mayoría de las farmacias se dispensan productos homeopáticos. Los efectos terapéuticos que dicen tener están científicamente cuestionados y, sin embargo, siguen vendiéndose en este canal. Aunque desde abril de 2018 estos artículos siguen un proceso de evaluación por parte de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), la legislación europea les concede un estatus particular: a pesar de no poder demostrar eficacia clínica, se consideran medicamentos y, mientras este estatus siga vigente, ningún país de la Unión Europea puede prohibir la comercialización de la homeopatía. «El gran peso que tiene en países como Alemania o Francia dificulta que se impulsen cambios regulatorios que acaben con esta excepción anacrónica», reconoce Ileana Izverniceanu.
En la venta de productos homeopáticos prima generalmente el interés comercial, pero ¿ocurre lo mismo con otros productos que se venden en las farmacias? Los artículos de autocuidado suponen para estos establecimientos una fuente de ingresos creciente. El informe de 2019 de la consultoría IQVIA apunta que este grupo supone el 30 % de las ventas medias de las 22.000 farmacias autorizadas en España, un 6 % más que en 2010. En cambio, los medicamentos financiados han pasado de representar el 65 % de los ingresos al 59 % en el mismo periodo. El 10 % restante corresponde a los fármacos de venta libre o que precisan receta pero no tienen cobertura pública.
Según los farmacéuticos, la calidad de lo que ponen a la venta está por encima del interés comercial y eso supone una garantía. «Si una persona, tras hacerle unas preguntas, ves que lo que pide no es lo adecuado para ella, no se lo dispensas. Vendiendo sin más estaríamos haciendo un flaco favor a los usuarios y supondría un desprestigio profesional. Un porcentaje alto de personas vienen con la idea de comprar un producto y muchas veces salen con un consejo y sin producto», explica Ana Molinero, vicepresidenta de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (SEFAC).
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Las organizaciones profesionales defienden que el consejo farmacéutico aporta un plus al cliente: los conocimientos de un profesional sanitario. Sin embargo, Ileana Izverniceanu apunta que «los fabricantes utilizan el reclamo de venta exclusiva en farmacia que se aplica a muchos productos como mera estrategia de marketing, aun estando expresamente prohibido como argumento publicitario. De hecho, es una estrategia que funciona». Sin embargo, la legislación no establece exigencias diferentes según el canal de venta del producto y, además, las investigaciones han puesto varias veces de manifiesto que los artículos vendidos en farmacias no presentan una mayor calidad que los que se distribuyen por otros canales de venta. Por lo que el prestigio que aporta el hecho de venderse en farmacias es injustificado.
Promesas sin fundamento
Al margen del canal donde se realice la venta, con frecuencia también se demandan artículos o incluso medicamentos porque la publicidad con la que se venden dice que dispone de tal o cual propiedad. El laboratorio GSK, fabricante de Alli (su principio activo es orlistat), ofrece a los usuarios una página web específica sobre este fármaco de venta libre en la que, como primer mensaje, puede leerse: «Es el momento perfecto para perder peso», junto a la etiqueta #EstoyPreparada. Las expectativas que se crean muchas personas son determinantes, por ejemplo, en el caso de productos de dermocosmética: antiarrugas, anticelulíticos o preparados para el pelo.
Ante problemas de alopecia, por ejemplo, Javier Pedraz, dermatólogo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, recomienda como criterio «ir al médico antes de utilizar cualquier producto. El consejo farmacéutico puede estar bien, pero quien tiene que valorar un problema de alopecia, diagnosticarlo y fijar el tratamiento es el médico». Sí hay terapias eficaces contra la alopecia, pero son medicamentos y requieren receta. Los dermatólogos comprueban cómo se emplea todo tipo de productos de venta libre a cuál más inútil para conservar el pelo. «Nunca recomendamos un champú contra la caída, porque ninguno tiene ese efecto. Se indican algunos porque son más suaves para el pelo», apunta Pedraz.
