Cuando entra en un ascensor, ¿siente palpitaciones y la boca seca? ¿Le da miedo viajar en metro o pasar varias horas en autobús? ¿Evita circular o pasear por los túneles? ¿Sufre ansiedad cuando se encuentra a oscuras en una habitación cerrada? Todas estas situaciones describen lo que se conoce como claustrofobia, un miedo intenso a los lugares cerrados que se caracteriza por diversos síntomas fisiológicos y que requiere la intervención de un especialista para superarlo. Aunque es una de las fobias más sencillas y fáciles de tratar, quien la padece puede verse limitado en su vida diaria. Por ello, conviene acudir al psicólogo para que diagnostique y aplique la terapia más adecuada. Diez sesiones pueden ser más que suficientes.
Origen
Las fobias se caracterizan por un miedo irracional ante una circunstancia o situación determinada. Cuando ese miedo se presenta como consecuencia de sentirse atrapado en un espacio pequeño, o que se percibe como tal, se denomina claustrofobia. Un problema que afecta aproximadamente al 5% de la población y que se clasifica dentro de las denominadas fobias específicas, es decir, aquellas que describen el miedo a algo concreto.
Quien la padece evita situaciones tan comunes como utilizar un ascensor, atravesar un túnel, viajar en metro, autobús o avión, quedarse encerrado en una habitación pequeña e, incluso, hay quien se niega a soportar pruebas médicas como un TAC, que requiere inmovilidad absoluta durante varios minutos en máquinas de ajustadas dimensiones. «Son capaces de buscar cualquier alternativa para no tener que afrontar su miedo», asevera Juan Romeu, especialista en neurología y psiquiatría del Gabinete Médico Psicológico de Barcelona y perteneciente al Cuerpo Facultativo de la Clínica Quirón.
En la claustrofobia suele ser más frecuente el temor a un ataque de ansiedad que a quedarse atrapado en un espacio reducido
Es muy probable que una persona que padece episodios de claustrofobia pueda haber experimentado antes una situación traumática que le conduce a evitar escenarios similares. Por ejemplo, es frecuente que se nieguen a utilizar un ascensor quienes se han quedado atrapados en algún momento de su vida en otro sin apenas aire para respirar, más si se cortó el suministro eléctrico. Pero no todas las experiencias desagradables son vividas por cada persona de la misma manera ni dejan la misma huella. Que en un futuro se desarrolle ese temor irracional a repetirla, por tanto, puede depender de otros factores.
Algunos especialistas afirman que la claustrofobia se produce por causas hereditarias, como una especie de trastorno genético que se transmitiría de generación en generación. Una teoría con la que no todos están de acuerdo y que responde, según explica Verónica Guillén, psicóloga del gabinete de Psicología Previ, de Valencia, al hecho de que «algunos padres transmiten a sus hijos mensajes de ansiedad y les trasladan, sin darse cuenta, sus propias fobias».
Son varias las teorías, pero en la práctica la mayoría coincide en afirmar que quien padece de claustrofobia no siempre teme al espacio cerrado en sí, sino que padece el mismo miedo, a veces más, a las posibles consecuencias negativas que pueda provocar. «Es muy frecuente que se tema más sufrir un ataque de ansiedad que quedarse colgado en un ascensor», señala Guillén. Precisamente, es en estos casos cuando el tratamiento puede complicarse porque los miedos se multiplican y las fobias, también. Es como si además de tener miedo a un perro, nos aterrara pensar que nos puede morder y contagiarnos la rabia.
Síntomas
La mayoría de las fobias tienen unos síntomas comunes que, en el caso de la claustrofobia, también se repiten. Los más habituales son boca seca, palpitaciones, sensación de ahogo, sudor frío, náuseas, pulso acelerado, malestar, sofocos y temor; prácticamente los mismos que se presentan en una crisis de ansiedad o de angustia. Además, a menudo se produce también una respiración rápida, llamada hiperventilación, que según describe Juan Romeu «llega a provocar un exceso de eliminación de CO2 y alcalosis sanguínea». Estas alteraciones pueden dar lugar a hormigueo y espasmos musculares, especialmente en el rostro y en las manos.
«La ansiedad es una reacción de alarma ante lo desconocido, cuya respuesta es doble», explica Romeu. De un lado, psíquica, «de preocupación o impaciencia» y física, caracterizada por la múltiple activación del organismo como defensa ante lo imprevisto. «El cerebro pone en marcha la respuesta de ansiedad como un estado de suma vigilancia, de alerta crispada, al tiempo que, a través de descargas de adrenalina, prepara al cuerpo para lo que pueda ocurrir», completa Romeu.
Los síntomas más habituales de la claustrofobia son boca seca, palpitaciones, sensación de ahogo, sudor frío, náuseas, pulso acelerado, malestar, sofocos y temor
Es esta descarga de adrenalina la que provoca los síntomas citados y causa otros como el aumento de la presión arterial o la contracción de algunos esfínteres, que puede ir emparejado con la necesidad de orinar o de defecar. Todos ellos suelen presentarse ante cualquier situación que implique permanecer en un espacio reducido y pueden derivar, según su intensidad, en un ataque de pánico. Esto es lo que ocurre cuando una persona sufre claustrofobia en el agua. «Puede ocurrir que cuando alguien practica buceo, más que sentir una sensación de libertad, se sienta encerrado y, al verse rodeado de agua y a cierta profundidad, la ansiedad se convierta en un ataque de pánico», describe Verónica Guillén.
