Edadismo: qué es y sus efectos
A finales del año pasado, la Real Academia Española (RAE) añadió a su diccionario un nuevo término: edadismo. Aunque es relativamente nuevo, numerosas organizaciones llevan años alertando sobre la discriminación por razón de edad. Una de ellas es la Organización Mundial de la Salud (OMS), que define el edadismo como “una forma de pensar (estereotipos), sentir (prejuicios) y actuar (discriminación) con respecto a los demás o a nosotros mismos por razón de la edad”.
El edadismo afecta a todas las personas, pero son las mayores de 65 años las que más lo sufren. La OMS calcula que la mitad de la población mundial tiene prejuicios con respecto a la población sénior.
Y esta discriminación tiene consecuencias. Ser víctima de una conducta edadista tiene repercusiones en la salud, la longevidad y el bienestar de los mayores, además de tener consecuencias económicas de gran alcance. Tal y como se refleja en el ‘Informe mundial sobre el edadismo’, elaborado por la OMS, este tipo de discriminación se asocia a:
- una muerte prematura (resta 7,5 años a la esperanza de vida).
- una salud física y mental más precaria.
- una recuperación más lenta de la discapacidad en la vejez.
Problemas en la atención médica por la edad
El edadismo se da en todos los ámbitos, también en el sanitario. La Asociación Médica Mundial (AMM) denuncia que las personas mayores sufren todo tipo de discriminaciones en la atención médica. ¿El motivo? Ser considerados como una carga para los sistemas de salud por el creciente volumen de recursos que se necesitan para su atención sanitaria y el alto coste de los mismos. Los sistemas sanitarios argumentan que esta situación pone en brete la sostenibilidad financiera, algo que no es del todo cierto, puesto que no son el único factor determinante. En el aumento de costes también tiene mucho que ver la mejora del nivel de vida, la accesibilidad a los servicios sanitarios o el uso de las nuevas tecnologías.
“Cuando se habla de los mayores, muchas voces piensan única y exclusivamente en personas con dependencia y con muchas enfermedades y, por lo tanto, se centran solo en los gastos que podrían generar. Las personas mayores son muy heterogéneas y, por fortuna, la mayoría de ellas están en buen estado de salud. Pero, además, la dependencia asociada al envejecimiento puede prevenirse y está demostrado que con un sistema sociosanitario adaptado a las necesidades de las personas mayores se puede revertir gran parte de las limitaciones del envejecimiento”, explica Cristina Alonso, presidenta de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG).
La opinión es compartida por Vânia de la Fuente-Núñez, responsable de la Campaña Mundial contra el Edadismo de la OMS. “Hoy ya hay más personas mayores de 65 años en el mundo que niños menores de cinco años, y en vez de verse esta mayor longevidad como un logro, los gastos en la población mayor siguen percibiéndose como un coste y no como una inversión. El discurso predominante sigue obcecándose en los impactos negativos de este cambio demográfico y pierde de vista las enormes oportunidades de esta mayor longevidad si va acompañada de una buena salud”, comenta.
“Es verdad que nuestras enfermedades crónicas producen gastos elevados para nuestra atención sanitaria, pero también es cierto que hemos trabajado muchos años aportando grandes cantidades a la Seguridad Social para poder recibir a cambio atención médica”, añade Inmaculada Ruiz, presidenta de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP).
Apartados de la sanidad por la edad
Las discriminaciones más comunes en la población de más edad relacionadas con el ámbito sanitario son:
- el racionamiento de ciertos procedimientos diagnósticos o terapéuticos costosos.
- los ensayos clínicos.
- el acceso a determinadas intervenciones quirúrgicas.
Desde la OMS avisan que, de acuerdo con una revisión sistemática de 2020, en el 85 % de los 149 estudios revisados, la edad determinaba quién recibía determinados procedimientos o tratamientos médicos. “Hay evidencia de que el personal médico tiene menores probabilidades de utilizar respiradores, intervenciones quirúrgicas o diálisis a medida que aumenta la edad del paciente. Esto lo vimos en el contexto de la pandemia, cuando se negó el acceso de personas mayores a las unidades de cuidados intensivos en muchos países, a pesar de que la edad cronológica tan solo tiene una correlación moderada con la edad biológica o con el pronóstico a corto plazo”, apunta De la Fuente-Núñez.
