Los casos de anorexia y bulimia en España han aumentado, sobre todo, en niñas de 12 y 13 años, así como en mujeres entre 30 y 40 años de edad. El dato ha sido dado a conocer por la licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid y especialista en Psicología Clínica Nuria Molinero.
El número de mujeres afectadas por la anorexia y la bulimia no ha descendido, sino que la sociedad se ha acostumbrado «a observar el problema», indica Molinero. «Hace 10 años se hablaba mucho en España porque aparecieron los primeros casos, pero hoy en día la incidencia ha aumentado mucho y en las consultas en Medicina Familiar o Salud Mental los trastornos de alimentación son algo común, mientras que antes no, y a la gente le costaba pedir ayuda porque se hablaba poco de ello», afirma la psicóloga.
Molinero, especialista en el tratamiento y estudio de los trastornos de la conducta de alimentación desde hace 15 años, además de autora del libro «Delgadas», señala que es importante detectar si una niña no come bien en el colegio. «Si un día se ve a una niña vomitar es necesario darle importancia a esto, porque no es ninguna tontería», subraya. En este punto, sugiere que el papel de las familias es esencial y apunta que se pueden apreciar otros síntomas propios de estos trastornos como cambios de comportamiento o en el humor, hacer referencia continúa a su físico, realizar mucho ejercicio, rechazar alimentos o quejarse de dolores de estómago. Los familiares son las primeras personas que pueden detectar este trastorno, son quienes tienen que «tirar de ella» para que acuda a los tratamientos y tienen que colaborar con todos los profesionales para que pueda superar la enfermedad, apunta.
La psicóloga explica que estas mujeres muchas veces «se mueven en los dos extremos». Hay algunas de ellas que han tenido anorexia y terminan con problemas de sobrepeso, expone. En cuanto a las causas, señala que influye el tipo de personalidad, la inseguridad, la insatisfacción personal o problemas familiares, en algunos casos. Además recuerda que estas pacientes, aunque se pueden recuperar, en ocasiones arrastran secuelas físicas, como problemas hormonales, de huesos o de circulación, y psicológicas, como depresión o ansiedad. Aunque depende de la situación personal de la mujer, la media de recuperación se sitúa en torno a los cuatro años desde que se diagnostica, afirma.