Un pequeño ratón es introducido dentro de una caja con dos palancas: si pulsa una de ellas no ocurre nada, está inactiva, pero si presiona la otra el animal recibe automáticamente una inyección intravenosa de nicotina. ¿Cómo se comporta el roedor en el laboratorio? Resulta llamativo pero, una vez probado el mecanismo, el ratón pasa a apretar de forma compulsiva la palanca activa para autoadministrarse nicotina.
Como nos pasa a las personas, el ratón también se vuelve adicto a la nicotina, la sustancia añadida a los cigarrillos. Ahora, quitemos a este animal un determinado gen y volvamos a meterlo en la caja. ¿Qué ocurre entonces? Sorprendentemente, el ratón ha perdido el ansia por inyectarse nicotina: Se ha «desenganchado».
Ensayos como éste son los que lleva a cabo el investigador Rafael Maldonado, director de la Unidad de Neurofarmacología de la Universidad Pompeu Fabra, para el proyecto europeo Gennaddict, una ambiciosa investigación que acaba de ponerse en marcha con un objetivo muy particular: identificar los genes que participan en los procesos de adicción.
«El propósito [del proyecto Gennadict] es profundizar en el sustrato genético que nos lleva a una mayor vulnerabilidad para padecer un fenómeno adictivo», explica Maldonado. «Es conocido que si dos sujetos en el mismo ambiente se exponen a una droga, uno puede volverse adicto y el otro no, y cada vez vamos acercándonos más a los genes que hacen que ciertas personas sean más vulnerables que otras», añade. El proyecto Gennaddict está financiado por la Unión Europea (UE) con 8,1 millones de euros y agrupa a ocho organizaciones de investigación de distintos países coordinadas por Ian Kitchen, de la Universidad de Surrey (Reino Unido).
Buscando genes
La eliminación de un único gen puede bastar para controlar la adicción a drogas de abusoLa exploración en busca de los genes de la adicción se compone de dos grandes bloques de investigación, uno centrado en humanos y el otro en animales. El primero se realiza principalmente en la empresa biofarmacéutica de Islandia deCode, en colaboración con el Centro Nacional de Medicina para la Adicción de este país, y consiste en efectuar la genotipificación de las personas adictas a drogas como el alcohol, la nicotina o la cocaína, y en indagar en sus historiales familiares tras posibles factores genéticos que estuviesen relacionados con estas dependencias.
La segunda, en la que interviene el director de la Unidad de Neurofarmacología de la Pompeu Fabra, junto a otras instituciones científicas europeas, se ocupa de identificar y ensayar con estos genes de la adicción en ratones modificados genéticamente. «Las dos partes se complementan», destaca el investigador español. En el caso del experimento del ratón y la nicotina, por ejemplo, una vez se ha visto que al eliminar un gen determinado el animal deja de autoadministrarse la sustancia, ahora resulta interesante estudiar si ese mismo gen se encuentra alterado en la población humana adicta a la nicotina. Y, al contrario, si sabemos que hay un gen que siempre aparece en la población de alcohólicos, pues habrá que comprobar qué ocurre en los roedores. «Es justamente la sinergia entre estas dos herramientas lo que creemos que nos va a permitir avanzar en el conocimiento de los procesos adictivos».
En lo que cada vez hay menos dudas es que la mayor vulnerabilidad que presentan algunas personas con respecto al consumo de drogas viene determinada en gran medida por los genes. Unos genes, por otra parte, que pasarán de padres e hijos. Según precisa Maldonado, «hoy en día se sabe que la mayor parte de las drogas de abuso y de los comportamientos obsesivo-compulsivos tienen un sustrato neurológico común».
¿Significa esto que tienen el mismo origen adicciones tan diferentes como las relacionadas con la cocaína, el teléfono móvil o las compras? «No es lo mismo caer en una adicción a la nicotina, que en la bulimia», responde el investigador de la universidad catalana, «pero sabemos que existen unos circuitos cerebrales, llamados de recompensa, que son comunes en todos estos comportamientos».
