La llegada del lánguido otoño trae consigo, además de la caída de las hojas de los árboles, un trastorno conocido como la «depresión de otoño». Esta alteración afecta al 30% de la población española, principalmente a mujeres de entre 20 y 30 años, aunque las cifras aumentan en los países con menos horas de luz solar durante la época invernal. Así, en zonas próximas al ecuador incide en el 1,5% de la población y en Canadá en el 10%.
Entre los síntomas que presentan las personas afectadas por esta patología se encuentran los cambios en el estado de animo, la reducción de energía y de la actividad social, así como un aumento de la ingesta de dulces como el chocolate. «Sin embargo, ninguno de estos cambios llega a provocar malestar clínicamente significativo o deterioro social o laboral, no considerándose una patología mental», asegura el profesor del Departamento de Personalidad de la Universidad de Valencia, José Gil Martínez.
Los pacientes que presentan un trastorno del estado de ánimo que sigue un patrón estacional tienden a experimentar episodios depresivos en alguna época concreta del año, generalmente durante el otoño y el invierno, señala Gil Martínez. «Este patrón también se ha denominado trastorno afectivo estacional y no parece estar relacionado con la vuelta al trabajo o al colegio, ni con el desembolso económico de la cuesta de septiembre», añade.
Este especialista considera que el trastorno otoñal viene provocado por una alteración de los ritmos vitales o circadianos que tienen que ver con la regulación de los ritmos sueño-vigilia y la reducción de horas solares. «Existe un metabolito precursor de la serotonina (neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo) que es la melatonina, que se produce en la glándula pineal y regula las fluctuaciones estacionales y circadianas. Este metabolito participa en la adaptación del organismo a cambios en los husos horarios, la cantidad de melatonina varía en función de la luz y sincroniza el ciclo sueño-vigilia en función del ambiente», explica Gil Martínez.
En cuanto a los tratamientos contra la «depresión de otoño», además de los antidepresivos clásicos, se puede tratar recurriendo a la fototerapia. «Este tratamiento consiste en exponer a los pacientes a un espectro de luz intenso, a dosis que oscilan entre los 2.500 y 10.000 luxes (unidad de medición de la intensidad lumínica) durante un tiempo de 30 minutos a dos horas», indica el profesor de la Universidad de Valencia.
Gil Martínez recuerda que una habitación normal está iluminada entre 150 y 200 luxes y el sol intenso de verano es de 100.000 luxes. «De hecho – comenta- las líneas aéreas japonesas en San Francisco tienen una sala de fototerapia por la que pasan los pilotos para sincronizar su ritmo día-noche, además durante unas semanas antes y después toman vitamina B12 que aumenta la respuesta de nuestro organismo a la luz».
Otro ejemplo expuesto por el profesor es el de los soldados norteamericanos de la OTAN que desembarcan en Europa y se ajustan al horario Europeo en dos días. Sin embargo, los mandos tardan más de dos semanas en adaptarse. Esto se debe a que los soldados durante todo el día están expuestos a la luz solar y los mandos permanecen en sus búnkers con poca luz y estudiando las maniobras.
No cabe duda por tanto de que la depresión otoñal se supera con un clima soleado. Por ello, una medida a tener en cuenta, para quien pueda permitírselo y padezca este trastorno, es trasladarse en invierno a zonas con mayor número de horas de luz ambiental.