En el ámbito de las leyes, se define al “consumidor medio” como una persona normalmente informada y razonablemente atenta y perspicaz. ¿Bastaría con ajustarnos a este retrato robot para ser capaces de dilucidar, por ejemplo, la veracidad del siguiente titular de un medio de comunicación: ‘El gazpacho combate el cáncer’? El presente artículo recoge una serie de pautas útiles para ayudarnos a ser consumidores críticos de los mensajes relacionados con la ciencia y la salud que nos circundan, que no son pocos.
El difícil momento que vivimos derivado de la pandemia vírica que afecta al planeta es terreno fértil para la proliferación de teorías conspirativas y remedios milagrosos. Pero esto no es nuevo: la salud y la enfermedad, caras de una misma moneda, son per se propicias para ello y en la historia de la humanidad no escasean ejemplos de tretas y estafas variopintas que costaron ilusiones, dineros o su propia vida a las incautas personas que las abrazaron con la esperanza de un mayor bienestar.
El filtro digital mínimo
Hoy, con la innegable preponderancia de Internet, este fenómeno ha rejuvenecido, como se observa a través de la desinformación que pulula por redes sociales, mensajería instantánea o innumerables sitios web. Frente a los mensajes más huecos, exagerados y groseros (por ejemplo, ‘El remedio para la diabetes que no quieren que sepas’ o ‘Bombazo: la cura definitiva del cáncer’) bastaría el sentido común y una serie de mínimos exigibles a todo contenido digital que, si no se cumplen, harían recomendable, como poco, dudar de su veracidad, como los siguientes:
- ➡️ Que el presunto medio de comunicación o página web disponga de aviso legal para saber quién nos cuenta qué.
- ➡️ Que la presunta noticia tenga fecha de publicación.
- ➡️ Que la presunta noticia esté firmada por la persona que la haya redactado o por el propio medio o página web.
Lo anterior bastaría para tomar la decisión de dirigir nuestra atención a otros asuntos, pero podemos complementar nuestro chequeo con las siguientes comprobaciones adicionales:
- ➡️ Que se citen las fuentes de información de la presunta noticia.
- ➡️ Que la presunta noticia no incite al consumo o compra de un determinado servicio o producto.
Nivel avanzado en 8 puntos
¿Pero qué ocurre cuando es un medio de comunicación reconocible y aparentemente fiable el que nos cuenta un mensaje determinado? Sin duda, en este caso entendemos que los anteriores filtros se cumplen y, por tanto, a priori podemos estar más tranquilos, y así es en general. Sin embargo, no es raro que muchas informaciones adolezcan de buenas dosis de sensacionalismo y de una serie de debilidades que, en conjunto, nos puedan inducir a error o nos hagan sacar conclusiones precipitadas, con los riesgos que ello supone por cuanto hablamos de algo tan valioso como la salud.
Imagen: USA-Reiseblogger
Por ello, para seguir avanzando en nuestra conformación como consumidores críticos y adquirir un práctico hábito de sano escepticismo, planteamos los siguientes consejos:
- Exigir un titular apropiado. Un buen titular no es sencillo de obtener, pues se busca que sea veraz, atractivo y conciso. En el entorno digital, donde lograr tráfico web es relevante, la veracidad puede ser el atributo más socorrido de sacrificar. De este modo, puede caerse en una exageración indebida, que no concuerde con los hechos narrados en la propia noticia y confunda al lector.
- Dudar de las panaceas. En el ámbito de la ciencia y la salud los avances en forma de giros radicales del conocimiento son muy raros, es decir, se avanza generalmente en forma de pequeños pasos, valiéndose de la acumulación de los resultados de trabajos anteriores, a modo de una evolución paulatina que va decantando la mejor evidencia científica disponible.
- Cautela con estudios con animales o in vitro. En muchas ocasiones, se presentan demasiado alegremente resultados de estudios científicos realizados en cultivos celulares (como es el caso del titular que citábamos al principio de este artículo) o en animales de laboratorio que, por muy interesantes que sean, constituyen una etapa aún temprana del proceso científico en biomedicina, y de lo cual hay que advertir al lector. Cualquier resultado en estas fases tiene muy difícil ser confirmado luego con personas, para lo cual le quedaría, en el mejor de los casos, un largo trecho de investigación clínica por delante.
- Cautela con estudios no publicados en revistas científicas. No son raros que nos lleguen informaciones derivadas de presentaciones realizadas en congresos o reuniones médicas. Sin embargo, pese al interés que pueda tener para la propia comunidad científica, lo exigible es que esos resultados hayan sido publicados en revistas científicas, pues es la forma que tiene la ciencia para tratar de garantizar en lo posible la credibilidad de sus métodos y resultados.
- Exigir el contexto de los hechos. El resultado de un estudio científico aislado no es más que una gota en un océano de conocimiento, de forma que presentarlo por sí solo usurpa al lector su completa compresión. Por ello, es útil conocer el contexto en que se enmarca el hecho novedoso, es decir, el conocimiento general sobre dicha cuestión, para establecer mejor su valor.
- Una segunda fuente, marca de calidad. Relacionado con lo anterior, constituye una marca de calidad que una noticia dé voz no solo a la fuente primaria del hecho narrado (un científico, una universidad o una empresa farmacéutica), sino también a una persona experta en la materia de que se trate y que sea ajena a dicho trabajo. Este punto de vista independiente ayudará a sopesar mejor el interés de lo relatado.
- Saber quién ha pagado lo que nos cuentan. Al trasladar en forma de noticia el resultado de un trabajo científico, también es relevante para el lector saber quién ha financiado dicho trabajo (una empresa, una universidad pública…), pues el resultado puede estar sesgado a favor de los intereses de su fuente de financiación.
- El profesional médico, la referencia. Las pautas anteriores contribuirán a que seamos consumidores más exigentes y críticos con los mensajes sobre salud que recibimos. Sin embargo, no debemos olvidar que son los profesionales médicos quienes mejor pueden aconsejarnos en función de nuestras circunstancias individuales.