Podemos cuidar los dientes de leche de nuestros hijos con las pautas más actuales en odontopediatría. A pesar de seguirlas escrupulosamente desde que comienzan con la alimentación complementaria (suele ser a partir de los seis meses), es posible que los más pequeños tengan caries en sus primeros dientes. Pero además, pueden ocurrir más cosas con estas piezas dentales. Respondemos con dos expertas las tres preguntas más frecuentes en torno a los dientes de leche: qué podemos hacer si se le rompe uno, si presenta mordida cruzada y si tiene el frenillo de la lengua demasiado corto.
1. Qué hacer si al niño se le ha roto un diente de leche
El traumatismo, sea más o menos fuerte, siempre debe ser valorado por el odontopediatra. “A veces vemos una pequeña fractura que parece insignificante, pero en la radiografía se observa una rotura en la raíz”, explica la odontóloga Cristina Marès. Si la fractura llega a la dentina (la capa posterior al esmalte, a esta edad, de poco grosor), las bacterias de la boca puedan llegar al nervio y producir una necrosis. De ahí la necesidad de hacer una visita de urgencia al especialista”, añade Marès.
Si se quiere recolocar un diente roto o caído, hay que limpiar la pieza con agua o suero sin frotar y cogerla por la corona, no por la raíz. Lo ideal es que el niño guarde la pieza en su boca, entre su saliva, pero para eso tiene que ser mayor. Si no es así, se recoge la pieza en una bolsita y se guarda en leche o suero fisiológico para mantenerla hidratada, y se coloca a su vez dentro de una taza de agua con hielo. Lo que más importa es el tiempo que se tarda en llegar al especialista.
Cuando se ha perdido un diente de leche, este no se puede recolocar, pero también hay que ir a consulta para monitorizar la erupción del diente permanente.
2. Qué pasa si mi hijo tiene la mordida cruzada
Cuando los dientes superiores quedan posicionados por detrás de los inferiores en lugar de al revés hablamos de mordida cruzada. Se corrige con ortodoncia en adolescentes, pero es mucho más fácil de solucionar si se detecta en los dientes de leche. Los factores hereditarios, los malos hábitos (succión del dedo, uso excesivamente prolongado del chupete o del biberón) pueden estar en el origen de un problema de mordidas, y cuanto antes se trate, mejor.
“En consulta podemos detectar esta patología desde edades tempranas. A veces, tras la erupción de los caninos ya podemos intuirlo, pero será hacia los 2 o 3 años, con la erupción de todos los molares temporales, cuando podemos hacer un diagnóstico. Necesitamos corregir esa maloclusión que muchas veces va acompañada de una disfunción, ya que un niño con mordida cruzada no mastica bien”, aclara la odontopediatra Cristina Marès.
Existen varios tratamientos sin necesidad de aparatos; por ejemplo, con rehabilitación neurooclusal, colocando en la dentadura unos topes hechos de resina (el mismo material que los empastes).
3. Qué hago si mi bebé tiene el frenillo de la lengua demasiado corto
La dificultad para agarrarse al pecho durante la lactancia es una de las pistas que normalmente pone en alerta. Cuando la lengua se encuentra demasiado pegada al suelo de la boca, esta impide al bebé realizar los movimientos necesarios para la succión (y más adelante para hablar bien).
Si el pediatra encuentra sospechas de que el problema está en que el niño tiene un frenillo demasiado corto (anquiloglosia), le suelen derivar al odontopediatra para que evalúe una posible intervención. “En los lactantes no siempre es necesaria una intervención, ya que antes se intenta un tratamiento conservador, que casi siempre suele funcionar”, explica la doctora a Blanca Loscertales, miembro del Colegio de Dentistas de Sevilla. Normalmente se evalúa el agarre y la postura del niño al mamar, intentando posturas de agarre biológico (madre acostada o reclinada), o realizar alguna intervención de fisioterapia (estimulando el reflejo de succión). En niños mayores puede alterar la articulación del lenguaje. No es muy frecuente, pero son alteraciones que se deben estudiar junto con el logopeda.