Un equipo de expertos del departamento de Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante ha demostrado que el Alzheimer afecta profundamente a la calidad de vida de los familiares, tanto mientras realizan las tareas de atención al enfermo como cuando ya no existe vínculo alguno con la enfermedad. De la misma forma, estos efectos resultan difíciles de superar con el paso del tiempo.
Tras realizar un seguimiento durante un año y medio y una serie de entrevistas a 160 personas, pertenecientes a la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer de Alcoy (Alicante), se demostró que el 40% de los cuidadores presentaba síntomas de ansiedad y otros trastornos psicológicos y psiquiátricos. Pero es que además, «si bien todas las enfermedades crónicas conllevan una sobrecarga para el familiar que se encarga del cuidado del paciente, el Alzheimer provoca una sobrecarga especial, ya que el 75% de los entrevistados padecía estrés», afirma José Luis Calavera, uno de los responsables del estudio, pionero en España.
En términos generales, y según aparece recogido en el informe, «el 55% de los cuidadores presenta una sobrecarga intensa por las labores de cuidado y el 23% una sobrecarga leve», siendo «las reacciones emocionales, el sueño y la energía, las tres áreas de la salud más afectadas». Unos trastornos que suelen padecer con más facilidad las mujeres.
Pero el deterioro de los cuidadores también se deja sentir en otros aspectos de la vida cotidiana. Así, el 40% de los entrevistados sufre malestar emocional, el 22% siente continuos dolores físicos, el 16% tiene dificultades en sus relaciones sociales y el 10% problemas para realizar tareas cotidianas. Resulta igualmente muy significativo el 25% que piensa que falta apoyo social para hacer frente a esta enfermedad.
Secuelas permanentes
No obstante, estos graves problemas que afectan a los cuidadores familiares no desaparecen cuando se extingue el trabajo de atención al enfermo, sino que permanecen en el tiempo. «A los dos años de haber fallecido el enfermo, no se aprecia ninguna mejora significativa en los trastornos que sufre el cuidador», destaca el estudio.
Calavera considera que este fenómeno se debe a que «el impacto que ocasiona sobre el individuo el hecho de tener que ejercer de cuidador es tal, que un año y medio después de la muerte del enfermo, cuando ya no se ejerce como cuidador, el estado de salud y ánimo es prácticamente el mismo. El ya ex cuidador continúa en la misma situación que cuando lo era, sin que se pueda apreciar realmente un cambio significativo».
Los propios investigadores se plantearan dar un paso más en este estudio con el objetivo de mejorar la calidad de vida y el estado de salud de los familiares, por ejemplo utilizando «técnicas de relajación y de control del estrés», de manera que la mejora del cuidador repercutiera también en la atención que dispensa al enfermo de Alzheimer. Sin embargo, el propio Calavera reconoce que «no es fácil, dado que esta enfermedad presenta un índice de mortalidad muy elevado, y de los 160 cuidadores iniciales, al año y medio de haber comenzado la investigación sólo 40 seguían ejerciendo estas labores, ya que el resto de enfermos había fallecido».