El parto, la última fase de la reproducción, es una simple función fisiológica en la que el papel de la mujer es primordial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los profesionales sanitarios deben facilitar toda la información disponible para que cada mujer pueda elegir el tipo de parto que prefiera. Cada vez hay más embarazadas que se inclinan por el parto en el agua. El papel principal del agua es ayudar a la madre durante el periodo de dilatación y facilitar que adopte posturas instintivas y naturales, lo que le permite alcanzar un nivel óptimo de relajación.
El uso del agua en el parto
El primer parto dentro del agua del que se tiene noticia está registrado en 1803, en Francia. No obstante, no es hasta 1970 que el médico francés Michel Odent empezó a introducir a las parturientas en una bañera de forma sistemática. Descubrió que el uso de agua caliente en el parto era beneficioso puesto que disminuía el dolor y favorecía la dilatación cervical, sobretodo en aquellas mujeres con contracciones ineficaces. Fue a partir de 1981, en Estados Unidos, cuando esta práctica empezó a popularizarse como opción alternativa para dar a luz.
Casi 30 años después de los hallazgos de Odent, la práctica del parto acuático se ha extendido notablemente. Esta opción se sigue en el Reino Unido, Francia, Bélgica, Japón, EEUU, Australia y España, donde cada vez más se crean centros en donde tienen lugar este tipo de nacimientos. Según sus partidarios, es una iniciativa más humanizada y natural, ya que cada mujer da a luz a su propio modo y bajo sus instintos.
Existe evidencia de que la inmersión en agua durante la dilatación reduce la percepción del dolor en las parturientas
En España existe un centro donde es posible dar a luz en el agua, la clínica Acuario, en la comunidad valenciana. Según datos facilitados por la dirección del centro, durante 2005 se asistieron 331 partos en la clínica y otros ocho en casa, sólo en la zona de Alicante. Este año, hasta la fecha han dado a luz 286 mujeres. «Las mujeres que se benefician son aquellas que no presentan patología obstétrica, que no necesitan o no quieren anestesia epidural y, por supuesto, que se encuentran cómodas y confiadas en el agua», explican. También añaden que aunque la mayoría utiliza el agua durante la dilatación, no todas paren en el agua.
Menos dolor y mejor dilatación
El nacimiento es un proceso involuntario y no se puede ayudar a un acto involuntario, pero se puede interferir o favorecerlo. El agua en el parto es un método sencillo y eficaz que favorece que la mujer recupere su instinto biológico y que su sistema neuro-hormonal facilite el parto, con menos dolor, menos analgésicos y menos intervenciones médicas.
Cuando una parturienta se introduce en una bañera con agua caliente (con una temperatura de 37°C), se reduce la producción de adrenalina. Esta hormona es la culpable del endurecimiento del cérvix (cuello del útero), cosa que retrasa la dilatación. Además, el ambiente acuático reduce la fuerza de la gravedad y la estimulación sensorial y aumenta la producción de endorfinas (neurotransmisores producidos por la glándula pituitaria responsables de disminuir las sensaciones dolorosas). El agua caliente, igualmente, relaja la musculatura de la madre y repercute en una respiración más tranquila. El ritmo y la intensidad de las contracciones disminuye, pero la dilatación es más rápida.
La mujer consigue intimidad con el aislamiento sensorial que produce el baño de agua caliente, estando a oscuras y en silencio. En estas circunstancias, apuntan desde la clínica Acuario «el efecto puede ser espectacular en la primera hora». Enrique Lebredo, ginecólogo del centro, explica que la mujer debe meterse en el agua con el parto ya mediado, con cinco centímetros de dilatación. Entonces el baño le hace experimentar una profunda regresión, con movimientos desinhibidos y un cierto descontrol en la respiración. «Son momentos en que los asistentes y acompañantes deben tratar de inmiscuirse lo menos posible para no interferir en el proceso», añade el ginecólogo. Según los expertos, los exámenes vaginales son innecesarios en esta fase y el apoyo emocional es mejor prestarlo a través del contacto.
¿Pocas evidencias científicas?
La OMS, en el informe del grupo técnico de trabajo Los cuidados en el parto normal de 1999, avala y recomienda el uso del agua en el parto entre los diversos métodos no invasivos ni farmacológicos de alivio del dolor. Aunque el ginecólogo del centro Acuario resalta que el parto en el agua «no es un método» e insiste en que es mejor hablar de «agua en el parto».
