En nuestro país se diagnostican cada año alrededor de 200.000 nuevos casos de cáncer, según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). A pesar de estas cifras, gracias a los avances en el cribado, el diagnóstico precoz y los tratamientos, cada vez un número mayor de pacientes sobrevive. Pero, ¿qué sucede en el seno de una familia, cuando uno de los miembros sufre cáncer? ¿Cuáles son los efectos colaterales en familiares y amigos cercanos del enfermo? En este artículo se describe cómo afecta el cáncer al entorno del afectado y se aportan recomendaciones para intentar reducir el impacto de esta enfermedad.
El cáncer es una de las enfermedades más difíciles de afrontar por sus connotaciones, a pesar de que con los tratamientos actuales la mayoría de los afectados logra curarse. Pero además del sufrimiento que supone para el propio paciente, también afecta, y mucho, al entorno cercano de familiares y amigos. Es tan importante que, en la actualidad, los profesionales de salud «los consideran como un paciente de segundo orden y se los incluye en la atención terapéutica», reconoce Pepi Soto i Mora, jefa del departamento de Psicooncología de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) en Cataluña. Pero, ¿cómo incide el cáncer en el entorno del enfermo?.
Cómo afecta el cáncer a familiares y amigos cercanos
Para esta especialista, el cáncer repercute de forma negativa en las siguientes esferas:
- Afecta a nivel emocional. El entorno familiar sufre por el enfermo, se preocupa, está nervioso. Las emociones más frecuentes que se dan en los distintos miembros de la familia son desde ansiedad hasta síntomas depresivos, juntos o secuenciados. Una preocupación sostenida, sin el soporte terapéutico adecuado, puede desembocar en un trastorno afectivo o depresivo.
- La enfermedad oncológica también hace mella en la estructura funcional de la familia. Los familiares no se relajan por el mero hecho de que ellos no son los pacientes. Y, a diferencia del propio enfermo, al que van dirigidos todos los cuidados y mimos, «no se permiten el lujo de pedir que alguien esté por ellos. Además, la enfermedad provoca cambios de roles y de estructuras familiares y se incrementa la presión: más carga de trabajo y de responsabilidad, por ejemplo, por el cuidado de hijos o de personas mayores, si es uno de los cónyuges el que está enfermo», explica la especialista. Toda esta sobrecarga no hace sino aumentar el nivel de estrés ya de por sí elevado por la enfermedad.
- Por último, el cáncer sigue afectando a los familiares cuando el proceso no resulta bien y termina en fallecimiento. Cuando parece que el sufrimiento se ha acabado, los familiares se quedan con el duelo, «que es necesario atender», insiste la psicooncóloga.
Manifestaciones físicas y psicológicas más frecuentes
Es bien conocido cómo cualquier problema psicológico tiene efectos en el organismo. Cuando una persona tiene un elevado y mantenido nivel de preocupación, es fácil que se traduzca en diversos síntomas físicos como: alteraciones de la alimentación, con subidas o bajadas de peso o inapetencia; trastornos del sueño, como insomnio, insomnio de conciliación o despertares frecuentes; o somatizaciones, que son señales físicas que se generan por estrés, como los síntomas gástricos o de colon, caída del cabello o sensación de presión torácica, entre otros.
No obstante, también se pueden sufrir trastornos psicológicos, como la ansiedad o la depresión, dos síntomas muy frecuentes, tal y como apunta un estudio realizado por la AECC y el Institut de Recerca sobre Qualitat de Vida (Instituto de Investigación sobre Calidad de Vida) de la Universitat de Girona con familiares y amigos cercanos de enfermos de cáncer hospitalizados. El 44,2% y el 23,1% de los participantes mostraron ansiedad y depresión, mientras el 19,2% de la muestra sufría los dos trastornos a la vez. Además, señala Soto, que es una de las autoras del informe, que a raíz del diagnóstico de cáncer, el 11,5% de los sondeados presentaron cambios negativos en sus hábitos de salud (relacionados con la alimentación, el consumo de alcohol, el hábito tabáquico, etc.) y fueron los que mayor sintomatología ansiosa manifestaron.
No hay que perder de vista que el cáncer, todavía hoy, es una de las principales causas de muerte en todo el mundo. Por este motivo, otros síntomas frecuentes son: sensación de preocupación, rumiaciones -pensamientos dañinos constantes que provocan un sentimiento de frustración-, obsesiones, nerviosismo, tristeza, sensación de soledad, aislamiento e impotencia, entre otros.
Siete recomendaciones para el cuidador del enfermo de cáncer
Para disminuir el impacto de la enfermedad en los cuidadores familiares, la psicooncóloga recomienda dos acciones relevantes.
Primero, pedir ayuda: si uno se da cuenta de que está en una situación que le desborda, lo mejor es reconocerlo y solicitar ayuda a la familia, al médico, la enfermera o al psicólogo de referencia.
La segunda es prevenir, y que se puede favorecer teniendo en cuenta diversos consejos, entre los que destacan como más relevantes los siguientes:
- 1. Compartir y comunicar con la familia o con el entorno cercano, o con el propio enfermo, qué se siente y cómo.
- 2. Descansar. Cuando se está acompañando hay que tomar conciencia de la importancia de descansar, de cuidarse para cuidar. La energía que uno dispone es limitada y por ello hay que contar con un espacio personal propio.
- 3. Realizar actividad física, sobre todo durante los ingresos hospitalarios. Hay que reservarse un tiempo para salir a pasear, correr, etc., hacer aquella actividad física a la que uno estaba acostumbrado.
- 4. Organizarse el tiempo. Cuando se cuida a un enfermo, se incrementa el nivel de responsabilidad y de carga. Por eso es fundamental aprender a priorizar (no todo es urgente ni importante), compartir responsabilidades y delegar, sobre todo las mujeres cuidadoras, que deberían tenerlo en cuenta antes de que aparezca una sobrecarga difícil de llevar.
- 5. Evitar el aislamiento. Estas situaciones provocan que el cuidador abandone su vida social y sus relaciones y se cierre en sí mismo.
- 6. Poner límites. Cuando se cuida a otra persona hay que aprender a poner límites, incluso, al propio enfermo que, a veces, puede demandar en exceso. Y, si la situación se hace insostenible, buscar ayuda profesional que colabore en la tarea del cuidado.
- 7. Pedir soporte psicológico.
En 2012 la incidencia de cáncer fue de 215.534 casos (dos terceras partes en personas a partir de los 65 años), con una tasa por edad de 215,5 casos por 100.000 habitantes por año y un riesgo de sufrirlo antes de los 75 años del 25,1%. La predicción para este año es que la cifra experimente un leve incremento que se explicaría por el crecimiento y envejecimiento de la población. De hecho, se pronostica que uno de cada tres hombres y una de cada cuatro mujeres tendrán cáncer a lo largo de su vida.
Sin embargo, gracias a los avances en salud, en España hay cerca de un millón y medio de personas que han superado esta enfermedad y se prevé que esta cantidad aumente un 50% para el año 2020, según informa la SEOM. Aunque, en la actualidad, el 66% de los supervivientes rebasa los 60 años, la tendencia es que suba el número en población joven y de media edad.
Una vez curada la enfermedad, empieza una etapa con nuevas necesidades: hay que reinventarse y aprender a invertir las energías para afrontar el futuro, plantearse otros objetivos y perder el miedo a volver a caer enfermo. Pero no es fácil. Para aprender a gestionar estos y otros aspectos, los especialistas advierten de que hacen falta programas que contemplen una rehabilitación a largo plazo, que tenga en cuenta no solo la vertiente física y psicológica, sino también la social.