Terapia con delfines

En los últimos años ha crecido el interés por el uso de terapias con animales para personas con algún tipo de discapacidad cognitiva o física
Por Montse Arboix 7 de agosto de 2006

La delfinoterapia es un tipo de terapia en la que se aprovechan las capacidades de estos animales acuáticos, la inteligencia y su empatía, para tratar a personas con desórdenes físicos y mentales. Aunque está en su etapa más experimental, careciendo todavía del rigor científico que se demanda en cualquier otra terapia médica, en México, Israel, Japón y también de forma creciente en España, existen ya algunas investigaciones con resultados muy esperanzadores sobre los avances que se obtienen en pacientes con síndrome de Down, autismo y parálisis cerebral, entre otras.

De entre todas las criaturas marinas, no hay duda que el delfín es uno de los preferidos tanto por los niños como por los adultos, y se los percibe como unos animales muy próximos y amigables. Pero lo que mucha gente desconoce es que los delfines están siendo utilizados desde hace tiempo como terapeutas, especialmente en los casos de personas con discapacidades psíquicas y sensoriales. La delfinoterapia se basa en la hipótesis de que las frecuencias sonoras que emite el cetáceo son capaces de estimular el sistema nervioso central produciendo una liberación de sustancias como la endorfina, sobretodo en niños. Este analgésico endógeno genera un estado de relajación y tranquilidad, y esta sensación de bienestar permite al paciente desarrollar con mayor facilidad y eficiencia las terapias. Además, en un ambiente armónico; el agua, la música, el terapeuta y el animal son los elementos principales en el que se apoya.

Orígenes

A principio de los 50, un norteamericano llamado John Lilly descubrió que estos cetáceos pueden ejercer una influencia positiva en los humanos. Lilly, estudioso de la anatomía y sistema neurológico de estos mamíferos, llegó a la conclusión de que están en estado meditativo las 24 horas del día. Estableció un sistema de lenguaje bidireccional basado en los sonidos que emitían, llegando a crear un diccionario electrónico inglés-lenguaje de los delfines que incluía unas 50 palabras. Junto con otros científicos estableció las bases de la terapia que nos ocupa. Esta interrelación entre humanos y delfines es la clave de la delfinoterapia.

El médico británico Horace Dobbs, creador del International Dolphin Watch, mediante grabaciones de las frecuencias sónicas de los delfines, estudió su efecto en un número aleatorio de pacientes. Los primeros análisis en la Unidad de Psicología Clínica del Consejo de Investigaciones Médicas de Cambridge en 1990, fueron esperanzadoras. Un 70% de las personas que escucharon Dolphin Dreamtime, expresaron que las había ayudado a encontrarse mejor. Actualmente, esta grabación es una inestimable herramienta en el tratamiento de depresiones crónicas en las clínicas psiquiátricas de Gran Bretaña. También se emplea como inducción a la relajación antes y después de intervenciones quirúrgicas y en el alivio del dolor en el parto en el mismo país. Se ha usado, incluso, para reducir la tensión en ambientes carcelarios.

La delfinoterapia incluye, de forma general, dos modalidades de programas que se indican de acuerdo con el tipo de trastorno que sufre el paciente: las terapias regladas, durante un periodo largo de tiempo, y las ocasionales, de unos 15 días de tratamiento. No todos los delfines son aptos para trabajar en programas de terapia. Las hembras adultas suelen ser las más indicadas, ya que los delfines macho tienden a liderar el grupo.

Beneficios

«Los terapeutas que trabajan con delfines aplican métodos específicos siguiendo indicaciones y pautas del profesional sanitario»

En casos tratados por Hobbs, pacientes aquejados de paranoia, anorexia nerviosa y depresión profunda, se enfundaban trajes de neopreno y nadaban junto a un delfín. Hobbs mostró, mediante cámaras de televisión, como el comportamiento y las reacciones de sus pacientes cambiaban, manifestando una mejoría notable de su estado.