En una revisión bibliográfica de la Biblioteca Cochrane en 2006 sobre Inmersión en agua para embarazo, trabajo de parto y parto, se llega a la conclusión de que existe evidencia de que la inmersión en agua durante el periodo de dilatación reduce la percepción del dolor y el uso de analgesia en las parturientas, sin resultados adversos en la duración del trabajo del parto, el parto quirúrgico o los resultados neonatales. El documento, sin embargo, asegura que son imprescindibles más estudios para demostrar sus efectos durante el embarazo y en el periodo de alumbramiento para evaluar los resultados sobre la morbilidad neonatal y materna.
La OMS avala y recomienda el uso del agua en el parto entre los diversos métodos no invasivos ni farmacológicos de alivio del dolor
Lebredo explica que hay datos que revelan que la respuesta común a la inmersión es una redistribución del volumen sanguíneo, especialmente una expansión del volumen sanguíneo intratorácico, que estimula la producción por células cardíacas especializadas de Péptido Natri urético del Atrium (ANP). Parece que esta producción de ANP se produce a través de dos mecanismos, uno directo (estirando las paredes del atrium cardíaco) y otro indirecto (liberando oxitocina). La reducción de la actividad de la hipófisis posterior aparece como un efecto secundario. Existe una relación compleja entre el sistema del ANP y la hipófisis posterior (productora de oxitocina y vasopresina).
«Es difícil presentar una visión simplificada de las respuestas fisiológicas a la inmersión», explica el ginecólogo. Hay diferencias entre la inmersión parcial (en una bañera doméstica) y la inmersión total hasta el cuello, ya que el incremento del retorno venoso al tórax es inducido por un gradiente de presión, dependiendo de la profundidad del agua. También hay diferencias según la temperatura del agua. Por ejemplo, a 39ºC el ritmo cardíaco y el gasto cardíaco se incrementan notablemente y aparece hipotensión e hipertermia. Algunas de estas respuestas son inmediatas y otras son más lentas.
«En cualquier circunstancia», sigue Lebredo, «el principal efecto del ANP es inhibir la liberación de vasopresina, hormona antidiurética. Por eso, después de un baño se produce un aumento de la excreción urinaria». La vasopresina tiene varios efectos, uno de ellos es el efecto oxitócico. «En mujeres no embarazadas la vasopresina tiene la misma potencia que la oxitocina para estimular contracciones uterinas. Con el embarazo, la respuesta a la oxitocina se incrementa, no variando la de la vasopresina. Con los datos conocidos, se llega a la conclusión de que la liberación de oxitocina disminuye a los 30 minutos de la inmersión, si la mujer no bebe; mientras que no disminuye la vasopresina en una hora, si la mujer bebe agua», aclara el ginecólogo.
Recomendaciones de los expertos
Los ginecólogos del centro valenciano recomiendan mantener la temperatura del agua alrededor de los 37°C, ya que si fuera superior podría provocar alteraciones fisiológicas. Del mismo modo, proponen usar una bañera grande para proporcionar comodidad a la futura madre y favorecer la ingesta de líquidos suficiente como para que se dé una producción de oxitocina adecuada.
También añaden que es previsible una disminución del trabajo del parto cuando la parturienta permanece en el agua más de dos horas. Enrique Lebredo apunta que el nacimiento del bebé en el agua no debe ser un acto intencionado, aunque no supone mayor problema, al tener los neonatos reflejo del buceo. En caso de nacer el bebé en el agua, es razonable cortar el cordón a los cinco minutos aproximadamente, porque el calor impide su colapso espontáneo y existe la posibilidad de que se produzca una policitemia (demasiados glóbulos rojos en la circulación sanguínea) en el bebé.
Es previsible una disminución del trabajo del parto cuando la parturienta permanece en el agua más de dos horas
Es recomendable efectuar la expulsión de la placenta fuera del agua para evitar la posibilidad de una embolia. «Hasta el momento no se ha registrado ningún caso», dice Lebredo. «En todo caso, si el alumbramiento se produce en el agua recomendamos salir de la misma poco después».
Lebredo también aconseja que no hay que intentar prolongar la inmersión del bebé después del nacimiento, pues aunque el cordón umbilical tenga latido y el bebé no corra riesgo, «el recién nacido necesita calor humano, los brazos de su madre y su conexión sensorial y emocional».