El conductor ocupado en tareas mentales complicadas reduce su capacidad para percibir objetos en la carretera y en el coche hasta en un 30%. Así lo pone de manifiesto un estudio publicado esta semana en «The Journal of Experimental Psychology: Applied», elaborado por Miguel Ángel Recarte Goldaracena, de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), y Luis Miguel Nunes González, de la Dirección General de Tráfico (DGT). Estos psicólogos han comprobado experimentalmente que, cuando el piloto se limita a escuchar, la atención apenas se ve mermada, mientras que se reduce considerablemente en caso de que tenga que elaborar una respuesta compleja en una charla.
Los autores han demostrado ahora que, tanto en compañía como en soledad, un conductor ve restada su capacidad si está ocupado en razonamientos complejos, que no son los del mismo tipo para cada individuo. «Es fácil entender cómo uno no ve porque no mira; pero es menos obvio explicar cómo uno mira, pero no ve», afirma Nunes González. Muchas personas han experimentado el fenómeno de conducir en solitario, enfrascarse en sus cosas y no ser realmente conscientes durante minutos de lo que pasa en la carretera.
Recarte Goldaracena y Nunes González sentaron a doce automovilistas al volante de un coche de la DGT habilitado para registrar las variables de la conducción. Un equipo de vídeo, oculto en el salpicadero, permitía saber en todo momento hacia dónde miraba el sujeto. Y, además, había un sistema de luces intermitentes dentro del coche, a las que, según el ritmo era rápido o lento, el conductor debía responder pulsando botones situados ergonómicamente cerca del volante. El resultado fue el mismo tanto en las pruebas de atención como en las de estímulos visuales: ante tareas mentales complejas -cálculos de pesetas a euros, descripciones espaciales, recreación de recuerdos o de lo oído…-, «la mirada se concentra, se deja de mirar a los espejos y al velocímetro», y uno «tarda más en reaccionar, o no reacciona, y se equivoca más a la hora de responder a las luces intermitentes», explica Recarte Goldaracena.
«Con la mente ocupada, se mira poco o poco tiempo. Este fenómeno no se da más en la periferia que en el centro del campo visual, sino por igual en todo el campo. Tener la atención ocupada impide que veas tu entorno», sentencia el psicólogo. Las conversaciones intrascendentes y sin repercusiones emocionales tienen tan poco impacto en la conducción como la audición de la radio, que hace que prácticamente no disminuya la atención.
Los autores han probado, asimismo, que hablar por un móvil equipado con un sistema de manos libres no supone en sí mismo un riesgo añadido a la conducción. Para ello, hicieron, a través del manos libres, pruebas de conversión de pesetas a euros y de recreación de recuerdos que arrojaron los mismos resultados que en persona. Sin embargo, una charla inocua por teléfono afectaba a la conducción tan poco como un diálogo similar con el compañero de viaje. «Lo que importa es el mensaje, no el medio», apunta el psicólogo de la UCM.
Despistes fatales
Dos terceras partes de los accidentes de tráfico están causados por el exceso de velocidad y las distracciones. La DGT calcula que 820 de los 3.434 siniestros registrados en 2002 se debieron a las segundas: 941 personas dejaron su vida en las carreteras por culpa de uno de estos despistes fatales.
Entre los principales factores que propician que un conductor deje de prestar la atención que debe a la carretera, destaca el uso del móvil. Los estudios demuestran que hablar por teléfono multiplica por seis el riesgo de accidente, y que el tiempo de reacción del conductor se reduce de manera equivalente a si llevara en la sangre una tasa de alcohol de entre 0,5 y 0,8. Por todo ello, la DGT ha emprendido una fuerte campaña, mediante coches camuflados, para impedir que los conductores hagan este mal uso de sus celulares.
Según un estudio realizado por el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC), más de 3 millones de españoles utilizan su teléfono durante la conducción, a pesar de que la mayoría es consciente del peligro que corre al cometer esta imprudencia. Hablar por teléfono en marcha es el único causante de distracción que está contemplado como sanción leve, penada con 91 euros de multa. Sin embargo, sólo se castiga el uso del móvil convencional o con auriculares, no así de los modelos manos libres, utilizados únicamente por el 14% de los usuarios.
La medida se basa en que es el manejo del teléfono con las manos la causa del despiste del conductor, y no la conversación en sí. Sin embargo, el estudio de Luis Miguel Nunes González y Miguel Ángel Recarte Goldaracena viene a desmentir este supuesto, puesto que indica que es la charla en sí misma -su complejidad- lo que reduce la concentración.