La primera impresión que produce entrar en una ducha de agua fría es de cierto estado de shock. Es un choque brusco que nos hace pronunciar alguna que otra interjección y que provoca un estremecimiento del cuerpo, que lucha por aclimatarse y acostumbrarse a las punzadas que recibe del agua helada. Pero las personas que acostumbran a hacerlo de forma habitual aseguran que, solo por la sensación que se siente al terminar con esta penitencia, merece la pena darse el fresco chapuzón; se sienten más vivos que nunca, cargados de energía y salud. Pero no hay pruebas científicas que avalen estos beneficios, como analizamos a continuación. A pesar de ello, los expertos dicen que sentirse bien ya es suficiente motivo para no dejar de hacerlo.
Aunque los médicos no encuentran motivos objetivos de salud para recomendarlas, meterse en agua a baja temperatura es una de las prácticas terapéuticas más antiguas de la humanidad. Los romanos ya lo hacían en el frigidarium, la terma helada donde terminaba el circuito de diferentes estancias de agua o vapores calientes, y en la era victoriana se aconsejaba cuando aparecían moretones en la piel o en los casos de histeria.
Pero un nuevo reto viral en las redes sociales (#30daycoldshowerchallenge) lo ha vuelto a traer a la palestra. Estos “valientes warriors (luchadores)”, como así se hacen llamar, invitan a sus seguidores a llevar a cabo el reto de ducharse con agua muy fría todos los días durante un mes. Aseguran que esta rutina previene enfermedades, ya que fortalece el sistema inmunológico; acelera el metabolismo, produciéndose una pérdida de peso; y mejora la concentración y hasta el estado de ánimo. Suena a terapia milagrosa, pero ¿tiene todo esto algo de base científica o es un fake más?
No hay que confundirlo con la crioterapia
El frío es capaz de producir reacciones fisiológicas en nuestro organismo y por ello se utiliza como tratamiento sintomático para algunas enfermedades, pero poco o nada tiene que ver con ducharse con agua fría. La aplicación de frío a nivel local o sistémico con fines terapéuticos se denomina crioterapia y se puede aplicar de diferentes formas: baños en hielo o agua fría, aplicación de hielo local, compresas frías, paquetes de gel, masajes con frío, etc. “Esta terapia produce un efecto analgésico, ya que al disminuir la temperatura de la piel por debajo de los 15 ºC (sin bajar nunca de los 5-7 ºC) se genera un efecto de desaceleración en la conducción nerviosa, y con ello una disminución del dolor de forma local. También produce un efecto antiinflamatorio, ya que el frío limita la liberación de sustancias inflamatorias por las células, haciendo que la respuesta inflamatoria sea menos intensa”, explica la doctora María Sanz Almazán, miembro de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
De todos estos efectos que resultan de la aplicación de frío hay evidencia probada, pero, sin embargo, la base científica en relación con los beneficios de ducharse con agua fría es muy limitada y poco concluyente. Como indica la especialista, “no se ha demostrado una mejora objetiva de la salud y no existen indicaciones específicas para recomendar duchas diarias de agua fría”.
¡Cuidado! Para algunas inflamaciones funciona el calor
Marcos Paulino, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER) y reumatólogo en el Hospital General Universitario de Ciudad Real, confirma que “el frío tiene propiedades aniinflamatorias, por ello su aplicación en las articulaciones inflamadas o en músculos lesionados es una constante de los tratamientos fisioterápicos (esguinces de tobillo, contusiones o roturas musculares)”.
No obstante, esta gélida terapia no beneficia a todas las personas con problemas de inflamación por norma general, ya que hay ciertas dolencias o enfermedades para las que no se recomienda. “Por ejemplo, en el caso de la artrosis solo se aconseja ante descompensaciones inflamatorias de la misma, cuando la articulación se hincha, está más caliente, enrojecida… Para el dolor artrósico, en ausencia de esos síntomas, es mejor el calor seco. Por norma general, no recomendamos las duchas de agua fría en consulta de reumatología, a diferencia de las consultas de cirugía vascular, donde tienen más que demostrada su eficacia en los casos de insuficiencia circulatoria (varices, piernas cansadas, etc.)”, señala el especialista.
No cura las varices ni la hinchazón de piernas, pero alivia el dolor (por unas horas)
Las piernas cansadas pueden encontrar algo de alivio al pasarles por encima el grifo de la ducha, ya que el frío mejora la circulación periférica de las extremidades. El frío disminuye la dilatación de las venas, favoreciendo el retorno de la sangre al corazón, algo beneficioso para patologías como la insuficiencia venosa crónica y las varices. En general, “por ese efecto vasoconstrictor y relajante, podemos decir que las duchas con agua fría son beneficiosas para mejorar la circulación sanguínea. Se recomienda sobre todo para aliviar la pesadez, el hormigueo y la hinchazón, que aumentan sobre todo al final del día”, comenta María Sanz Almazán. Para hacerlo de modo correcto hay que aplicar el agua fría en sentido ascendente, desde los pies hacia las rodillas, ya que así mejora el retorno de la sangre hacia el corazón.
“No van a curar la enfermedad, pero estas duchas sí que van a mejorar la intensidad de los síntomas durante unas horas”, reconoce la doctora, quien recuerda que también pueden ser buenas para aliviar el picor en la piel en casos de alergia o de picaduras de insectos.
