Algunos medicamentos que alivian el dolor se pueden obtener sin receta médica, como el paracetamol, el ibuprofeno o la aspirina. Tomados solos o en combinación no registran ningún peligro, siempre que se tengan en cuenta los efectos secundarios y se sigan al pie de la letra las indicaciones del prospecto. Cuando sea necesario tomar una dosis superior, es imprescindible la prescripción de un facultativo.
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Los analgésicos son eficaces y, en principio, seguros. Estos fármacos se utilizan para aliviar el dolor de cabeza, oído o musculoesquelético, además de la inflamación y otros malestares de menor importancia. Incluso, disminuyen la fiebre. Sin embargo, como cualquier sustancia química, aunque su uso es habitual en la mayoría de los hogares, no están exentos de riesgo. Es imprescindible leer el prospecto antes de ingerirlos.
Indicados para el dolor
Entre los medicamentos de venta libre, destacan el acetamonifeno y los antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Esta última clasificación engloba, entre otros, a la aspirina, el ibuprofeno, el ketoprofeno y el naproxeno. Todos son efectivos contra los diferentes tipos de dolor y sólo cuando se necesitan en concentraciones fuertes se hace indispensable comprarlos con receta médica. En general, no es conveniente tomarlos sin la prescripción de un facultativo durante más de diez días, si se quiere combatir el dolor, o más de tres, si se usan como antitérmico. Cuando el malestar o la fiebre persisten durante un tiempo prolongado, es recomendable acudir al médico. Hay que leer siempre las instrucciones de uso y no sobrepasar las dosis indicadas. Si en la caja del fármaco se incluye una cucharilla o un dispensador de gotas, es aconsejable utilizarlo.
El 25% de los niños no recibe suficientes fármacos para aliviar el dolor después de alguna intervención quirúrgica común
Muchos analgésicos sin receta contienen más de un principio activo para el dolor. Esto ocurre con algunos antigripales disponibles en el mercado que, además de un antitusígeno o antihistamínico, contienen paracetamol. Hay que examinar con atención todos los componentes antes de tomar un analgésico para no sobrepasar las dosis indicadas. Las personas que más cuidado deben tener son los mayores, en especial si toman anticoagulantes como la warfarina o diuréticos, y quienes padecen enfermedades crónicas como insuficiencia cardiaca o enfermedad renal. Es preferible no tomar los medicamentos hasta preguntar al facultativo o al farmacéutico por las medicinas óptimas en su caso.
Si se toman analgésicos para el dolor, es fundamental beber cada día entre seis y ocho vasos de agua o bebidas sin alcohol o cafeína para favorecer la eliminación renal, siempre que el médico no haya restringido el aporte de líquidos. Hay diversas alternativas para combatir algunas dolencias (practicar ejercicio, seguir una dieta adecuada o abandonar hábitos tóxicos, entre otros), ya que la vía farmacológica es sólo una parte del plan de tratamiento. Es primordial que el médico de familia conozca en cada caso todos los medicamentos que se toman, incluidos los complementos dietéticos, como las infusiones de hierbas.
Efectos secundarios
Tomar una dosis de analgésicos superior a la recomendada o durante más tiempo del prescrito puede provocar consecuencias perjudiciales para el corazón, los riñones, el sistema nervioso, el hígado o la mucosa gastrointestinal.
A pesar de que estos fármacos comparten propiedades, su nivel de efectividad y de toxicidad es diferente en cada individuo. Estas dos variables también son distintas según el horario en el que se administren, si se toman combinados con otros fármacos e, incluso, en función de la edad. En una persona mayor de 65 años con una enfermedad crónica, el potencial tóxico se multiplica. La mayoría de los estudios realizados con analgésicos seleccionan a voluntarios jóvenes y sanos, por lo que se desconoce sus efectos nocivos en otros grupos poblacionales.
Además de los efectos adversos citados, algunas personas son, o pueden ser, alérgicas a determinados medicamentos o a alguno de sus componentes. Cuando se produce una reacción extraña después de tomar un fármaco, hay que informar al médico de familia antes de ingerir cualquier otra medicina. Las primeras señales que ponen sobre la pista de una reacción alérgica son: urticaria, inflamación y picor generalizados y dificultad respiratoria. Ante estos síntomas, es imprescindible acudir al médico con premura.
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El 25% de los niños no recibe suficientes fármacos para aliviar el dolor después de alguna intervención quirúrgica común, como la extirpación de las amígdalas. Así lo confirma un estudio reciente realizado y publicado en la revista “Pediatrics”. Los expertos aseguran que muchos padres, por el temor a una supuesta adicción y porque subestiman el dolor de sus hijos, no suministran las dosis que serían necesarias para aliviar la incomodidad de los pequeños.
Las consecuencias de tomar menos medicación de la necesaria no son insignificantes. Muchos niños llegan a deshidratarse porque el daño, en el caso de una amigdalectomia, no les deja tragar agua, e incluso terminan en los servicios de urgencias por problemas derivados de la mala gestión del dolor, señala Patricia Cantwell, profesora y jefa de medicina de atención crítica pediátrica de la Facultad de medicina de la Universidad de Miami, en EE.UU.
La extirpación de adenoides y de amígdalas son las intervenciones quirúrgicas que, cada vez más, se hacen de manera ambulatoria. Esto conlleva que ciertos medicamentos, entre ellos los analgésicos, se administren en el hogar. Los autores del estudio, de la Universidad de California, en Irvine, y del Hospital pediátrico de Orange, en California, evaluaron a 261 niños entre 2 y 12 años que se habían sometido a uno de estos procedimientos. El primer día en casa, el 86% de los niños tenía “dolor general significativo”. Pese a ello, la mayoría recibió un calmante o ninguno. A los tres días, dos tercios seguía con dolor y el 41% recibía la mínima dosis de fármaco.
Los resultados revelan que, cuanto mayor es el nivel de estudios de los progenitores, más aumenta la tendencia a seguir las instrucciones de uso. También apuntan que, a menudo, el sistema de administración recetado no cumple con las expectativas: un niño con dolor de garganta tendrá dificultades para tragar una pastilla. Los padres deben conocer el uso de estos medicamentos y comprender las señales no verbales, sobre todo en niños pequeños, a quienes cuesta más explicar el grado de dolor que sufren.