El mayor reto en la lucha contra el mal de Alzheimer es la detección temprana, que ahora ofrece datos descorazonadores, según los participantes en el Encuentro de Expertos en Demencias que tiene lugar este fin de semana en Madrid, concretamente en la Real Academia Nacional de Medicina.
La desinformación de la familia, que muchas veces atribuye los síntomas a la edad, y la insuficiente atención de los médicos, que con frecuencia infravaloran la pérdida de memoria del paciente, se conjugan para elevar hasta el 40% la cifra estimada de enfermos de Alzheimer sin diagnosticar ni tratar.
Aunque los familiares son los primeros «detectores» de la patología (en el 76% de los casos, según un estudio en España y otros cuatro países), también es muy habitual que su aviso al médico llegue con tardanza. El estudio citado reduce al 17% el porcentaje de quienes acudieron a la consulta nada más darse cuenta del problema de memoria de su ser querido, mientras el 22% esperaba más de un año.
«El ictus puede ser un gatillo para el Alzheimer», advirtió ayer el neurólogo canadiense Vladimir Hachinski. Pero visto el problema desde el otro lado, el hecho de que compartan «los mismos factores de riesgo» -hipertensión, colesterol alto, etcétera- permite albergar esperanzas de que la prevención y el tratamiento de esos problemas puedan ayudar a esquivar o suavizar la progresión de esa enfermedad neurodegenerativa.
Hachinski citó un estudio europeo, todavía «preliminar y no concluyente», que apunta en esa dirección al sugerir que la terapia antihipertensiva podría recortar el número de pacientes que desarrollarán Alzheimer; las estimaciones cifran en 5 los casos de demencia que se evitarían por cada 1.000 tratamientos.
En idéntico contexto preventivo de los trastornos cognitivos, los expertos destacan el posible uso de estatinas al servicio de un envejecimiento saludable y, desde luego, la actividad física.
Sin embargo, «cuando hablamos de demencia es demasiado tarde», se lamentó Hachinski, quien consideró «muy importante el diagnóstico precoz».
En palabras de su colega español Rafael Blesa, «aún no hay fármacos que frenen el desarrollo patológico de la enfermedad, pero sí para que los pacientes usen sus neuronas de forma más prolongada».