Los efectos perjudiciales del ruido van mucho más allá de los problemas auditivos relacionados con escuchar música a volumen alto. Dos estudios han demostrado que la contaminación acústica es una variable relacionada con los ingresos hospitalarios y que incrementa el riesgo de sufrir un infarto. La Unión Europea estima que el ruido ambiental se ha duplicado en todos los países miembros en los últimos años, hasta el punto que hoy los expertos consideran la contaminación acústica como una de las más molestas y de las que mayor incidencia tienen sobre el bienestar de los ciudadanos.
Imagen: Ahron de Leeuw
El pasado mes de diciembre tuvo lugar en Bonn, Alemania, una reunión en la que se analizaron los efectos de la contaminación acústica sobre la salud. Los expertos revisaron los efectos perjudiciales del ruido y efectuaron algunas recomendaciones, haciendo hincapié sobre la importancia de la política de salud a este respecto. El límite de ruido aceptado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las legislaciones europeas es de 65 decibelios (dB). Según la Organización para la Cooperación Economía y Desarrollo (OCDE), 130 millones de personas en el mundo sufren un nivel sonoro superior en su entorno mientras otros 300 millones soportan ruidos que imposibilitan una calidad de vida media.
El progreso técnico, el auge de los medios de transporte, el hacinamiento, los hábitos culturales y el crecimiento urbano sin una planificación correcta son algunos de los factores que han contribuido a la degradación acústica del medio y al deterioro de las relaciones entre las personas y su entorno. Cabe señalar, no obstante, que no existe una correlación necesaria entre el desarrollo económico y el nivel de ruido, sino que éste último viene determinado por otros factores como el grado de concienciación ciudadana sobre sus efectos y la posibilidad de evitarlos. Podría definirse el ruido como un sonido no deseado o dañino para quien lo percibe.
Influjo negativo
El efecto más común de la contaminación acústica y que mayores quejas provoca es el desasosiego y malestar. Durante el día se suele experimentar malestar moderado a partir de los 50 dB, y fuerte a partir de los 55. Por las noches estas cifras disminuyen en 5 o 10 dB. Una de las consecuencias del alto nivel sonoro es la pérdida de concentración y rendimiento. Un estudio señala que a partir de 65 dB es imposible realizar una tarea compleja. Los niños sometidos a altos niveles de ruido durante su edad escolar aprenden a leer con mayor dificultad y alcanzan grados inferiores de dominio de la lectura.
El ruido también influye negativamente sobre el sueño. A partir de los 30 dB hay dificultad para conciliar el sueño, es de menor calidad y menos tranquilo, acortándose sus fases más profundas. Como consecuencia, aumenta la presión arterial y el ritmo cardíaco. Las personas sometidas de forma prolongada a sonidos que afecten su capacidad de concentración o su tranquilidad, descanso o sueño, pueden desarrollar cansancio crónico y tendencia al insomnio. El ruido nos afecta aunque no seamos conscientes de ello.
La exposición continuada al ruido está relacionada con un riesgo moderado de sufrir un infarto y con el doble de posibilidades de desarrollar un tumor en el nervio acústico
Se ha demostrado que, a nivel cerebral, un área subcortical -la amígdala-, es la primera que detecta los sonidos. Por esta razón, incluso durante el sueño, ruidos como el de coches o aviones, pueden afectar de forma inconsciente provocando un incremento de las hormonas relacionadas con el estrés. Y por si fuera poco, además, la contaminación sonora y la música demasiado alta pueden provocar obesidad. Un estudio de la universidad de Pennsylvania, publicado en Journal of Applied Social Psychology, concluyó que un ambiente ruidoso induce a las mujeres a consumir alimentos con alto contenido calórico para combatir la tensión.
Más que insomnio y estrés
Los efectos perjudiciales del ruido van más allá del insomnio o la falta de concentración. Un estudio efectuado en el Centro Médico Universitario Charité en Berlín, publicado en European Heart Journal, revela que el ruido ambiental incrementa el riesgo de sufrir infarto. Más de 4.000 pacientes participaron en una investigación que ha demostrado la relación entre niveles de ruido elevados e infarto de miocardio. Los resultados mostraron que la exposición continuada estaba relacionada con un riesgo moderado de sufrir un infarto. Al parecer, el riesgo se incrementa con los niveles de sonido más que con la irritación o la molestia personal ocasionada.
Aunque los investigadores proyectan nuevos estudios que confirmen los resultados encontrados y que les permitan evaluar el nivel de decibelios a partir del cual aumenta el peligro, de momento, recomiendan a las personas con enfermedades cardiacas que protejan sus oídos ante niveles cercanos a los 85 dB, similar al que soportan algunos trabajadores de la construcción. Otra investigación efectuada en la Universidad de Ohio evidencia que las personas expuestas de forma mantenida a un ambiente ruidoso tienen el doble de posibilidades de desarrollar un tumor benigno del sistema nervioso, conocido como neurinoma del acústico. Según los resultados del trabajo, publicado el mes de octubre en American Journal Epidemiology escuchar regularmente música alta (por encima de 80 dB) multiplica por 2,25 el riesgo de padecer este tipo de tumor.
Según otro estudio, la contaminación acústica es una variable relacionada con los ingresos hospitalarios. El trabajo, realizado en el Centro Universitario de Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y publicado en European Journal of Epidemiology se constató que al relacionar una serie de variables (ruido, frío, calor y ozono, entre otras) con los ingresos hospitalarios, el ruido fue la variable medioambiental más relacionada, suponiendo un incremento del 5,6 % en los ingresos diarios por cada decibelio por encima de 65.
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La contaminación acústica es uno de los mayores problemas de las ciudades españolas. Según la OMS, España es el segundo país más ruidoso del mundo, después de Japón. Los vehículos de motor son una de las principales fuentes de ruido. El actual parque automovilístico español, con más de 16 millones de vehículos (uno por cada tres habitantes, trece veces más que hace 35 años), ha convertido al coche en el factor de contaminación acústica más importante. La industria, los aeropuertos y los bares y locales públicos también suman decibelios. España es un país acostumbrado a generar ruido pero este carácter extrovertido es la pesadilla de muchos vecinos.
El desarrollo de las ciudades ha aumentado todavía más la contaminación acústica. Según un informe del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid es una de las ciudades más ruidosas de España, debido a sus dimensiones. Valencia también se sitúa entre las más contaminadas a nivel acústico, registrado una media de 73,3 dB. Por otro lado, un estudio realizado por la escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Salle (Barcelona) desvela que la mitad de los barceloneses de entre 14 y 27 años sufre deficiencias auditivas irreversibles, como consecuencia del ruido urbano y hábitos de riesgo, como escuchar música a un alto volumen a través de auriculares o en discotecas.
La denominada Ley del Ruido, promulgada en noviembre de 2003, es una de las medidas que se están tomando contra la contaminación sonora. Antes de la ley, el ruido era legislado por cada ayuntamiento pero cada uno empleaba distintos métodos. Con la nueva legislación se igualan las medidas: calcular el ruido, hacer mapas con las zonas en las que se debe reducir y señalar las medidas que se deben tomar. España necesita campañas de educación y sensibilización; no existe una cultura del silencio por lo que, además de las medidas y la voluntad política, es muy importante la concienciación de los ciudadanos.