Diferentes formas de reaccionar ante una enfermedad
La mayoría de las personas presentan cierto shock emocional al recibir un diagnóstico de enfermedad. Nadie está preparado para recibir una mala noticia y por eso necesitamos tiempo para asumir lo que está pasando.
🔸 Preocupación y derrota
Tras recibir el diagnóstico, algunas personas se muestran muy preocupadas por todo, buscan información constantemente sobre la enfermedad en diferentes medios, a través de libros, televisión, Internet… Están muy atentas a los síntomas o molestias que notan en su cuerpo, analizan todo lo que les dice su médico o lo que otros pacientes les cuentan. Esta actitud de observación constante puede provocar tensión, angustia, nerviosismo, irritabilidad o incluso desánimo.
Estos sentimientos son normales y comprensibles. Pero, en ocasiones, el abatimiento se transforma en las personas enfermas en una actitud de derrota; piensan que nada depende de ellas, que están en manos de la suerte, de los médicos o del destino. También pueden sentirse indefensas y deprimidas.
🔸 Quitar importancia
Puede ocurrir, sin embargo, que la persona enferma actúe como si no pasara nada. Su forma de enfrentarse a la enfermedad es restándole importancia.
En estos casos, si esta actitud no impide que el paciente reciba los tratamientos necesarios, no debemos intentar que cambie. Es la forma que tiene de enfrentarse a la enfermedad, su manera de aceptar la realidad. En la mayoría de los casos, su comportamiento irá cambiando a medida que pase el tiempo.
🔸 Enojo
Sentir rabia ante la situación de enfermedad es muy frecuente entre los pacientes. Pueden mostrarse intransigentes o excesivamente exigentes.
Es una actitud comprensible, pero mantenida en el tiempo puede perjudicar las relaciones entre la persona enferma y la persona cuidadora.
🔸 Tranquilidad
También puede suceder que, tras un periodo inicial de adaptación, se acepte la enfermedad y se adopte una actitud más activa, buscando soluciones según se van presentando las dificultades. Esta forma de afrontar la enfermedad ayuda a mantener un mejor estado de ánimo y una cierta tranquilidad a lo largo del proceso.
Sea cual sea la actitud, es importante saber que cada persona reacciona de forma diferente ante la enfermedad. Incluso la misma persona puede adoptar distintas actitudes a lo largo del proceso en función de los momentos y situaciones que vayan apareciendo.
Presionarle para que cambie su forma de afrontar la situación puede provocar un estrés añadido que no contribuye a mejorar su estado de ánimo. Lo más importante en todos los casos es acompañar a la persona y evitar que se sienta sola.
Pautas para sentirse bien física y emocionalmente
Para poder ofrecer cuidados de calidad es necesario que la persona que cuida se sienta bien física y emocionalmente. Por ello, es fundamental que dediques tiempo a buscar momentos de descanso y a realizar actividades que te permitan centrar la atención en algo diferente a la enfermedad. A continuación, te ofrecemos una serie de pautas que pueden ayudarte a cuidar tu salud, tanto física como emocional.
🔹 Descansa
Normalmente los cuidadores descuidan aquellas actividades que le permiten recuperarse del cansancio y las tensiones del día. Por otro lado, la falta de sueño y descanso puede provocar una serie de problemas como irritabilidad, falta de atención, estrés, etc.
Para evitar la aparición de estos síntomas es aconsejable:
- Intentar hacer pequeños descansos a lo largo del día.
- Aprovecha cuando el enfermo descansa para descansar.
- Trata de dormir lo suficiente: la falta de sueño produce falta de atención, propensión a accidentes, irritabilidad, cansancio, tensión emocional, estrés, culpa., y tanto el bienestar físico como el psicológico se ve alterado.
- Consulta a tu médico si te sientes muy cansado o tienes problemas para dormir.
- Si el enfermo necesita atención por la noche: haz turnos con otras personas, contrata o solicita un profesional algunos días a la semana.
🔹 Realiza actividad física
Hacer algún tipo de actividad física puede ayudarte a descargar las tensiones acumuladas y mejorar sustancialmente tu calidad de vida. Para ello:
- Busca un espacio a lo largo del día para practicar algún tipo de actividad física que resulte de tu agrado.
- Si no dispones de mucho tiempo libre, puedes dar un pequeño paseo todos los días.
- Aprovechar las salidas necesarias a la calle para caminar un rato, por ejemplo, cuando vayas a comprar o hacer alguna gestión.
🔹 Organiza tu tiempo
La falta de tiempo es una de las principales preocupaciones de los cuidadores: disponer de tiempo para atender a la persona enferma, para atender a otras personas de la familia, para sus responsabilidades profesionales, etc. Por ello, hacer una buena planificación de las actividades te puede ayudar a aprovechar tu tiempo. En este sentido:
- Realiza las tareas que sean más urgentes o importantes y aplaza las que no lo son.
