En un mundo en el que el ser humano vive rodeado de ondas electromagnéticas producidas por torres de alta tensión, telefonía móvil o los propios electrodomésticos, cualquier efecto adverso en el organismo de la energía electromagnética podría convertirse en un grave problema de salud pública. Sin embargo, los estudios que se han sucedido durante los últimos años para medir las consecuencias reales son, de momento, tranquilizadores.
En el curso sobre la realidad de los campos electromagnéticos, celebrado en El Escorial, un grupo de expertos ha hecho balance de las últimas investigaciones para aclarar si la telefonía móvil puede ser causa directa o indirecta de enfermedad. Y una de las conclusiones es que las ondas electromagnéticas pueden producir alteraciones en el ser humano, aunque no se han encontrado efectos nocivos. El matiz es importante, según Pablo Gil-Loyzaga, catedrático de Neurobiología de la Audición, «porque no siempre se aclara cuando se publican informaciones sobre esta cuestión».
Una de esas alteraciones se ha investigado en la Universidad Complutense de Madrid. En experimentos con personas sometidas a campos electromagnéticos, se ha comprobado que se sufre una alteración de la actividad cortical y se inhiben elementos sensoriales, como el área visual cuando se reciben mensajes hablados. Este experimento, traducido a la actividad cotidiana, justificaría una vez más la prohibición de no utilizar el móvil mientras se conduce. «No sólo se produce una distracción por la actividad que se realiza, sino una alteración causada por el efecto electromagnético», explica Gil-Loyzaga.
A pesar de que en la mayoría de los ensayos realizados no se ha encontrado una relación clara entre enfermedad cancerígena y los móviles. «hay estudios discrepantes y poco significativos que son los que llegan a la población», apunta el doctor Juan Represa, catedrático de Medicina de la Universidad de Valladolid.
Según este especialista, «existe una percepción distorsionada del riesgo, un estado de opinión que puede inducir todo tipo de enfermedades psicosomáticas». A su juicio, un ejemplo de esta percepción distorsionada se vivió este año en el colegio García Quintana de Valladolid. Tras semanas de protestas públicas, una sentencia judicial obligó a retirar unas antenas de telefonía móvil, aunque un comité de expertos concluyó que no había ninguna relación entre las antenas y los casos de cáncer registrados en el centro. «Éste es un claro ejemplo de lo que no debería suceder nunca», asegura.