Con la ducha fría no se quema grasa, y ni mucho menos se pierde peso
Imagen: Seregas
Un análisis publicado en el British Journal of Sports Medicine demostró que el agua fría aumenta el metabolismo del cuerpo, ya que este tiene que trabajar más para mantener una temperatura estable. Pero partiendo de esta certeza se ha creado un bulo que asegura que ducharse con agua fría nos ayuda a perder peso, algo que es imposible. Como bien detalla este mismo estudio, esos efectos estimuladores del metabolismo solo se prolongan durante la inmersión en el agua.
Sin embargo, en las redes sociales se hace siempre mención a otro estudio llevado a cabo por el Instituto de Medicina Preventiva y del Deporte en Praga (República Checa), que asegura que con la exposición al frío la tasa metabólica podría aumentar hasta un 350 %. Lo que no cuentan es que este experimento está basado en la inmersión en agua fría a 14 grados durante una hora.
Basándonos en una persona de 70 kilos, la TMS (Tasa Metabólica Basal), que es el gasto energético que hacemos en reposo, sería de unas 1.584 kcal al día, 66 calorías por hora. Al multiplicar esta cifra por el supuesto incremento del 350 % que obtenemos al meternos una hora en el agua fría, tendríamos un resultado de un gasto de 231 kcal por hora. Pero nadie está en contacto con el agua fría a 14 grados durante 60 minutos. Suponiendo que aguantemos unos 15 minutos, que es también bastante improbable, equivaldría a una pérdida de 58 calorías por ese cuarto de hora. Sin necesidad de meternos en agua fría, el cuerpo de un adulto de 70 kg en ese tiempo quema en reposo unas 16 kcal (1,1 kcal por minuto), así que habremos sufrido lo indecible para quemar 42 kcal extra.
La ducha con agua fría no refuerza el sistema inmune
Las duchas frías crean una sensación de vigor y alerta, lo que puede incitar a una persona a ser más activa físicamente. Pero de ahí a que refuercen su sistema inmune hay mucho trecho.
Un experimento realizado por un equipo de médicos del Departamento de Cirugía Ortopédica del hospital universitario de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos) al que llamaron “el reto del frío” observó a más de 3.000 personas que se ducharon a diario con agua fría durante al menos 30 segundos. El hallazgo más importante fue una reducción del 29 % en el absentismo laboral de los que se ducharon con agua fría en comparación con sus compañeros que no participaron en el reto. Sin embargo, este estudio también demostró que las duchas frías no proporcionaron una inmunización contra la enfermedad como tal, ya que los participantes en el reto se sintieron enfermos con la misma frecuencia que sus compañeros, solamente que, de alguna manera, fueron más capaces de luchar contra los síntomas, salir de la cama y acudir a su puesto de trabajo.
A algunos la ducha fría les ayuda a lidiar con el estrés
El choque brusco del agua fría hace que liberemos cortisol, la hormona que también se libera durante los períodos de ansiedad y estrés emocional, ya que se está activando la señal de alerta. Por ello, algunos investigadores tienen razones para creer que la exposición repetida a ciertos factores ambientales estresantes, entre los que incluyen el agua fría, entrena en cierta manera al cuerpo, por lo que le enseña a nuestro organismo a tener una mayor tolerancia ante otras situaciones de estrés que pueden aparecer en la vida. Por este motivo, hace algunos años la ducha fría se convirtió en una práctica habitual entre los ejecutivos de Silicon Valley y el triatleta Joel Runyon contó en una charla TED que “a él las duchas frías le sirvieron para lidiar con las situaciones de estrés y para cambiar su manera de afrontar el miedo”.
La ducha con agua fría es un chute de energía, similar al café de la mañana
Los participantes del experimento belga señalaron que tras la ducha fría sintieron un subidón de energía comparable al de tomar el café de la mañana y el 70 % decidió continuar con la rutina una vez terminado el reto, porque sencillamente se sentían mejor. Aunque pueda ser una sensación muy subjetiva, es perfectamente entendible que provoque bienestar en la gente, ya que, además del cortisol, ante la exposición al agua fría el organismo también reacciona liberando adrenalina, provocando un aumento en el tono muscular y favoreciendo la correcta irrigación (el paso de la sangre) de los tejidos más profundos y vitales. Quizá por ello muchos tengan esa sensación de “estar listos para comerse el mundo” tras sumergirse en las bajas temperaturas a primera hora de la mañana.
?? Todos los estudios y evidencias que existen sobre estos efectos del agua fría se han basado en la crioterapia corporal total, experimentos en los que han sometido a los pacientes a una inversión a temperaturas muy bajas durante unos minutos, algo que dista mucho de lo que supone una ducha rápida. Pero independientemente de todo esto, lo cierto es que la ducha fría no hace daño a nadie. “Salvo que una persona tenga una patología grave cardíaca, pulmonar o hipertensión (el frío produce el estrechamiento de los vasos sanguíneos y el aumento de la frecuencia cardiaca, disminuyendo la cantidad de sangre que llega al corazón y puede dar lugar a síncopes, angina de pecho o infartos en estas personas vulnerables), no tiene efectos secundarios ni complicaciones importantes derivadas. Así que, si uno se encuentra mejor, puede perfectamente seguir con este hábito”, aconseja el doctor Marcos Paulino.