- Antes de comprometerte a realizar cualquier tipo de tarea, piensa si podrás llevarla a cabo.
- Pide ayuda a otros miembros de la familia, si ves que no puedes atender todas tus responsabilidades, te notas desbordado o excesivamente cansado.
🔹 Evita el aislamiento
La responsabilidad diaria de cuidar de una persona enferma puede llevar a una situación de aislamiento que aumenta la sensación de sobrecarga y estrés. Para evitar que esto ocurra:
- Intenta buscar un tiempo para ti y dedicarlo a realizar actividades que te gusten, mantener alguna de tus aficiones y continuar relacionándote con otras personas: tu grupo de amigos, tu pareja, otros familiares o conocidos.
- Es importante dedicar un tiempo a tus seres queridos; no olvides que ellos son para ti un apoyo.
🔹 Busca vías para sentirte bien
Algunas de las emociones negativas que frecuentemente experimenta un cuidador pueden ser: miedo, pena, culpa, enfado, tristeza o soledad. No olvides que la aparición de estos sentimientos es debida a la situación de sobrecarga que normalmente conlleva el cuidado de una persona enferma y son sentimientos totalmente normales y legítimos. Es importante ser consciente de ellos, reconocerlos y compartirlos, para ello:
- Comenta tus experiencias con otras personas que tienen problemas semejantes; probablemente te ayudará.
- Expresa tus sentimientos al enfermo e intentad buscar, entre ambos, soluciones alternativas.
- Comparte con otros familiares y amigos los sentimientos tanto de alegría, esperanza…, como de tristeza, impotencia, temor.
- Dedica unos minutos al día a relajarse. Hay ejercicios que te pueden ayudar a aprender a relajarte.
- En caso de que la intensidad de los sentimientos negativos sea muy fuerte e interfieran en tu vida y en el desempeño de las tareas relacionadas con el cuidado, busca ayuda profesional.
🔹 Aprende a gestionar conflictos y situaciones difíciles
A veces parece más complicado resolver un problema que dejar que continúe. Sin embargo, por difícil que resulte, es necesario hacer frente a esas situaciones que generan conflicto y malestar. Para ello:
- Evita tomar decisiones precipitadas, anticipa los problemas y prevé las posibles soluciones.
- Implica al enfermo en las decisiones que sea posible (económicas, legales o de otro tipo), principalmente si la situación empeora.
- Ten preparadas estrategias antes de que la situación sea crítica (agravamiento, traslado, otros problemas que impidan al cuidador continuar con su tarea, etc.).
- Mantén reuniones familiares para buscar soluciones. También puede ser útil consultar a otras personas o incluso utilizar un mediador ajeno a la unidad familiar.
- Establece límites tanto en el cuidado que se ofrece (para evitar la sobrecarga) como en la relación con la persona enferma; en algunas ocasiones las personas enfermas tiranizan a quienes les cuidan.
🔹 Utiliza otras fuentes de ayuda
En muchas ocasiones, el cuidado del enfermo recae casi totalmente en una sola persona y tanto ella como el resto de la familia asume que es su responsabilidad hacerlo. Para que esto no suceda, es importante tratar la situación con la familia y así decidir lo que cada uno puede aportar en cuanto al cuidado del enfermo. Es fundamental que se repartan tareas y evitar que todo sea asumido por una misma persona. Y es igualmente esencial que el enfermo mantenga su autonomía en la medida que sea posible.
Para ello te sugerimos alternativas que te pueden resultar de utilidad:
- Pide ayuda a otros familiares.
- Habla abiertamente de las necesidades que se derivan del cuidado y negocia con cada uno de los miembros de la familia qué puede hacer para contribuir a la tarea.
- Expresa con claridad la clase de ayuda que necesitas y no esperes que los otros lo adivinen: di de forma concreta qué necesitas de los demás.
- Acepta que algunas personas están más dispuestas a ayudar que otras. Ten en cuenta y recibe lo que cada uno puede ofrecer.
- Expresa tu satisfacción y agradecimiento por la ayuda recibida.
- Recurre a servicios, instituciones y asociaciones de ayuda.
Servicios, instituciones y asociaciones de ayuda
Quizá nadie pueda cuidar mejor a nuestro familiar que nosotros mismos, pero un apoyo por parte de personas o instituciones específicamente formadas puede complementar la ayuda que nosotros le ofrecemos.
No esperes a que la situación sea desesperada para pedir ayuda a un profesional. Pueden surgir diferentes problemas a lo largo de la enfermedad: dificultades económicas, necesidad de ayuda a domicilio, necesidad de información sobre la enfermedad, sobre los cuidados, recursos disponibles, etc.
Existen servicios sociosanitarios proporcionados por los ayuntamientos y las comunidades autónomas de ayuda a cuidadores. Igualmente, puedes contactar con asociaciones de familiares que actúan como entidades de apoyo a las personas que cuidan de personas enfermas, ofreciéndoles información, ayuda y orientación.