Acabar con la pobreza en el mundo ocupa el primer lugar dentro de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030. La Organización de Naciones Unidas (ONU) cataloga la pobreza como un “problema de derechos humanos”. Para la entidad, esta situación va más allá de la falta de ingresos y recursos para garantizar unos medios de vida sostenibles. La pobreza se manifiesta de manera tangible en el hambre, la malnutrición, la falta de una vivienda digna y el acceso limitado a otros servicios básicos, como la educación o la salud.
Según la ONU, 736 millones de personas, el 10 % de la población mundial, viven en situación de extrema pobreza (con una renta per cápita inferior a 1,90 euros al día). La mitad son niños y niñas, lo que equivale a decir que uno de cada cinco menores está sumido en esta situación. Además, el 45 % de la población infantil se encuentra en condiciones de pobreza moderada.
Cinco variables para evaluar la pobreza infantil
Para la ONG Ayuda en Acción, el impacto de la pobreza infantil se mide en cinco variables:
- 1. Aumento de la mortalidad (entre 70 y 100 menores fallecen en los países pobres por cada 1.000 nacidos).
- 2. Mala salud, que comienza con un retraso en el crecimiento (156 millones de menores de cinco años lo sufren) y puede marcar una demora del desarrollo cognitivo.
- 3. Imposibilidad de acceder a una educación de calidad y asistir al colegio con regularidad.
- 4. Trabajo infantil (unos 152 millones de niños y niñas en el mundo trabajan antes de cumplir la edad legal, establecida en 14 o 16 años dependiendo del país).
- 5. Violencia.
Si bien la pobreza en el mundo ha disminuido paulatinamente durante los últimos 25 años, la pandemia de la covid-19 ha supuesto un punto de fuga. A partir de 2020, la pobreza extrema mundial ha aumentado y se ha diversificado geográficamente: no solo afecta a los países más pobres (a pesar de que más del 40 % de la población pobre esté en estas naciones), también impacta de manera notable en países catalogados como desarrollados.
Pobreza infantil en España
El índice AROPE (At Risk Of Poverty and/or Exclusion), indicador multidimensional empleado por el Consejo de Europa para medir la incidencia de la pobreza y la exclusión social, era en España de un 28,9 % en 2021, la cifra más alta de los últimos cinco años. Esto equivale a decir que más de dos millones de niños, niñas y adolescentes padecen pobreza en nuestro país. Somos el tercer Estado de la Unión Europea con la tasa más elevada.
La actual situación económica, marcada por una inflación desbordada, ha provocado que las familias limiten los gastos en partidas que se consideran esenciales. El informe ‘El coste de la vida y estrategias familiares para abordarlo’, elaborado por Cáritas Española y la Fundación Foessa, denuncia que 7 de cada 10 hogares vulnerables han renunciado o han reducido sus gastos en ropa y calzado y casi la mitad han recortado el presupuesto familiar en alimentación; una cuarta parte de ellos no puede llevar la dieta especial que necesita por cuestiones médicas.
Además, el 18 % de hogares con niños ha dejado de usar el comedor escolar por no poder costearlo: este porcentaje equivale a unas 500.000 familias. Según datos de la Plataforma de Infancia, las ayudas o becas comedor solo llegan al 11 % del alumnado de educación obligatoria.
Consecuencias de la pobreza infantil
La exposición a la pobreza en la infancia de manera persistente está asociada a mayor riesgo de problemas de salud mental, obesidad y enfermedades crónicas. Sufrir pobreza en la infancia tardía o en la adolescencia está más relacionado con la salud mental y las enfermedades crónicas, mientras que padecerla en la primera infancia se asocia con la obesidad.
🔶 Pobreza, mala alimentación y obesidad
El informe sobre Obesidad infantil en España 2021-2022, de EROSKI Consumer, hace referencia al fenómeno conocido como “pobresidad”, que indica que la tasa de obesidad infantil es el doble entre las familias con unas rentas más bajas que en aquellas con rentas más altas.
Lo explica Carme Vidal, presidenta de la Sociedad Española de Pediatría Social (SEPS): “La primera consecuencia de la pobreza infantil es el cambio en el hábito de la alimentación en la familia, la dificultad para acceder a una alimentación equilibrada lleva a que muchos niños se alimenten de productos que pueden superar las necesidades de energía, pero carecen de los nutrientes necesarios al basarse en alimentos de bajo coste con pocos nutrientes y alto contenido en grasas, con menor consumo de vegetales y verduras ocasionando una malnutrición que puede llevar al sobrepeso y la obesidad”.
En caso de perpetuarse, según la experta, la obesidad puede conllevar consecuencias físicas, como enfermedades cardiovasculares; diabetes; mayor riesgo de cáncer; consecuencias mentales, como baja autoestima, depresión o ansiedad; y consecuencias sociales, como estigma, discriminación o dificultades para relacionarse. “Todas ellas suponen una menor calidad de vida”, puntualiza Vidal.
Para la presidenta de la Sociedad Española de Pediatría Social, los niños y niñas en situación de pobreza tienen el doble de riesgo de padecer obesidad que los que viven en las familias de rentas más altas y, consecuentemente, de desarrollar otras enfermedades.
🔶 Problemas de salud desde la cuna
Durante la gestación y la lactancia también es primordial que la madre siga una dieta saludable. Distintos estudios médicos demuestran que no garantizar la ingesta de los nutrientes necesarios acarrea peligros tanto para el bebé como para la futura madre. Una mala alimentación prenatal puede incrementar las posibilidades de un parto prematuro y aborto, provocar hipertensión, generar exceso de líquido amniótico, concluir en hipermadurez fetal y desencadenar diabetes tipo 2 y obesidad en la infancia.