🟢 Reformar los sistemas de salud
La especialista cree que es hora de reformar los sistemas de salud. “Fueron diseñados en su momento para tratar enfermedades agudas. Esto significa que no están preparados para abordar las afecciones de salud más crónicas y complejas que tienden a surgir según nos hacemos mayores”, explica.
Según Cristina Alonso, presidenta de la SEMEG, la asistencia sanitaria de la mayoría de las especialidades está centrada en las enfermedades y en la aplicación de protocolos sin tener cuenta la capacidad funcional de las personas mayores, algo central en su pronóstico. “Eso hace que, con frecuencia, se tomen decisiones erróneas: se infradiagnostican o incluso se sobrediagnostican y tratan patologías muy frecuentes, lo que tiene importante impacto en su calidad de vida, en su salud y en la gestión de recursos”, analiza.
Conductas edadistas
Varios estudios han abordado las actitudes negativas hacia los mayores por los profesionales sanitarios. En España, una investigación de 2016 preguntó a profesionales sociosanitarios sobre la existencia de discriminación debido a la edad en contextos médicos y sociales. La principal conclusión fue que, a pesar de que la legislación española —desde la Constitución hasta las normas que rigen contextos sanitarios y sociales— prohíbe cualquier forma de discriminación por edad, los profesionales españoles directamente implicados en el cuidado de los mayores perciben esos prejuicios tanto directa como indirectamente, así como un trato desigual.
El citado estudio repasó algunos ejemplos de esta discriminación, que van desde la forma de tratar a los pacientes hasta una mala aplicación de la atención médica y los tratamientos.
- Por ejemplo, las medidas para la detección precoz de ciertas enfermedades excluyen a personas mayores o ponen límites de edad difíciles de justificar, como la práctica de mamografías para el diagnóstico preventivo del cáncer de mama, que en la Seguridad Social solo se programan hasta los 70 años.
- Asimismo, cuanto mayor es el paciente, más se incumplen los protocolos y guías de actuación para los tratamientos de determinadas enfermedades. En este aspecto, cardiología y oncología son dos campos especialmente significativos.
El estudio evidencia, además, cómo la edad del paciente se toma en cuenta a la hora de priorizar sus necesidades. Un ejemplo es la exclusión inicial de las personas mayores de 65 años de los programas de diálisis crónica y en la posibilidad de llevar a cabo angioplastias coronarias.
🔴 Sin medicina geriátrica
“Hay pocos trabajos que evalúen la prevalencia de estas conductas edadistas. En un trabajo publicado en 2022, en el que se evaluaba precisamente esto en enfermeras del área de oncología, se vio que más del 75 % de las profesionales entrevistadas tenían actitudes edadistas tanto positivas como negativas. En nuestro país existen multitud de hospitales, ciudades e incluso comunidades autónomas sin medicina geriátrica. ¿Se imaginan una región sin ginecólogos o pediatras en todos sus hospitales?”, reflexiona la presidenta de la SEMEG, Cristina Alonso.
Según el estudio, que los profesionales en enfermería tuviesen conocimientos en geriatría, tanto previos como en formación continua, ayudaba a mantener actitudes positivas hacia las personas mayores y a prevenir prejuicios.
Más consecuencias del edadismo en la salud
La discriminación por razón de edad dentro del sistema sanitario provoca que la prevención y el tratamiento de muchas enfermedades comunes en las personas mayores no lleguen a tiempo. Es el caso del ictus o accidente cerebro vascular (ACV). Esta enfermedad es más frecuente a partir de los 55 años y su riesgo aumenta proporcionalmente con la edad. Según los datos del estudio Previctus, el 21 % de los mayores de 60 años (unos dos millones de personas) presenta un alto riesgo de sufrir un ictus en los próximos 60 años. Sin embargo, según la Federación Española de Ictus, el 97 % de los pacientes que han sufrido esta enfermedad no han sido atendidos adecuadamente.
Pero el edadismo afecta también a la sexualidad. Según datos del ‘Informe mundial del edadismo’ de la OMS, la discriminación por edad contribuye a una mala salud sexual y reproductiva, asociándose a un aumento de las tasas de enfermedades de transmisión sexual (ETS). Lo explica Vânia de la Fuente-Núñez, responsable de la Campaña Mundial contra el Edadismo de la OMS: “La idea preconcebida de que no existe sexualidad en la vejez implica que no se pregunte sobre la actividad sexual de estos pacientes, lo que tiene consecuencias en la detección y el tratamiento tempranos de enfermedades de transmisión sexual. Las tasas de enfermedades de transmisión sexual están aumentando en la población mayor”.