José Luis Barbero Hernández, director técnico del Delfinario Aqualand Costa Adeje en Tenerife, se dedica a esta terapia desde 1993. En el centro atienden principalmente a niños con parálisis cerebral, además de niños con autismo y síndrome de Down. Para ello cuentan con la colaboración de la Asociación de Padres de Disminuidos Físicos y Psíquicos (Orobal) del sur de Tenerife, que se encargan de organizar y planificar las asistencias con los especialistas de los pacientes. «Las sesiones son aplicadas por los especialistas en delfines siguiendo las indicaciones y pautas del especialista de la salud correspondiente», explica Barbero. «Los pacientes a tratar llegan por mediación de solicitud hecha a la página web de Orobal, (www.orobal.org), siempre bajo el beneplácito y consentimiento del especialista que regularmente trata al paciente», añade.

El binomio agua-delfín actúa como herramienta incitadora para los pequeños afectados de autismo o síndrome de Down; les anima a entrar en las piscinas y además mejora su capacidad de prestar atención, lo que sirve para trabajar con el niño al igual que se haría en un centro sanitario convencional. Los efectos conseguidos dependen de muchos factores, entre ellos «la continuidad de sus tratamientos tradicionales y alternativos», señala el experto. «Nunca la delfinoterapia proporciona mejorías inmediatas», apostilla.

Aunque las experiencias que se vienen desarrollando muestran resultados prometedores en la indicación de la delfinoterapia, los expertos insisten en que no debe considerarse como una terapia curativa ni mucho menos milagrosa. Los padres suelen mostrarse esperanzados en las fases iniciales del tratamiento, pero «se ha de tener continuidad y constancia», advierte Barbero. Reconoce la decepción de muchos padres que acuden a falsos delfinoterapeutas que se limitan a bañar a los niños con los delfines. Sin un tratamiento científico, esa experiencia carece de sentido.

Barbero lleva trabajando en esta experiencia 12 años y sigue convencido de su utilidad para el colectivo de personas discapacitadas. Esta actividad la desempeñan de forma altruista, autofinanciándose a través de los espectáculos de delfines que se realizan a diario en las instalaciones del parque.

CABALLOS TERAPEUTAS

ImgEl caballo es un animal ligado a la historia del hombre. Su inteligencia, compañerismo y capacidad de trabajo lo convierte en un aliado especial para el tratamiento de personas con problemas como esclerosis múltiple, parálisis cerebral, autismo, síndrome de Down, anorexia, problemas de comportamiento e inadaptaciones sociales como addicción o delincuencia, entre otras.

La equinoterapia o hipoterapia ( de hippos, caballo en griego) es la monta terapéutica, que consiste en aprovechar los movimientos multidimensionales del caballo para estimular los músculos y articulaciones. Su trote transmite al jinete un total de 110 movimientos diferentes por minuto por lo que no hay ni un solo músculo del cuerpo al que no se transmita un estímulo. Asimismo, el contacto con el caballo actúa en la atención, la concentración y la motivación lo que provoca un aumento de la autoestima. Su temperatura corporal y volumen, muy superiores al hombre, conlleva una importante transmisión de calor y solidez al ser abrazado y tocado, sobretodo por un niño. Todo ello origina que la persona pueda ser capaz de experimentar sensaciones inéditas.

Conocida desde tiempos de Hipócrates, que ya aconsejaba su práctica para mejorar el estado anímico de personas que padecían enfermedades, se usa de forma sistemática desde los años 50 en Alemania. Su punto más álgido fue después de que Liz Hartel de Dinamarca ganara la medalla de plata en Doma Clásica, en los Juegos Olímpicos de Helsinki en 1952. Hartel era una enferma de poliomielitis que no podía moverse sin ayuda. Actualmente en EEUU, donde esta filosofía tiene mayor aceptación, existen más de 700 centros.

Maite Llòria dirige la fundación catalana Terapia a caballo, una iniciativa a medio camino entre la ciencia veterinaria y la rehabilitación clínica. En declaraciones a CONSUMER EROSKI, Llòria explica que «para una persona incapacitada para moverse con autonomía, subir a lomos de un caballo representa una emoción difícil de igualar y sumamente provechosa».

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