En el capazo playero o la mochila de piscina de este verano no deben faltar, además de la crema protectora, las chanclas. Sí, de camino lo conveniente es llevarlas en la bolsa, y no en los pies, ya que, como recomiendan los expertos podólogos, las chancletas están pensadas solo para utilizarlas en playas, piscinas, vestuarios y duchas públicas, a fin de evitar afecciones dérmicas, como la aparición de hongos o verrugas en los pies. En este artículo explicamos por qué en verano no se debe hacer un uso excesivo de las chanclas y qué calzado sería el más adecuado para caminar bien fresco.
Las ventajas
Durante todo el año, protegemos los pies al máximo. Llevamos calcetines o medias y un calzado cerrado o hasta botas que los mantienen bien resguardados. Y en verano buscamos que estén descubiertos y frescos. Por eso, a menudo, ya en casa nos subimos a las chanclas con sujeción entre el primer y segundo dedo (conocidas como flip flops) o a las chancletas con una única tira ancha en el dorso de los pies. Y no nos las quitamos hasta que nos metemos a la cama. Vamos de compras con ellas, damos un paseo por la ciudad, hacemos hasta cortas o largas caminatas… Estamos tan a gusto que tan solo para meternos en el agua de la piscina o la playa nos bajamos de ellas.
Y es que parece que en las chanclas todo son ventajas, y encima, se va a la moda: cómodas para calzarse, fáciles de limpiar, los pies transpiran sin problemas, protegen su planta de la arena caliente y hasta «afecciones como uñas encarnadas y pie de atleta se curan más rápido si el pie se mantiene fuera de un entorno estrecho y húmedo como el que nos proporciona el calzado cerrado», señala Adrián Castilla, podólogo del Hospital Vithas San José en Vitoria-Gasteiz.
Chanclas: por qué no usarlas para caminar
Sin embargo, un empleo excesivo de las chanclas puede resultar perjudicial, pues están pensadas exclusivamente para usarlas en piscinas, playas, vestuarios y duchas con la finalidad de evitar posibles infecciones. «Este tipo de calzado tiene una utilidad muy concreta y debe evitarse su uso inadecuado, ya que las ventajas pueden transformarse en patologías del pie a medio y largo plazo», recuerda este especialista del Colegio Oficial de Podólogos del País Vasco. En concreto, estos son los inconvenientes de una utilización inapropiada de las chancletas:
- Debido a su baja sujeción del pie, produce inestabilidad, lo que puede conllevar con facilidad a caídas, torceduras y esguinces.
- Su suela plana (misma altura en talón y dedos) produce una elevada tensión en la musculatura posterior de la pierna (sóleo y gemelos), lo que puede ocasionar tendinitis de Aquiles y fascitis plantar (inflamación de la fascia plantar, que es el tejido que va desde la base de los dedos hasta el talón en la planta del pie), causando dolor y cansancio.
- Al tener una forma plana, también tiene pobre soporte plantar, por lo que lo recomendable son suelas con un grosor de uno o dos dedos y una mayor altura en el talón.
- Para evitar que la chancla se escape o mueva al caminar, la falta de sujeción del talón origina una posición en garra involuntaria de los dedos.
- En las caminatas, ya sean largas o cortas, este tipo de calzado obliga a dar pasos muy cortos, se arrastra el pie y el tobillo realiza un esfuerzo mayor.
- Esto también modifica el patrón de la marcha, con las consecuencias biomecánicas que puede conllevar, sobre todo para quienes tienden a doblar los pies hacia dentro o fuera cuando caminan.
- Por el roce con la tira que sirve para sujetar las chanclas, pueden originarse heridas entre el primer y el segundo dedo.
- El pie se encuentra desprotegido, por lo que está muy expuesto a agentes externos, como insectos, el sol, roces… Esto deben tenerlo muy en cuenta las personas con diabetes, ya que, a menudo, sufren una inadecuada circulación en sus pies y cualquier herida puede conducir a graves complicaciones.
- Y, por supuesto, no es aconsejable realizar actividades deportivas con chanclas y, aunque no está prohibido, es peligroso su uso durante la conducción.
Qué calzado usar en verano para caminar
Para evitar todos estos problemas, Castillo propone utilizar sandalias en las salidas de verano. Además, hoy en día existen sandalias con muy buenas propiedades y de muchos tipos, incluso las hay para hacer largas caminatas o senderismo.
En concreto, según el experto, una buena sandalia siempre debe llevar una buena sujeción tanto en el antepié como en el talón mediante cinchas regulables y una buena suela que proporcione estabilidad y amortiguación. Además, sería aconsejable para facilitar la marcha que la suela tuviera un tacón de entre 1 y 2,5 centímetros a modo de cuña (al igual que el calzado cerrado), a fin de evitar tensión en la musculatura posterior de la pierna y la musculatura intrínseca del pie.
Por su parte, el podólogo del Hospital HM San Francisco de León, David Muñoz, apunta que el calzado que se emplee durante el verano debe ser «cómodo, flexible y que facilite la transpiración«, por lo que es recomendable que sea de materiales naturales para evitar que los pies suden mucho. Además, aconseja «cambiar habitualmente de zapatos y no abusar mucho de las zapatillas deportivas, ya que su uso excesivo favorece la sudoración y la aparición de hongos».