Estas conexiones han resultado esenciales para el mantenimiento de la especie, pues «premian» al ser humano por la realización de una serie de conductas fundamentales que a veces requieren un esfuerzo muy grande, como la búsqueda de alimento o la reproducción sexual. No obstante, también pueden volverse en contra. «Cada vez entendemos mejor estos circuitos y sabemos que hay una estructura en el cerebro, el sistema límbico, que juega un papel clave en el control del mecanismo de recompensa ya sea para la comida, el sexo o las drogas de abuso» destaca el experto. El problema es que estos circuitos de recompensa están preparados para un estímulo natural, agrega, «pero no para que actuemos directamente sobre ellos con una sustancia química».
El propósito de Gennaddict es identificar tanto los genes comunes en los procesos de adicción como aquellos particulares que intervienen en el abuso de alcohol, nicotina, cocaína u otras drogas. De conseguirse, esto abriría dos vías para combatir esta alteración de la conducta: identificar la población de riesgo para prevenir la adicción y señalar diferentes «dianas» en las que probar tratamientos farmacológicos.
Controversia ética
«El problema de la adicción es que se trata de una enfermedad crónica y recidivante», dice Maldonado. Es decir, que vuelve a aparecer una y otra vez. Lo esencial es evitar que el individuo entre en este ciclo de la adicción y por eso resulta tan imprescindible llegar a conocer cuáles son los componentes genéticos que participan del proceso.Sin embargo, este planteamiento no está exento de controversias éticas, pues parece realmente peligroso que con una simple prueba diagnóstica se pueda identificar en la población a aquellas personas más predispuestas a caer en el alcoholismo o la drogadicción. «Está claro que tiene una gran carga ética, pero esta información es muy necesaria para la prevención», insiste el experto.
Como suele ocurrir en los casos en los que una enfermedad o una alteración de la conducta puede «previsualizarse» mediante la información contenida en los genes, lo que podríamos llamar factores genéticos de predisposición, Maldonado aboga por garantizar que los datos empleados sean anónimos y que la información no sea utilizada para otros fines, en especial si son de carácter económico. El propio proyecto Gennaddict, asegura el investigador de la Pompeu Fabra, ha tenido que pasar antes de aprobarse por un comité ético para verificar que se cumplen todos los requerimientos legales, además de los éticos y morales.
Los genes no sólo pueden influir en las pautas adictivas de los ratones de laboratorio ante la nicotina, sino también en las consecuencias que tienen a largo plazo las diferentes drogas en su cerebro. Otro de los experimentos coordinados por el director de la Unidad de Neurofarmacología de la Universidad Pompeu Fabra, Rafael Maldonado, se centra precisamente en los efectos de una larga exposición de la metilendioximetanfetamina (MDMA) o éxtasis sobre los roedores: «El éxtasis es una de las pocas drogas de abuso que se ha demostrado que es capaz de producir una neurotoxicidad», explica. «Nosotros estamos viendo cómo al modificar un determinado gen en el animal se puede aumentar o disminuir este efecto neurotóxico durante una exposición continuada».
Para comprobarlo, los investigadores introducen el ratón en una cámara en la que va a encontrar un estímulo desagradable y observan su capacidad cognitiva. Normalmente, estos animales son muy listos y aprenden enseguida a evitar el peligro antes de que se produzca. Ahora bien, ¿qué ocurre según se les va inyectando éxtasis de forma repetida? «Un animal al que se la ha administrado crónicamente esta droga va a sufrir una pérdida de su capacidad cognitiva para evitar este estímulo desagradable», detalla el investigador.
Ahora bien, cuando se manipula un determinado gen lo que se ha observado es que la pérdida cognitiva disminuye. Una observación que se confirma al realizar estudios anatomapatológicos de los cerebros de los animales, en los que se verifica cómo son menores las lesiones en las estructuras cerebrales de los roedores a los que se ha modificado este gen.