“La mala nutrición y salud materna pueden asociarse a bajo peso al nacer y a crecimiento intrauterino retardado, que a su vez tienen consecuencias futuras, como el mayor riesgo de enfermedad cardiovascular”, concreta Vidal.
La especialista apunta otras consecuencias de la pobreza infantil. “Padecer asma —la enfermedad respiratoria crónica infantil más común, con un fuerte componente socioeconómico y muy relacionada con el estado de las viviendas, como humedades o problemas para adecuar la temperatura—, tener una peor salud dental, estar expuesto a sufrir más accidentes, presentar problemas de salud mental y el abandono escolar temprano”, analiza.
✅ Asegurar el acceso efectivo de todos los niños, niñas y adolescentes a una alimentación saludable, equilibrada, adecuada y adaptada a cada etapa de desarrollo son medidas que, a juicio de Vidal, podrían ayudar a revertir la situación de la pobreza. También señala el establecer ayudas para la adquisición frutas y verduras en hogares con dificultades, otorgar becas para comedores escolares de calidad garantizan una comida saludable y elevar los impuestos en ciertos productos (los refrescos, por ejemplo).
🔶 Incidencia de la pobreza en la salud mental
La pobreza, además de afectar a la salud física, incide en la salud mental. “Afecta porque lleva a la vulnerabilidad y a la ausencia de recursos. La pobreza también lleva al aislamiento, que es otro de los grandes factores que incide especialmente en la fragilidad y en la falta de salud mental”, explica Guillermo Fouce, presidente de Fundación Psicología Sin Fronteras. En el caso de los niños y las niñas, estar en situación de pobreza les hace ser señalados por otros iguales, “lo que los llevará a una situación más compleja de manejar”, advierte.
Investigadores de la Universidad de Harvard y el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) destacan que las personas con ingresos más bajos suelen tener entre 1,5 y 3 veces más probabilidades que los ricos de sufrir depresión o ansiedad. Fouce confirma que estas dos patologías también se dan en los menores. “Hay niños y niñas que se retraen, tienen dificultades de comunicación, se aíslan y les cuesta decir que les pasa. Otros reaccionan con ira, agresividad e impulso”, resume el especialista.
✅ Desde el punto de vista psicológico es vital intervenir lo antes posible. “Es importante normalizar y solucionar las situaciones de carencia material. También hay que hablar de esta situación con los niños y abordarla con la familia. Indudablemente, pueden llegar a ser adultos sanos, pero antes tienen que resolverse esas carencias fundamentales para que la persona pueda seguir hacia delante”, cuenta el presidente de la fundación. “En la pobreza no solo debemos atender los síntomas físicos, sino también los mentales. Al final todo es un círculo que se relaciona. No hay salud física sin salud mental, no hay salud mental sin salud física y no hay salud física, mental y emocional si no hay salud social”, reflexiona.
🔶 Pobreza y desventaja educativa
La pobreza infantil afecta también a la etapa formativa. Además, esta incidencia es acumulativa, por lo que actuar desde los primeros años —en la etapa infantil, de 0 a 3 años— puede suponer mitigar situaciones o conductas que se dan en etapas posteriores, como la repetición de cursos o el abandono escolar.
Para David Lozano, portavoz de la Fundación Pere Tarrés, que elabora el informe ‘Infancia y Salud en Cataluña y España’, “conceptos actuales como la brecha digital ponen de manifiesto que no disponer de los recursos informáticos necesarios en el hogar a causa de las dificultades económicas de las familias genera desigualdades dentro del aula. Este conjunto de dificultades a las que se enfrentan las familias en situación de vulnerabilidad, riesgo de pobreza o exclusión social incrementan la posibilidad de repetir el curso académico o de un abandono escolar prematuro”.
✅ Desde esta Fundación destacan las actividades de ocio educativo para paliar las dificultades que las situaciones de pobreza generan en las familias dentro del ámbito educativo y socioeducativo y en las actividades de tiempo libre educativo. “Trabajan tanto en la esfera educativa, atendiendo a la diversidad existente, como también ofreciendo espacios gratuitos o a coste muy reducido para que los menores de familias en riesgo de pobreza o exclusión puedan disfrutar también de espacios de desconexión, diversión y aprendizaje”, sintetiza Lozano.
Estas actividades refuerzan competencias educativas, sociales y de valores cívicos clave —como la comunicativa, la digital, la social y relacional, o la creatividad—, “y lo hacen con acciones integradoras y cohesionadoras”, aclara Lozano. De ahí la importancia de garantizar espacios de ocio educativo complementarios a la educación formal para los niños, niñas y jóvenes de hogares en contexto de vulnerabilidad.
“Hay que asegurar que todos los menores puedan participar en estos programas independientemente de los recursos económicos de cada familia puede reducir las desigualdades educativas y contribuir a una sociedad más cohesionada e inclusiva”, finaliza.
Cómo revertir la pobreza infantil
Si bien organizaciones y expertos de distintos ámbitos coinciden en que acabar con la pobreza infantil es difícil, apuntan a la educación como la herramienta más poderosa para revertir esta situación. Si el conjunto de la sociedad asegura el acceso a una educación de calidad para todos los niños y las niñas, habrá más opciones para un futuro lejos del estigma de la pobreza. Como bien dijo Malala Yousafzai, Premio Nobel de la Paz: “Tomemos nuestros libros y nuestros lápices. Son nuestras armas más poderosas. Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo”.
También hacen falta más recursos. Para Carles López, presidente de la Plataforma de Infancia, “es necesario que los avances se acompañen de recursos económicos, desarrollos normativos y medidas específicas en todos los ámbitos, para que tengan un impacto real en la vida de los niños y niños. Además, las políticas públicas deben contar con un enfoque de derechos de infancia y con la participación de la sociedad civil y de los propios niños y niñas”, concluye.