Aunque la ciencia y la medicina avanzan consiguiendo mejoras espectaculares en la salud mundial, muchos de los nuevos tratamientos que han surgido en las últimas décadas no se han distribuido uniformemente, ya que un tercio de la población del mundo carece de acceso a los modernos cuidados médicos. Enfermedades como la gripe, la diarrea o la tuberculosis diezman a las poblaciones más desfavorecidas de los países del Sur. A esta situación contribuyen también las «enfermedades olvidadas», aquellas de las que no se habla porque no interesa.
Con el objetivo de desarrollar nuevos fármacos contra estas patologías, la pasada semana, en Ginebra, varios institutos de investigación de distintos países constituyeron la Iniciativa a favor de las Medicinas para tratar las Enfermedades Olvidadas (DNDI). Esta nueva organización espera, en 12 años, registrar seis o siete medicinas eficaces contra estas enfermedades.
Falta de financiación
La enfermedad del sueño, en Uganda y al sur de Sudán; la enfermedad de Chagas, en Honduras; la leishmaniasis, en Perú; o la malaria, en Camboya, son algunas de estas «enfermedades olvidadas o huérfanas», para las que hay necesidades pero no mercado. Aunque causan una gran mortalidad, no ocupan grandes titulares porque no son rentables para la industria farmacéutica y tampoco atraen inversiones para su investigación, afirman los expertos.
Ante la falta de financiación pública y privada, el 80% de la población de los países menos desarrollados tiene que pagar sus propias medicinas. Ello supone que hacer frente a una enfermedad tenga un alto coste sobre la familia. «Muchas de estas personas viven con un dólar al día, lo que les impide pagar medicamentos, por eso no son rentables estas enfermedades, porque las grandes multinacionales privadas saben que los países pobres nunca podrían pagar estos medicamentos», afirma Pilar Aparicio, medico internista del Instituto de Salud Carlos III de Madrid. «En Zambia, por ejemplo, tratar un caso de neumonía infantil cuesta nueve dólares al día, cantidad equivalente a la mitad del ingreso familiar mensual», explica.
Poca ayuda
El 5% de la inversión en investigación y desarrollo (I+D) en todo el mundo se destina a la creación de tratamientos contra enfermedades que afectan a países en vías de desarrollo. De este escaso porcentaje, el sida, la malaria y la tuberculosis acaparan mayoritariamente las ayudas, frente a las enfermedades más olvidadas. «Con enfermedades como el sida o la malaria, que son más conocidas, la industria farmacéutica quiere conseguir beneficios -desde los años 90 el sector privado es el mayor inversor en los países más desfavorecidos-, aunque saben perfectamente que allí no está su mercado», reconoce Aparicio.
En cuanto al tratamiento, los altos precios de las medicinas suelen ser el primer obstáculo. Éstos se determinan sin tener en cuenta la capacidad de compra nacional. En este sentido, determinados países han apelado a la necesidad de producir versiones genéricas, es decir, versiones baratas de fármacos patentados. Intermón Oxfam, en uno de sus últimos informes, resumía que el tratamiento patentado contra el sida cuesta entre tres y quince veces más que el genérico, y el de la diarrea puede multiplicar por ocho el precio del genérico. Sin embargo, la búsqueda de soluciones requiere una voluntad política y de financiación.