El único profesional que, según la legislación sanitaria, puede diagnosticar es el médico. Sin embargo, en el caso de problemas como las manchas en la piel «es muy frecuente acudir a una farmacia en busca de una solución», reconoce Pedraz. Se recaba un remedio rápido, cuando muchos problemas requieren un tratamiento más complejo o costoso. «En la consulta le explicamos al paciente que las manchas son difíciles de quitar y, para hacerlo, hay que aplicar un tratamiento con láser o un peeling«, cuenta. Sobre la utilidad de las cremas quitamanchas, el especialista en dermocosmética del Hospital Clínico San Carlos es rotundo: «El 99 % no hace nada».
Una efectividad con dudas
A veces, el motivo por el que nos encontramos algunos productos inefectivos en las farmacias se halla en la propia legislación. Aunque la evidencia científica es determinante a la hora de poner a la venta un medicamento, no ocurre lo mismo con los productos de parafarmacia o de consumo, para los que dicha evidencia no es obligatoria. La ley establece que este tipo de artículos, más allá del debate sobre su efectividad, solo tienen que probar que son seguros, es decir, que ninguno de sus componentes es nocivo para la salud.
En el caso de los productos de origen natural (a la venta en cápsulas o también como jarabes), la confianza en su efectividad se ve reforzada por el halo de credibilidad que les aporta su venta en farmacias. Las revisiones de Cochrane –entidad que chequea todas las investigaciones que se han hecho– sobre los productos naturales confirman que no existen investigaciones que los avalen. O las que hay son de evidencia muy baja.
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Debido al riesgo para la salud que puede entrañar un fallo en las mediciones que efectúan, algunos productos y tecnologías sanitarias, como los tensiómetros, han de estar validados por organismos de reconocido prestigio. En ese sentido, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social puntualiza que “todos los productos, excepto los de mínimo riesgo, tienen que ser evaluados por los llamados organismos notificados. Cuando la evaluación es favorable, emiten los certificados CE de conformidad”. En el caso de los aparatos para medir la tensión arterial, son validados por la Sociedad Europea de Hipertensión (ESH), la Sociedad Británica de Hipertensión (BHS) o la Asociación para el Avance de Instrumental Médico (AAMI), pero no se venden solo en farmacias.
De hecho, los únicos productos que, por ley, solo pueden comercializarse por este canal especializado son los medicamentos y los productos sanitarios que paga en parte el Sistema Nacional de Salud de España y en parte el usuario. También los fármacos de venta libre y los que precisan receta pero no tienen cobertura pública, como el ibuprofeno de 600 miligramos, se dispensan solo en las boticas.
Sin embargo, hay marcas de productos de parafarmacia que podrían emplear varios canales de comercialización, pero escogen uno especializado por el prestigio añadido que conlleva. Es el caso de Cinfa, el laboratorio de medicamentos genéricos líder en España, cuya actividad se extiende también al autocuidado y produce desde medias elásticas hasta productos de salud bucodental. De igual modo, las grandes multinacionales cosméticas cuentan con marcas que se comercializan en farmacias y otras que se venden en perfumerías, supermercados…
Supervisión del proceso
A los productos de venta en farmacias, como los distribuidos por otros canales, se les aplica la normativa nacional y la de la UE. Por ejemplo, “se supervisa que los productos cosméticos no hayan sido experimentados en animales como establece la legislación comunitaria”, recuerda Daniel Fernández Font, responsable del Área del Código Nacional de Parafarmacia del Consejo General de Colegios Farmacéuticos. Además, el control de los productos cosméticos de venta en farmacias se realiza antes de que se les conceda un número de registro y también a posteriori.
El canal farmacéutico es un colaborador en ese proceso de examen permanente, pero no el único. Cualquier persona puede acceder, por ejemplo, al servicio de Cosmetovigilancia, dependiente de la AEMPS, y notificar un efecto adverso al margen del establecimiento donde haya comprado el artículo. La eficiencia del sistema se basa en la implicación de los profesionales sanitarios y de los consumidores porque, como señala Ileana Izverniceanu, “sin la notificación de estos problemas no se genera la señal necesaria para que las autoridades tomen las medidas para prevenir futuros daños”. No obstante, el riesgo cero no existe y, como ocurre con los medicamentos, algunos efectos adversos se identifican cuando el principio activo o un tratamiento cosmético es de consumo masivo.