Por lo general, los síntomas remiten cuando se termina la situación que los provocó, pero es importante controlarlos y superarlos para evitar que la persona pueda resultar dañada. «No todos los estados de ansiedad cursan con todos estos síntomas», matiza Romeo. No obstante, «un 3% ó 4% de la población general sufre las llamadas crisis de ansiedad o de pánico, que provocan una intensa conmoción en quien las padece, con una grave sensación de estar perdiendo el control o incluso de estar muriéndose».
Puede ocurrir también que los síntomas de la claustrofobia se agraven cuando la persona los padece en público, en una situación difícil o embarazosa, y deba enfrentarse a la sensación de vergüenza que pueda sentir porque los demás le miren o sienta que hace el ridículo. Es entonces cuando se añade el fenómeno llamado agorafobia, que además de utilizarse para referir el miedo a los espacios abiertos se emplea, según Romeu, para definir el miedo y la ansiedad que aparecen, de forma patológica, cuando uno está en algún lugar de donde es difícil salir para hallar ayuda si apareciera la crisis de ansiedad.
Cómo superarla
La claustrofobia se cura, pero para ello, según afirma Verónica Guillén, es necesario acudir a un psicólogo. «Si la claustrofobia es una fobia sencilla, conocida como fobia específica, se clasifica dentro de los trastornos de ansiedad y no necesita fármacos para curarse», explica. Sólo se recurre a los medicamentos cuando la claustrofobia se produce a la vez que otros trastornos graves como la depresión, situación en la que se precisaría de la intervención de un psiquiatra. «Si no, sólo es un problema», matiza.
Juan Romeu también comparte esta idea e insiste en que cuando la claustrofobia no se asocia con ninguna otra fobia o complicación es fácil de curar. No obstante, reconoce que hay que tener cuidado porque la claustrofobia a veces se confunde con el miedo a tener un ataque de ansiedad, «que es otra fobia y requiere otro tratamiento». Antes de ponerse en manos de un especialista, añade, las personas afectadas suelen desarrollar técnicas de evitación. «Evitan aquella situación que saben que les provoca la fobia, hasta que alguien querido les pide que la afronten o se encuentran obligados a hacerlo», subraya. Es el caso de alguien que tiene miedo a volar y debe viajar de urgencia desde la península a las islas. En casos así, «seguro que cogerá el avión», apunta el psiquiatra.
El tratamiento para superar una claustrofobia consta principalmente de dos partes: información y exposición. «Primero se facilita al paciente toda la información que necesita sobre la claustrofobia y su origen, y luego se recrean aquellas situaciones que dan lugar a la fobia», indica Guillén. Se trata de que el paciente diferencie los conceptos de miedo, ansiedad y fobia, y entienda las causas que los provocan, a la vez que se le enseñan técnicas de relajación y de control del pensamiento, para recordar tranquilamente la situación temida.
La recreación de las situaciones que provocan claustrofobia se emplea como herramienta terapéutica
«Esta es la forma lenta, pero las fobias se pueden superar también de forma rápida», defiende Romeu. «Se trata de colocar a la persona en una situación de máxima ansiedad y esperar que se extinga por agotamiento». Por ejemplo, cita, una persona con fobia a los ascensores es situada en uno de ellos junto con el terapeuta y «es aleccionada a consumir su ansiedad hasta que ésta desaparezca por completo». La ansiedad despertada por una situación suele bajar al 50% en la primera hora, al 20% en la segunda hora, y extinguirse por completo durante la tercera hora. Si se combinan técnicas de relajación es factible reducir el proceso a poco más de una hora. «De esta forma, la persona aprende que es posible convivir con las situaciones más temidas y, a partir de ahí, regular sus miedos irracionales», asegura.
Por otro lado, las nuevas tecnologías también han irrumpido en el mundo de la psicología. La realidad virtual es una técnica cada vez más utilizada para estos trastornos. La primera experiencia se llevó a cabo en el Centro Médico Delfos-Sitec de Barcelona, en colaboración con la Universidad Jaume I, de Castellón. La metodología se aplicó de manera experimental para sumergir a los pacientes progresivamente en las situaciones que les provocaban el miedo, pero ha sido extendida por otros profesionales como los del Centro Previ. «Podemos crear cuantas situaciones imaginemos», cuenta Romeu. Gracias a la realidad virtual se puede recrear un ascensor, un túnel o una habitación, en la que poco a poco se bajan las persianas y cada vez se consigue más oscuridad. El psicólogo observa cómo reacciona la persona claustrofóbica y le ayuda a superar la situación que le provoca ansiedad. Se trata de un tratamiento «más breve y menos agresivo», explica uno de los psicólogos del centro.
En concreto, este sistema de realidad virtual puede ayudar al paciente a superar su problema en apenas seis sesiones cuando la fobia no se complica con otros trastornos, según Verónica Guillén, aunque con el sistema de terapia convencional pueden bastar una decena de sesiones de una hora de duración. Lo importante es tener ganas de curarse, recuerdan en Previ: «No todas las personas con claustrofobia buscan ayuda profesional para superar su problema». Muchas manejan su problema evitando activamente las situaciones que impliquen cierre, la mayoría desconocen que este problema puede llegar a desaparecer con un tratamiento apropiado y otros suelen buscar ayuda especializada sólo cuando su problema interfiere de un modo notable en su vida, en su trabajo, en su familia o en sus relaciones sociales. Por último, muchos claustrofóbicos se han resignado y han aprendido a vivir con su problema.