El síndrome de Ulises y las vicisitudes de la población española inmigrante a la hora de recibir la asistencia sanitaria se han tratado profusamente. CONSUMER EROSKI aborda ahora la medicina española desde un punto de vista distinto, el de un médico sirio de tradición árabe que atiende en su consulta a población rural. Inmerso en una cultura “no tan distinta” a cuyos orígenes se remite, Mahfoud nos habla de integración, del sistema sanitario y de la escasamente conocida tradición árabe que también forma parte de la historia de España.
Nací en Tartús, un pueblo costero de Siria, cercano a Líbano. En los años setenta me vine a España para estudiar medicina. Trabajé en un servicio hospitalario de digestivo en Barcelona, pero prefiero la medicina de familia, más generalista, más médica.
En mi país, los destinos para este tipo de vocaciones eran Francia o Rusia, luego EE.UU., pero yo me encontré muy bien en el ambiente de aquí y decidí instalarme y ejercer como médico. La historia se repite.
Hace mil doscientos años, los omeyas de mi tierra trajeron también médicos a España que contribuyeron notablemente al conocimiento de la medicina actual.
Más de los que parece, y muy bien organizados. Existe una Asociación de Médicos Hispanos de Origen Sirio Residentes en Cataluña, AMHSCAT, que es el órgano que representa no sólo a médicos, sino también a los farmacéuticos, diplomados en enfermería, fisioterapeutas u ópticos sirios que residen en esta comunidad autónoma y que agrupa a unos 160 especialistas.
“La incomprensión que a veces se dispensa a otras culturas es sólo por falta de conocimiento, educación o experiencia de viaje”
Con la de satisfacer las necesidades de estos profesionales de la salud en cuanto a integración profesional, social y económica; asimismo, trabajar de manera acorde a los objetivos globales de la Asociación Española de Medicina del Seguro, AMES, y participar consecuentemente en el fortalecimiento de las relaciones de médicos españoles y sirios.
En un ambulatorio rural predomina la familiaridad, y casi todo el mundo se conoce por apodos. Los pacientes más satisfechos me llaman “el guapo”, los indiferentes “el moreno”, y los menos políticamente correctos “el moro”. La gran diversificación de los puestos de trabajo de médicos sirios en toda España, la amplia zona geográfica de su influencia, la gran cantidad de pacientes que atienden cada día y la buena fama que gozan en sus puestos de trabajo ha propiciado ya 11 congresos hispano-sirios de medicina. El último, celebrado el pasado marzo en Damasco.
Las buenas relaciones de los médicos sirios con las instituciones profesionales, políticas, sindicales y civiles, tanto en el ámbito de Cataluña como en el de toda España, sumadas a una muy buena relación con la Embajada de la República Árabe Siria en Madrid, desgraciadamente no se corresponden siempre con lo que uno vive a diario. Yo he tenido suerte; en toda mi carrera no he sido nunca demandado ni amonestado, pero la situación actual no está desprovista de elementos de preocupación.
Bajo un prisma general, el solo hecho de ser árabe pone ya muchas veces a nuestros conciudadanos y a otros inmigrantes de esta cultura bajo suspicacias de integrismo, conspiración o conducta poco afín a los derechos humanos. Como cualquier persona que vive en este país, estoy casado con otra profesional de la medicina que ejerce libremente su oficio, tengo hijos escolarizados bajo el sistema público de educación, me esfuerzo por hablar correctamente los idiomas propios de aquí, pero me duele el trato de incomprensión o desprecio que se dispensa a mi cultura, mis orígenes y mi identidad. En el fondo creo que es sólo por falta de conocimiento, educación o experiencia de viaje.
Sí, pero por turismo y entretenimiento, no tanto por deseos de conocer a fondo una cultura, y todavía menos por necesidad de sobrevivir lejos del sitio donde has nacido.
La atención médica se ha visto desbordada por las urgencias territoriales. En la comarca donde trabajo las urgencias de siete áreas básicas han ido a concentrarse en un solo hospital. Es cierto que se comenta que es por falta de profesionales, pero me temo que es por falta de presupuesto. Además, dada la gran cantidad de áreas básicas de salud que hay en España, los pacientes acuden mucho a dichos centros y disminuyen progresivamente las visitas en centros médicos privados donde muchos especialistas extranjeros empiezan a trabajar. También se absorben más plazas de especialidades y, como consecuencia, los despidos son comunes. En la red pública los interinos dificultan el acceso a las personas que vienen de fuera.
Sí, salvo por los interminables tiempos de espera. No me refiero tanto a las esperas en consulta externa, sino, por ejemplo, a la cirugía. Muchos médicos debemos asumir las consecuencias de procesos que no han sido orientados en los plazos adecuados de intervención, y esto resulta muy frustrante.
La República Árabe Siria alberga una tradición médica milenaria procedente del crisol de civilizaciones que, desde el neolítico, han poblado esta “tierra entre dos ríos”: sumerios, acadios, asirios o babilonios. El famoso Código de Hammurabi, impresión cuneiforme donde se recogen los principales aspectos legales de la civilización sumeria, determina a lo largo de trece artículos las responsabilidades de los médicos en el ejercicio de su profesión, así como los castigos dispuestos en caso de mala praxis.
En el siglo VII, el Islam partió de Siria hacia Egipto, Palestina, Persia, la península ibérica y parte de India. Precisamente Mahoma consideraba que sólo existen dos ciencias: la teología para salvar el alma y la medicina para salvar el cuerpo. Entre los musulmanes, “al hakim” (el médico) era también sinónimo de sabio maestro. Una de las figuras más representativas de la medicina islámica medieval fue Ali ibn Sina (Avicena). Su obra “Canon de medicina” es considerada la obra médica medieval más importante en la tradición islámica hasta su renovación con conceptos de medicina científica, pero también de gran influencia en toda Europa hasta la llegada de la Ilustración.
Avicena, teórico de tradición aristotélica dedicado a comprender las generalidades de la medicina, abrió camino a otros sabios entre quienes merece la pena citar a Averroes y Maimonides -que, aunque judío de naturaleza, contribuyó de forma importante a la medicina árabe en el siglo XII. A finales del siglo XIII y principios del XIV, también en Al-Andalus, Al-Safra, médico personal del sultán de Granada, realizó importantes averiguaciones con respecto a los tumores. Más tarde, Mesué Hunayn ibn Ishaq, conocido como Mesué el Viejo, fue un destacado traductor de obras de medicina.